3 | Trabajo perdido

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Orión acababa de escribirle para que fuera allí, asegurándole que era una cuestión de vida o muerte.

Dada su propensión a la exageración, Heine pensó que solo quería gastarle una broma pesada. Después, mientras cruzaba las vías del tranvía (y se jugaba la vida al no mirar), se planteó que hubiese llegado el momento: que Orión lo esperaría en su piso* a solas, con el cuarto recogido y la colonia puesta, aunque por teléfono le hubiese dicho que estaba en la universidad. Empezó a fantasear con que le daría una sorpresa, que pasarían su mañana libre juntos aunque no fuese viernes...

Quedar otros días que no fuesen viernes sería fantástico.

Que Orión le hubiera mentido habría sido más fantástico todavía.


—Hola, Diana.

—Adiós, Heine. ¿Qué es esta vez?

Tras tantos imprevistos absurdos que lo condujeron hasta el portal 21 y el piso 12, solo era natural que Heine y Diana ya se conociesen. Heine llevaba el teléfono en la oreja y Orión le mascullaba mientras tanto.

Ahora que estaba en su piso de estudiantes, Heine confirmaba con tristeza que Orión no se escuchaba cerca.

—Orión me ha dicho que se le ha olvidado un trabajo importante para la uni y no se puede saltar las clases, que si se lo llevo yo. Sin por favor ni nada.

El pelirrojo replicó enseguida, dejándole sordo el oído:

—¡Te he dicho eso porque es verdad! ¡¿Por qué no me crees cuando te hablo?!

Y vaya mierda de asunto a vida o muerte, por cierto.

—¡Buf! Pues buena suerte —rió Diana, cachondeándose. ¡¿Y Heine qué era, el pringado de turno?!—. Yo ya me voy a clase, que no llego.

—Vale... Adiós, que vaya bien.

Diana lo despidió con el manillar de la bicicleta en las manos, levantándola para entrar en el ascensor. El joven de las gafas de pasta se planteó ayudarla, pero... tenía a un histérico al oído.

—Heine, en mi habitación...

—Que ya voy.

Heine cruzó el pasillo estrecho, que ya conocía demasiado para su gusto, adentrándose en el primer cuarto, enano y tan destartalado como de costumbre.

La visión de esa habitación patas arriba lo devolvió a la realidad.

Ni una, ni una sola de sus fantasías se había cumplido...

—Y ahora serás capaz de pedirme que busque algo entre este desastre...

—Sí.

Orión tenía una habilidad espectacular para ignorar lo que no le interesaba.

—Por fa, tienes que encontrar un dibujo en A4 de una sirena desnuda.

—De verdad, me dan ganas de matarte.

—¿Sabes lo que es un A4?

—No, lo siento, no estudio con folios igual que tú.

Su sarcasmo casi se escapaba por la ventana; los oídos sordos de Orión llenarían el campus de la Universidad Politécnica donde estaba estudiando, supuestamente.

Pese a sus quejas, Heine se dispuso a cumplir la petición. Por parte de Orión, no podía existir una muestra de confianza más entregada que la de dejarlo entrar en su piso mientras no había nadie. Encima le había dado vía libre para husmear lo que quisiese...

Tú conmigo y yo conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora