⚠ Capítulo con una escena algo sugerente, no explícita (+18) ⚠
La discusión acerca de la camisa que Orión debía llevar a la boda los tuvo entretenidos durante unos tres meses. Más o menos, ese fue el tiempo que pasó tras hablar con los ajetreados novios, preparar las maletas para el fin de semana y llegar hasta el lujoso hotel con spa en primera línea de playa, rodeado por las finas arenas de un cachito privado de la Costa Blanca.
Ni siquiera cuando se adentraron en la recepción del hotel cesaron su repertorio de quejas:
—Ya estamos otra vez —replicó Heine, importándole poco o nada que tuvieran público a su alrededor—. Que no vas a ponerte la camisa de las cerezas.
—Sabes que es la que llevé a nuestra primera cita y que te gustó, ¿verdad? ¿Tú sabes la ilusión que me hace a mí que aún me quepa?
—Que me da igual, eso no es serio, no sé ni cómo la has metido en la maleta sin que te viera...
Orión soltó una risotada.
—¡Uy! Si supieras la de cosas que he metido sin que las veas tú...
Heine le dirigió una mirada asesina, pero Orión se enfrascó en el check-in sin hacerle ni caso. Por supuesto, la persona al otro lado del mostrador ya se estaba riendo.
Mientras esperaban a que Orión recordara su propio documento de identidad, Heine se entretuvo mirando la gente que atravesaba el hotel. Aquellos paseantes tenían toda la pinta de llevar hospedados un buen rato. Acompañó con la mirada a una pareja de ancianos que paseaban cogidos del brazo, y después ojeó a un grupo de chavales ruidosos a la salida de los ascensores.
Se preguntó si todos serían familia de los novios, si habría más amigos invitados a la boda o más compañeros de universidad. Heine llevaba años sin ver a la mayoría. Prometieron mantener el contacto y todo eso, pero, para quienes abandonaban la ciudad, aquello casi suponía un imposible. El círculo de matemáticos graduados se había desperdigado entre Valencia, Alicante, Madrid o Barcelona, e incluso algunos países europeos.
Heine solo había mantenido amistad con las dos personas que ese fin de semana se estaban casando. Ángela y Carlos habían comenzado a salir nada más terminar la carrera, y vivían bajo el mismo techo desde que Orión se plantó en Madrid y Heine le abrió las puertas de su casa.
Se podía decir que sus relaciones eran un espejo la una de la otra. La pareja de la boda también se había mudado a Madrid, ya que Ángela había encontrado un buen puesto de trabajo en una multinacional tecnológica. Carlos había decidido acompañarla en esa aventura y empezar su carrera profesional en la capital.
Aquella invitación de boda había sido bonita e inesperada, pero no surgía de la nada. Las dos parejas se habían convertido en inseparables. Lo habían compartido todo: cenas, cañas, tardeos...
¿Cuántos años haría ya que se conocían? ¿Más de diez? Habían estado juntos durante todos los cursos universitarios, desde la primera clase de Álgebra hasta el último trabajo de la carrera, ese que expusieron primero Ángela, luego Heine y, por último, Carlos...
ESTÁS LEYENDO
Tú conmigo y yo conmigo
RomanceLos polos opuestos se atraen. Esto suena muy romántico, pero Orión Calabuig y Marcos Heine no viven en ningún cliché amoroso, sino más bien todo lo contrario. Desde que se conocieron en un autobús y tuvieron la estúpida idea de quedar todos los vier...