Capitulo 12:...Salvada por el enemigo

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Carmella...

Ya es domingo por la tarde. El viernes último, fue la fiesta de la perra de Fiama, fiesta a la que, como era de esperarse, mi hermano Domenico, estuvo invitado, mas yo no. Como digo, era de esperarse, pero ello no implica que me agrade saber que él tiene beneficios de los que yo, obviamente, carezco. Por supuesto, con sólo imaginar el origen de tales beneficios, la verdad es que prefiero quedarme sin ellos, esto desde luego, no se discute, pero ello no hace que me guste tener poco menos que de enemiga a esa perra. Por otro lado, no me gustaría tampoco, estar en los zapatos de la chica nueva, la tal Gioia, porque en lo personal, he visto la manera en que Fiama irradia veneno, cada vez que alguien nombra a la hermana de Lorenzo Montevecchio, en su presencia. También, admito que me disgusta bastante, el modo en que Robertino Rosso responde a la mafiosa...digo, desconozco absolutamente, la razón de esa obediencia, poco me importa, realmente.
En cualquier caso, no cambia que tenga a Fiama Buongiorno entre ceja y ceja, ni tampoco impide que la siga considerando la mayor perra en suelo europeo.
Tengo absolutamente claro, que mis pensamientos, suenan como si yo fuese una niña caprichosa, pero pues no es así. Es que esa chica, juega con todo el mundo. Si le agrada la persona, simplemente se divierte a costa de ella, y si no, es bien capaz de asesinar. Bien lo sabemos casi todos en Palermo. Lamentablemente, está claro que saberlo, no impide que la mayor parte de los seres humanos, en esta ciudad, besen el suelo por dónde ella camina, y no, no son celos, pero es que, qué tiene esa perra mafiosa, que él resto de mujeres no? Todavía, recuerdo cuando llegó Agustino al Santa Olivia, ja. Ella y yo éramos amigas, en aquél tiempo, o por lo menos, yo era su amiga, evidentemente, ella no hacía otra cosa más que fingir su amistad hacia mí. En cualquier caso, porque a nadie le importan los grandes errores que yo cometí en un patéticamente ingenuo pasado, cometí el imperdonable error de decirle que me gustaría salir con el chico nuevo. Por supuesto, ella se ocupó de arruinarlo todo.
Agustino y yo, inicialmente éramos amigos, si bien es verdad que él siempre fue más amigo de ella. En cualquier caso, la maldita perra, le dijo que me gustaba, hasta ahí, todo iba bien. Pero la muy desagradable, aprovechando que él era bastante tímido -al punto que estuvo de novio mucho tiempo, con una chica, con la que hacían muy poco más que salir a pasear, tomados de la mano-, y que realmente, él y yo nos conocíamos bastante poco, se ocupó de llenarle la cabeza en mi contra. Cierto es que desconozco las palabras que utilizó, pero vamos, Agustino tenía onda, por decirlo de alguna manera, conmigo, cuando terminó siendo novio de ella. Por supuesto, ni me molesté en hablarlo con nadie...la mayoría de la gente, quizás por miedo a ella, tienden a pensar que la loca soy yo, justo como ella pretende. En cualquier caso, ese día, me dí un gusto largo tiempo esperado. La cité a una plaza, lo suficientemente lejos de casa, como para que nadie viera nada, o por lo menos, nadie que no debiera ser testigo de mis actos. Hablamos; por supuesto, como es su costumbre, intento hacerse la buena, hacer ver que todo, lo había hecho por mí, porque Agustino era un mal muchacho, y no me convenía. Tal vez, fuera cierto, no lo sé, tampoco es como si hubiera tenido la oportunidad de comprobarlo por mí misma. No, ella se encargó de destruir cualquier idea que él, pudiera haber tenido, de estar conmigo. Por supuesto, esa tarde, en un pestañeo, entendí que era una oportunidad que no se repetiría, así que, sin ninguna dubitacion, rápidamente, me lancé sobre ella, quedando a horcajadas, y enseguida, empecé a hacer lo que siempre había deseado, la tomé de los pelos, parecía una loca. Cuando por fin, sentí que la furia me abandonaba, le dí un último golpe en la mejilla y me levanté, dejándola en el piso, con su ropa de zorra, echa un asco, y escupí al lado. Por fin, me había sacado la careta y también, las ganas de golpearla. No obstante, aún me acerqué a su cara y le advertí:
:- No vuelvas a tocar lo que es mío.- Y sin ningún remordimiento, me puse de pie y me fui de la plaza.

Por supuesto, fui consciente en todo momento, de que ella tenía un millón de maneras, de vengarse de lo que allí había ocurrido, pero bueno, al menos, había eliminado de mi cuerpo, la rabia del momento.

Distantemente Mío... [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora