CAPÍTULO 21: Feliz cumpleaños... (PARTE 1)

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          La castaña es un desastre guardando secretos. Emilio le dice que sabe perfectamente cuando miente porque se toca la nariz en cuanto piensa en decir una mentira. Es un indicador infalible. Su madre aún bromea sobre las notas que escribía para disculpar su ausencia a la escuela.

«Querida señorita Álvarez», decía. «Por favor, disculpe la ausencia de Camino Pasamar en las clases de hoy, pues me siento muy mal, con problemas de mujeres».

          A su madre le costó no estallar en carcajadas mientras le soltaba el sermón cuando era niña.

          Una cosa era no revelar lo de Maite a su madre (se le daba bien guardarle secretos, es una de las cosas que aprendió al crecer, al fin y al cabo), pero soportar toda esa ansiedad ella sola era algo muy diferente.

          La joven pasó las siguientes noches tratando de descifrar las intenciones de Maite, y pensando cómo detenerla de su propósito.

          La semana siguiente, si Maite percibió su preocupación, no dijo nada. Eran atentas una con la otra, casi demasiado educadas. Camino echaba de menos las presiones, sus reproches, cuya ausencia solo realzaba la sensación de amenaza que se cernía sobre sus hombros.

          Cada día, Camino iba al trabajo pensando a qué otros lugares llevar a Maite. No tenía un plan concreto, sino que se centraba en que salieran todos los días, en intentar que estuviera contenta, animada, motivada. Había días (cuando le agarraban calambres) más difíciles que otros. Pero en los buenos días había logrado varias veces sacarla al aire libre, bajo el sol mediterráneo, caminando mucho por las blancas playas. La castaña era consciente de que Maite detestaba la compasión de los desconocidos más que nada en el mundo, así que iban, muchas veces en coche a parajes hermosos donde, durante un par de horas más o menos, podían estar a solas.

- ¿Has pensado que vas a hacer par tu cumpleaños? Le preguntó mientras Camino preparaba todo para iniciarle una nueva sesión de diálisis.

          La enfermera la miró de reojo por un momento no pudiendo ocultar el asombro de descubrir que su profesora de pintura sabía cuando era su cumpleaños si esa información nunca se la había comentado.

- Pues, no lo sé... seguramente sea algo muy informal. Gente cercana, en realidad.

- ¿Y tú qué quieres hacer? Volvió a repreguntar acostada en la silla observando de cerca a Camino.

- Mi madre sigue fuera de Barna, cuidando de mi abuela, no creo que vuelva y Cinta me insiste en que lo festeje en un nuevo bar que se ha abierto cerca del parador que está frente al puerto... pero no lo sé, con duda e inseguridad dijo, he visto el lugar y no digamos que no es mi estilo.

- ¿Igual que no era tu estilo ver películas con subtítulos?

          La enfermera la miró con cara de pocos amigos.

- No soy tu proyecto, Maite. Esto no es My Fair Lady.

- Pigmalión la corrigió en un francés que la derretía.

- ¿Qué?

- La obra a la que te refieres. Es Pigmalión. My Fair Lady es el descendiente bastardo.

          Volvió a fulminarla con la mirada. No tuvo efecto alguno. Puso la vía central en el brazo de Maite, cuando se dio la vuelta, la morocha aún negaba con la cabeza.

- Qué predecible eres, Camino.

- ¿Qué? ¿Yo?

- Te niegas todas estas experiencias porque te dices a ti misma que no eres «ese tipo de persona».

Yo antes de ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora