Capítulo 24:...Conociendo a Santino

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Estoy aquí, acostada en mi cama, después de otra pésima noche de sueño. Lo digo así, ni más ni menos que porque creo que en la clase de dibujo, en el instituto, descanso más que en la maldita noche pasada, entre los sueños que tuve, los gemidos en el siguiente cuarto y mi imaginación hiperactiva, no he dormido nada. Lo más lamentable? Es una mujer diferente cada noche, y yo me siento cada vez más patética por prestar atención, siquiera a la manera en que caminan. Es que digo...tanto me obsesiona Alessandro que ya hasta conozco el modo en que sus amigas caminan? Ciertamente, sí admito que estoy muy mal.
Por otra parte confieso que, al parecer, cualquiera diría que cometí la traición del siglo, dada la manera cómo Alessandro pasa olímpicamente de mí. Quiero decir...me dispensa la misma atención que si yo fuera un maldito dibujo infantil, indigno siquiera de su mirada, y eso es ridículo, especialmente, si se aprecia que no soy yo la que recrea una suerte de Libro Mágico del sexo cada noche...y lo llamo Libro Mágico, porque a ver, no creo que exista un libro lo suficientemente largo, ni siquiera sobre la temática en cuestión, como para abarcar todas las noches, todas las horas, en que él lo hace; es indiferente que sea con una o con otras muchas mujeres...también es indiferente que yo cada mañana arme una suerte de puzzle con mi corazón roto en un millón de diminutos pedacitos; es que esto es ridículo...quiero decir, es ridículo que me sienta tan afectada por un hombre al que realmente, sólo le gusta jugar al niño indeciso. Pensar en él, ya me pone de mal humor, y me arruina la mañana de modo que, con todo mi cansancio a cuestas, extraigo mi cuerpo de entre las sábanas, y camino hacia el cuarto de al lado, es decir, al baño.
Quiso la maldita mala suerte que, cómo no, mientras estoy lavando mis dientes, frente al espejo -es tanta mi molestia que lo repito- cómo no, entrara como Juan por su casa, el rey del mundo -apreciese el sarcasmo-, Alessandro Gentile. Si no hubiese tenido el cepillo y dentífrico entre mis dientes, de seguro emito un gruñido. Se detiene casi rozando mi espalda.
Mentiría si dijera que Alessandro no hace vibrar de una manera especial cada célula, cada vello de mi, en lo que a él respecta, hiper sensitivo cuerpo. Es que de verdad, es humillante, yo lo siento de esa forma, saber que me derrito interiormente, por un hombre que mayormente, ni siquiera repara en mi existencia.
De repente, todo pensamiento racional es extirpado violentamente de mi cerebro, cuando siento que él frota su cuerpo con la parte trasera del mío, dándome un claro reflejo -por decirlo de algún modo- de su enorme erección...lo que sin ningún tipo de demora, me hace saltar, casi como si me hubiese quemado con algo hirviente, y ni lenta ni perezosa, giro mi cabeza hacia él, y digo:
:- Ma et tu, cosa credi, che sono la tua puttana?- Pero y tú qué te crees, que soy tu puta?

Por supuesto, no hizo falta que me invitara a largarme del baño; lamento decirlo, pero si bien, no puedo negar las sensaciones que sólo Alessandro provoca en mí, no es menos cierto que aún tengo frescos en mi mente, cada uno de los despreciables gemidos que me impidieron descansar durante la maldita semana...y eso por no mencionar las malditas lágrimas, y lo mucho que me ha costado disfrazarlas, para asistir al instituto. Sé, obvio que lo sé, que Lorenzo y otros, de ese grupo, habrán comentado, como mínimo, mi no muy alagüeña apariencia, y eso, sólo reaviva mi molestia hacia el hijo de Gianna, y mi decisión de cortar de raíz, cualquier antigua ilusión mía. Sigo teniendo la convicción de lo que pensé cuando llegué a esta casa, nadie va a amarlo como yo, pero está visto que mi amor no es suficiente, o en cualquier caso, no es lo que él quiere. Pues bien, que sea feliz con la loca escogida a tal fin, nada puedo hacer yo al respecto, y aún si pudiera...pues mi dignidad no me permite hacer más al respecto. Alessandro quería que yo estuviera con otro? Pues bien...en Palermo hay gente de sobra para escoger; quizás no tenga por costumbre ser la más comunicativa de las personas, pero eso está a punto de cambiar, aunque deba tragarme algún que otro comentario ácido u opinión, se acabó la Gioia que suspiraba por un infeliz -sólo puedo calificar de esa manera a un hombre que desprecia mi amor para conformarse con la psicopatía de una persona como Fiama Buongiorno-; es hora de armar mi bolso -metafóricamente hablando, claro- y rescatar lo poco que queda de mi orgullo. Ya...te prometo, Alessandro que recordarás tu desprecio hacia mis besos, esta noche, y que llorarás lágrimas de sangre, antes de volver a sentir mis labios.
Así, regresé a mi cuarto con la poquitísima dignidad que aún conservaba, y me obligué a acostarme y dormirme...así fuera lo últiml que hiciera.

Distantemente Mío... [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora