❝Será infeliz al ver sus mayores deseos ser entregados a aquellos que no son dignos❞
Un bosque encantado.
Los ojos de Gideon decidieron por fin despertar y lo primero que vieron fue el reloj señalándole lo tarde que era.
—Por Hades —susurró con la voz ronca de todas las mañanas. Giró por la cama, hasta alcanzar a tomar el pantalón del suelo y en un intento de ponérselo consiguió besar el suelo.
Se levantó en seguida, era inútil ver a su alrededor esperando que nadie hubiese visto su torpe caída, las cortinas cubrían las ventanas y la puerta estaba cerrada. Además, vivía casi cerca del bosque encantado, pero si algo había aprendido en todos estos años era jamás confiarse al pensar que estabas completamente solo.
Ató su cinturón y tomó sus botas. Al salir directo a la sala que compartía un pequeño comedor, vio rebanadas de pan con mermelada y una hoja extendida a su lado.
Pudo imaginar la voz de su padre desearle que tampoco se le hiciera tarde como a él.
Gideon soltó un pesado suspiro, tomó una rebanada de pan y la sostuvo entre sus dientes mientras se acercaba a la puerta, atándose las agujetas al mismo tiempo.
Tomó la mochila y las llaves colgadas enfrente de él, y con un fuerte portazo salió de casa. Masticaba el pan sin soltarlo de su boca, se colocó sus audífonos y comenzó a pedalear su bicicleta, alejándose del lugar que más amaba.
A diferencia de todos en Auradon Prep, él prefería descansar algunas veces en su propio hogar, mantenerse lo más alejado de todas esas luces llamativas y castillos empoderados vecinos. La vida en el bosque era, sin duda, la mejor. A veces se sentía como el hijo de Blancanieves, amaba ver a su flora y fauna silvestre.
Y tal vez tenía un poco de relación con la princesa; su padre había sido el súbdito de la reina malvada, que le ordenó el corazón de la joven. Y, por supuesto, él decidió no cometer tal atrocidad dejándola huir, por eso ganó un lugar en Auradon y no en la Isla de los Perdidos.
Ser el hijo de cazador debía de tener alguna ventaja, y la única que veía era el vivir mucho más cerca de la madre naturaleza, y saber utilizar sus armas. Era la segunda cosa que Gideon más le gustaba.
Aunque, no siempre faltarían las personas que lo vieran como si fuera el que cumpliría el mandato de la Reina Malvada, a pesar de que el chico apenas y les daba la hora. Y, qué decir de los brabucones herederos a los tronos, los superficiales jóvenes que parecían creerse los próximos poderosos reyes (aunque en realidad lo serían dentro de poco), miraban arrogantes a aquellos que no tenían ni un poco de sangre azul en su organismo, como Gideon.
Era irónico que lo hiciesen sentir un simple mortal cuando en realidad todos lo eran, sólo que algunos portarían en su mortal vida un título de la realeza.
"Pero eso no les impide morir jóvenes", dijo una vez en voz alta, enfrentándose a Chad Charming, provocando que el joven príncipe y sus secuaces retrocedieran por instinto y no tardaran en acusarlo con el Hada Madrina como niños de cinco años.
Gideon soltó una corta risa, pero se borró al instante al ver en cámara lenta el último pedazo de pan caer y rodar por el camino, mientras él se alejaba de éste.
Las campanas del castillo de Cenicienta le advirtieron el poco tiempo que le quedaba para poder llegar a Auradon Prep, pedaleó con más fuerza, mientras su mente vagaba en las posibles gratas consecuencias que pudieron haber sido si hubiese faltado.
Dejó su bicicleta atada en un espacio donde más habían sido dejadas. Se aferró a su mochila, tenía poco tiempo para llegar a su primera clase (que estaba en los salones más alejados de la preparatoria) y no quería perder el valioso tiempo intentando pelear con los príncipes para que se la devolvieran.
Su apresurada caminata se detuvo, forzadamente imprevista. Frente a él el heredero al trono de Auradon le sonreía como si fuesen amigos desde la infancia. Gideon tan sólo le saludó con un leve asentamiento, antes de seguir a su destino.
—¡Gideon! —Ben alzó la voz al siquiera darle tiempo de tomar aire para hablarle. El joven giró sobre su lugar, rodando los ojos, antes de volver a ver al príncipe—. No sé si Olympia ya te haya comentado, pero aceptó en darle un recorrido más explayado a los chicos de intercambio, y le dije que ustedes podrían acompañarlos para que el recorrido fuese más ameno.
Evitó que su expresión incrédula fuese tan obvia, Olympia jamás disfrutó hablar con desconocidos. Tal recordatorio le quiso hacer saber entonces cómo habían logrado ser mejores amigos.
La campana timbró, tan sólo le sonrió un poco a Ben antes de correr hacia su salón. Y mientras llegaba a su destino, pensó en todas las posibles maldiciones que las demás dirían ante el compromiso en el que Olympia se involucró.
No la abandonarían, pero no les impedía maldecirle un poco a la chica antes de unirse a su campaña de turismo por Auradon Prep (si no es que por todo el reino)
Gideon soltó un cansado suspiro, dejando su complicado día en manos de Apolo, y preparó sus materiales para comenzar con su amada clase de arte.
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Κατάρα |Descendientes
Fanfiction• El hijo de un villano puede estar maldito, al igual que el hijo del cuento más maravilloso de hadas. Unos tal vez fueron hechizados en su niñez. Otros nac...