VI OLYMPIA VI

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El estruendo de algo cayendo cerca de su rostro fue lo único que logró despertar a Olympia. Tener a Maureen como compañera de cuarto era estar consciente que la menuda pelirroja tenía una batería que no acababa al atardecer, y aunque a ella le encantara desvelarse, tener clases desde la primera hora del día no era una buena combinación

Se reincorporó en su asiento, ordenando las hojas que salían de su mochila babeada y pasó el dorso de su mano por la mejilla húmeda sobre la que descansó. Melody se sentó a su lado, saludándola con una de sus cortas sonrisas. Le devolvió el saludo, contemplando sin importancia las acciones de su compañera de la clase de Idiomas; no podía ser más diferente a Maureen, a pesar de ser hermanas. Además del aspecto físico, sus personalidades tenían nulas características en común; Moe, a la vista, irradiaba singularidad con su brillante cabello, conjuntos y sonrisa abierta junto a sus ojos observando con curiosidad todo.

Olympia solía mirar a Melody de lejos, y con lo poco que su amiga hablaba de su hermana mayor, había llegado a la conclusión que era igual a su grupo de nobleza, pero una vez que compartieron clases, razonó que podía llegar a ser... amigable, aunque solo con quienes le interesaban a la princesa.

—Supongo que Eryn pasó —habló, recargando la cabeza en su mano, viéndola con una de sus burlescas sonrisas cuando mencionaba a su hermana. Melody siempre se refería a Moe por su segundo nombre, Olympia jamás la había escuchado decir el apodo por el que sus cercanos la llamaban.

—Aceptar tener clases temprano para desafiarme fue lo que pasó —Melody soltó una risa. Al menos en eso eran similares; ambas fruncían la nariz mientras entrecerraban los ojos al verdaderamente reír.

La mayor parte de la clase, ambas solían murmurar comentarios que hacían reír a la otra. Las sonrisas solo se desvanecían cuando partían del salón, volviendo a sus rutinas, donde ninguna de la otra estaba contemplada. Vio el rostro de Melody volver a su fastidiada expresión al ver a cualquiera, encontrando algo desagradable detrás de Olympia que la obligó a girar. Su compañero Doug venía acompañado de dos chicos de intercambio y, para la gran suerte de ambas, él las notó, dirigiéndose a su mesa.

—Pensé que los villanos tenían que aprender a decir bondades antes de hablar otro idioma —Olympia volvió a ella, juntando sus cejas, interrogante. Pero Melody nunca la notó, tan solo decidió volver a su cuaderno y fingir que no los había visto.

—Buen día, Olympia —saludó el chico con su usual formalidad—. Melody... —Aunque su seriedad se transformaba en nerviosismo cuando intentaba hablarle a Los Inalcanzables.

Los otros dos no tardaron en verlas por detrás de Doug, igual a un par de niños visitando un parque de diversiones, solo que este se encargaba de hablar en diferentes leguajes.

—¡Soy Evie, encantada! —la chica de cabello azul hizo una corta reverencia junto a su gran sonrisa.

—¡Tú eres Olympia! —exclamó el otro chico, sin disimulo al señalarla—. Soy Carlos. —dijo, presentándose al mismo tiempo que Evie. Olympia sintió que los nervios de Doug la contagiaron y ahora ella quería hablar sin delatarse, por lo que tan solo se permitió ofrecerles una sonrisa, muy nerviosa si no fuera poco.

Carlos tomó asiento a su lado, por reflejo se inclinó al otro costado, pegándose al brazo de Melody, quién tan solo la vio por un momento, antes de seguir con un ejercicio. Olympia podía reconocer una postura tensa cuando la veía, pero optó por mantener silencio para así poder relajarse.

Κατάρα |DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora