4. Reencuentro

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Volví sobre mis pies, incrédula de la mala suerte que tenía. Y ahí estaba, después de tanto tiempo. Su apariencia seguía siendo la misma; cara linda de chico bueno, sin dobles intenciones, pero todo seguía siendo eso: una apariencia. Giré mi cabeza, buscando a Kyan; pero para mi sorpresa él ya iba a varios metros de distancia de mí. Resoplé frustrada y maldije para mis adentro.

—Jones —dije, caminé esquivándolo. Pero era de saber que él no haría fácil mí huida.

— ¿Cómo has estado? —Lo miré incrédula de su cinismo.

—Bien y no gracias a ti —espeté, molesta que no se apartara de mi camino.

—Lo sé. —Sonrió, pero una triste—, estoy en la ciudad por una semana y me gustaría invitarte a tomar algo. —Froté mi rostro sintiéndome cansada.

—Gracias, pero no gracias —respondí e intenté de nuevo alejarme, pero no lo permitió—. ¡Pablo, déjame en paz! —exclamé furiosa.

—Emily, sé que me odias. —Iba a decir algo, pero él prosiguió—, pero lo único que deseo es que cerremos este círculo. Y así puedas seguir tu vida, como yo la mía.

—Yo he seguido con mi vida —refuté. Pablo asintió.

—No esperaba menos. —Pensó un momento—, piénsalo, nada pierdes con aceptar, yo solo quiero cerrar el círculo.

—No lo sé. Yo... debo irme —dije.

—Este es mi número, por favor piénsalo y hablemos. Te prometo que será la última vez que nos veremos, si así lo quieres —murmuró las últimas cuatro palabras.

Tomé la tarjeta y a grandes zancadas llegué a mi casa, entré y subí corriendo a mi habitación. Llevé una mano a mi pecho, el cual latía rápidamente. Estrujé el cartón que estaba en la otra mano y lo tiré en algún lado de mi cuarto.

No podía creerlo, « ¿por qué se le había ocurrido buscarme?, ¿por qué justo cuando tenía mi vida tranquila?» Apreté mis parpados con fuerza, reprimiendo las lágrimas que se escocían dentro de mis ojos. Me dejé caer sobre mi cama, sintiendo como el dolor de tiempo atrás regresaba, aunque con menos intensidad, era dolor siempre.

«... yo solo quiero darte una explicación de todo lo que tiempo atrás ocurrió». Sus palabras retumbaban en mi cabeza. ¿Qué explicación iba a darme? Yo ya lo sabía todo, los había visto esa horrible noche juntos y más allá de eso no había nada para hablar.

Limpié una lágrima traicionera que se había escapado y me obligué a poner mejor cara, todo lo de esa noche había quedado sepultado en el pasado. Y aunque Pablo tenía la intención de sacarlo, no lo permitiría.

—Emily, ¿estás aquí? —Me levanté de golpe.

— ¿Dónde estoy? —murmuré, pues había perdido la noción de tiempo y de lugar. La habitación estaba en penumbras, ¿cuánto tiempo había dormido? Tallé mis ojos y me levanté de la cama y salí al pasillo.

—Oh, cariño. Estabas dormida. —Asentí con la cabeza, mientras un bostezo se escapaba de mi boca.

— ¿Qué hora es? —pregunté.

—Casi las siete —respondió mi madre. Abrí mis ojos como platos—, te ves algo cansada. —Negué con la cabeza.

—No tanto, ¿y papá?

—Trayendo comida. —Hice una mueca con mis labios.

—Lo siento, por..., no cocinar. —Mi madre me sonrió relajada.

Bajamos a la sala y ella estaba viendo una de sus telenovelas, me senté junto a ella y presté un poco de atención a la trama; no era una chica que viera esa clase de programas, solo cuando había mucho drama y los protagonistas se encontraban en el momento de los problemas sinfín. Me gustaba verlos sufrir y burlarme.

A pesar de todo © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora