Capítulo Once: Irritable.

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La autodestrucción de mi misma es algo que no puedo evitar fácilmente. Algo que, aunque quisiera con todas mis fuerzas que parara simplemente no puedo, no sé cómo hacerlo.

No sé cómo vivir una vida normal.

No sé cómo no hacerme daño intencionalmente.

Hasta ahora, no he encontrado razones para no hacerlo, y a veces, lo hago sin darme cuenta ¿Qué hay de malo en mí?...

Hoy es un día de esos.

Donde la frecuencia de esto es tan intensa que no puedo parar, que las ideas sobre mi misma son tan... negativas y auto insuficiente que no encuentro un buen sentido para poder evitarlo.

Lo estoy volviendo a pensar, estoy en el camino de volver a intentarlo. Pero a todas estas, sí hay miedo, porque a pesar de saber que quiero hacer esto ¿realmente es el camino fácil?

Necesito sufrir, tener ese dolor, el mismo que ella sintió.

Esa necesidad, ese sentimiento es tan extraño. Porque al final, aunque diga que siento el mismo dolor, el mismo sufrimiento, el ardor en el pecho y como cada vez me apago más, sigue sin ser lo mismo, nunca será lo mismo.

Porque, aunque comprenda eso, no lo entiendo. Eso duele más.

Porque no es igual, lo de ella fue real, lo de ella fue tan real que me niego a creer que algo así pudo pasarle. En cambio, yo... tengo el dolor de su pérdida y aunque rogara por traspasar lo que ella sintió hacia mí nunca sabría cómo fue en realidad.

Traslado lo real a algo intangible, a una mentira que me he inventado para negarme sencillamente lo sucedido.

Dijeron que no sufrió, pero simplemente no pueden decir eso. Si ella no hubiera sufrido no estuviera donde está, tres metros bajo tierra y sin escuchar su voz.

Y eso me destruye, hay tantas cosas que lo hacen...

Por eso lo volveré a intentar, quien sabe, tal vez esta vez lo logre. Pero... ¿realmente sería correcto? No creo sufrir así.

A todas estas, ya comenzó mi autodestrucción.

Comenzó gritando.

Continuaron los rasguños.

Siguió el llanto, la ruina misma.

Y terminé aturdida, sin sentir absolutamente nada de mi cuerpo.

Hasta caer en un mismísimo abismo, más profundo de lo que ya se encontraba...


Desperté.

No fue una pesadilla.

Fue un recuerdo.

El recuerdo dentro de uno de mis días dentro del hospital.

El día el cual por primera vez me sedaron.

Ese día, terminé con rasguños en mi cuello por culpa de un ataque de pánico, con casi un intento de suicidio donde casi saltaba por una ventada.

Recuerdo haber jurado que no volvería ocurrir y aun así pasó. Juré también que evitaría que me sedaran de nuevo, y aun así volvió a pasar.

...

Hoy, después de varios meses, volví a manejar un auto.

Fue relajante, debería de hacerlo seguido.

Llegando a Levine Hight, volviéndose una completa rutina desde las últimas semanas, entro apresuradamente junto a mi hermano. No ha sido difícil adaptarse, y eso es complicado de decir conmigo, Lev por su parte ha sido más abierto con las personas que nos rodean.

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