16 | Tú conmigo y yo conmigo mismo

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Orión estaba a punto de decir aquello tan importante frente a los dos mejores amigos de Heine, y Heine estaba a punto de pedir una botella de ginebra para bebérsela de un trago y olvidar lo que quiera que su pareja fuese a decir.

No podía decirle eso en público. Lo iba a matar como lo hiciera en público.

Orión abrió la boca:

—Hoy... es mi cumpleaños. Y me he pasado dos meses lloriqueándole a Heine por venir de boda justo hoy, ¡que no es que no me apeteciese, eh! Pero, yo qué sé, me imaginaba que pasaríamos el día juntos, además Dian me dijo hace un porrón de años que le apetecía venir a Madrid por mi cumpleaños alguna vez y este año tampoco ha podido ser... pero bueno, que ya vendrá, ¡que esto está siendo mejor! Me lo estoy pasando de puta madre, en serio, vuestra familia es toda majísima y...

Heine no escuchó nada de lo que Orión siguió diciendo.

No había cajitas con anillos, ni declaraciones de rodillas, ni promesas de amor eterno que no lo dejasen dormir... No había nada de eso.

Orión no había entendido ni una palabra de lo que Ángela le había dado a entender...

Orión no le estaba proponiendo matrimonio.

Heine notaba el corazón en la boca, como si hubiese estado a punto de vomitarlo. Al parecer, ni siquiera la deductora Ángela o el perdido Carlos estaban reaccionando a la gran noticia que Orión había soltado en realidad.

¿Cómo que gran noticia...? Aquello de grande no tenía nada.

Todos dejaron al pelirrojo acabar la retahíla de excusas y rodeos antes de aportar algo a su monólogo de aniversario:

—Vaya... Felicidades, bro —sonrió Carlos. Se escucharon los golpes enérgicos que propinó sobre la espalda de Orión—. Me alegro de que te lo estés pasando bien. Tendremos que invitarte a algo, entonces.

—Que sí, que sí. Que no lo digo por cumplir, ¿eh? Y con el cuadro también me lo pasé bien —rio el pelirrojo—. Y rebuscando por tu Instagram, las cosas como son.

—¡Eh! Pero serás cotilla, ¿qué miraste?

—¡Cotilla no, tío, que lo tienes en público! ¡Tenías hasta una foto de la primera vez que cenamos en Madrid, menudas pintas llevábamos...!

—¡No jodas! ¡Yo no me acuerdo de subir eso! ¿Cuál es?

Orión y Carlos sacaron los móviles para mirar fotos del pasado y reírse a carcajadas, de ellos dos y de los propios Ángela y Heine, como si no se encontrasen presentes.

Y en cierto modo no lo estaban. Ángela seguía pasmada en el chasco de no visualizar una preciosa declaración de matrimonio en directo, y Heine todavía se recuperaba del shock de haber estado a punto de sufrir ese momento con trescientas personas delante, incluyendo camareros atareados y familiares de los que no se sabía ni su nombre.

La promesa de una canción o bebida especiales se cumplió, aunque no fuese exactamente lo que Ángela esperaba ofrecer. Tanto la familia del novio como de la novia se habían encariñado con un pelirrojo que no conocían de nada (¡que su tía Montse me ha encargado un cuadro!, gritó Orión en algún momento).

Todo el salón se entregó de corazón a ese "Cumpleaños feliz" que cantaron para él.

—Ay... Nunca me había cantado "Cumpleaños feliz" tanta gente...

Hubo varias risas exageradas ante el comentario y algunos vítores, como si de un gol de final de Mundial se tratase. Se siguieron los bailes que parecían espasmos de infarto, la riada de bebidas combinadas, los momentos románticos y tiernos...

Tú conmigo y yo conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora