Capítulo Siete: Caleb.

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Caleb Campbell.

Actualidad.

Escucho como suena la alarma repetidas veces y trato de ignorarla como puedo, o por lo menos los primeros minutos. Hoy tengo práctica con el equipo de hockey a primera hora, pero el que me guste mucho no significa que ejercitarme tan temprano sea una de mis cosas favoritas, no cuando eso hace que me atrase con las clases.

Estiro todo mi cuerpo como puedo mientras me muevo dentro de la cama sin necesidad de levantarme, el sueño se ha apoderado de mí más de lo normal, quisiera creer que es porque estaba soñando algo lo bastante emocionante como para seguir durmiendo, pero en realidad no soñé nada.

Todos los días tengo la esperanza de que ese día será interesante y no una rutina monótona, ojalá hoy sea uno de esos.

Luego de ir al baño y lavarme la cara me dirijo hasta la cocina y veo a uno de mis padres, Isaac preparando el desayuno, como lo hace siempre. Me acerco hasta que me nota y me sonríe.

—Por un momento pensé que no querrías ir al instituto —dice— ¿tienes prácticas hoy? —me pregunta, yo asiento—, eso lo explica.

—Sigo sin entender por qué hicieron ese horario —digo mientras me paso las manos por la cara.

—A ti te gusta, por algo entrenas ¿no?

Él me mira mientras lo dice, quiere asegurarse de que lo hago porque me gusta y no porque me siento obligado a hacerlo. Mis padres siempre dicen eso, que haga todo lo que quiera y me sienta cómodo y no las cosas que me disgustan solo porque creo que es correcto, que siga mi instinto sin ningún prejuicio.

Quieren que viva las cosas a mi manera sin miedo a lo que digan los demás, ignorando las críticas y haciendo que la única opinión importante sea la mía.

No quieren que me sienta presionado por las cosas que siento ni las reprima como a ambos les ha llegado a pasar.

—Sí, solo no me gusta el horario —termino diciendo.

—Thomas está terminando de cambiarse, deberías de hacer lo mismo, así comemos todos juntos —dice, sabiendo que iba a preguntar por él, por mi otro padre.

Porque sí, mis papás vinieron en par.

Le hago caso y me dirijo a mi habitación para terminar de arreglarme y recoger mis cosas, cuando vuelvo ambos me esperan con una sonrisa que les devuelvo, soy alguien que sonríe seguido, alguien alegre, así que no me siento presionado en hacerlo.

Es una buena forma de sentir a alguien en confianza.

—¿Irás a casa de Elliot al salir de clase o vendrás directamente? —me pregunta Thomas vestido de traje mientras desayuna.

—Quizás, si no, pasaré por la pastelería —digo mirando a Isaac.

Mis padres son dueños de una pastelería, aunque solo uno de ellos se encargue, Isaac es quien hace todo para llenar las estanterías y neveras del lugar, me ha enseñado a hacer todo tipo de postres que conozca, estoy muy agradecido con él por eso, me hizo darme cuenta mientras crecía que la cocina es una manera de demostrarle cariño a las personas.

Thomas, por otra parte, es abogado, uno muy bueno hasta donde sé, desde pequeño me ha tenido alejado de su trabajo ya que no le gusta mezclarlo con su familia, pero cuando le pregunto al respecto siempre me responde.

—Si estás cansado no tienes por qué ir, no me gusta que hagas horas extras en el lugar —me responde papá.

Yo río, trato de no sobre esforzarme nunca cuando tengo prácticas de hockey o exámenes yendo a la pastelería o trabajar en ella, pero me gusta ir, el ambiente es muy bueno y el olor de postres recién horneados es una de las cosas que más me gusta.

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