CAPITULO 5

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Albus Dumbledore, era el dueño, tenía buen ojo para las obras de arte y un profundo conocimiento del mercado. Conocía a Hermione desde niña, y había seguido sus progresos pictóricos y su creciente interés por el arte.

—Tenía la esperanza de que algún día te acercaras por aquí para ofrecerte a ayudarme —le dijo visiblemente satisfecho cuando Hermione le hubo explicado el motivo de su visita—. Tener que llevar esto yo solo se me hace cada vez más cuesta arriba. No, no me vendría mal una ayudante. Tú tienes vista para los detalles, y podría enseñarte a evaluar pinturas, y el funcionamiento del mercado.

—Eso me encantaría. Tengo muchas ganas de empezar— le dijo Hermione entusiasmada.
Él asintió
—Bien, entonces. ¿Cuándo podrías empezar?
—El lunes que viene. Esta noche le diré a mi madre que busque a alguien que me reemplace.
—Y eso no le causará a ella mucho estropicio?
—No, no, no se preocupe —contestó Hermione negando con la cabeza—. Al contrario, estará encantada. Lleva años diciéndome que tengo que buscar mi propio camino, lo que de verdad quiera hacer.
Y en efecto, su madre se sintió muy feliz por ella cuando le dio la noticia al llegar a casa.
—Ya era hora, hija —le dijo—, pensé que ibas a quedarte siempre en la oficina. Me encantaba tenerte allí, naturalmente, pero...
—Pero las dos sabemos que si te pedí ese puesto era para poder ver más a Draco —concluyó Hermione, frunciendo los labios—. Sí, mamá, esa es la razón por la que dejo la inmobiliaria. Si quiero cortar para siempre con mi actitud hasta ahora, tengo que hacerlo del todo.
—Además, el señor Dumbledore es un hombre encantador y ya sabes que el arte me apasiona. Quiero hacer algo útil con mi vida, algo que me llene. El matrimonio... bueno, quizá algún día, pero todavía no.
—Buena chica —aprobó su madre acariciándole la mejilla—. Aún eres joven. Tienes mucho tiempo por delante.
—Sí, tengo mucho tiempo por delante —repitió Hermione con una mirada triste en sus ojos azules. Se sentía un poco perdida, pero no quería ponerse a suspirar por cada rincón de la casa—. ¿Qué te parece si nos vamos a cenar fuera, para celebrar lo de mi nuevo empleo? —propuso.
—Me parece una idea magnífica —dijo su madre sonriendo—. ¿Dónde quieres que vayamos?, ¿Al Beef Palace?
Hermione contrajo el rostro. Aquel era el restaurante favorito de Draco.
—¿No te apetece más ir a un chino?
Jean se encogió de hombros.
—Como quieras.
Horas después, cuando salían del restaurante, charlando animadamente, Draco, que pasaba por allí en coche con Astoria, las vio. «Qué extraño», se dijo, «creía que a Hermione no le gustaba la comida china...».
—¿No son esas Hermione y su madre? —murmuró Astoria con cierta aspereza—. ¡Fíjate qué raro! ¿Por qué habrán ido a ese chino? Yo había esperado que la encontrásemos en el Beef Palace. Como dicen que siempre va allí para revolotear a tu alrededor...
Draco la miró irritado.
—No es necesario que la ridiculices —le dijo en un tono suave pero peligroso.
La modelo se quedó mirándolo sorprendida.
—¿Por qué no? Todo el mundo lo hace. De hecho es lo que ella ha estado haciendo hasta ahora, ponerse en ridículo a sí misma. Además, ella lo reconoce — murmuró.
Draco entornó los ojos suspicaz.
—No le habrás dicho nada, ¿verdad?
Astoria cruzó sus elegantes piernas.
—Me la encontré a mediodía en una boutique, y simplemente le dije que estabas harto de ella, cosa que ya sabía —le dijo tan tranquila.
Draco contrajo el rostro disgustado. Astoria no era precisamente un dechado de tacto cuando se trataba de decir las cosas, y estaba seguro de que Hermione habría pensado que la había enviado él.
Así que la semana siguiente con la excusa de devolverle el folleto a la señora Granger y discutir con ella los detalles de la compra del terreno, esperó poder ver a Hermione y aclarar aquello pero la joven no estaba en su mesa.
Llamó a la puerta abierta del despacho de Jean Granger, y esta alzó la vista de los papeles que estaba revisando para saludarlo e invitarlo a pasar, haciéndole un gesto con la mano para que se sentara.
—Bueno, ¿qué habéis decidido? —le preguntó con una sonrisa cordial.
—¿Dónde está Hermione? —inquirió Draco sin responder ¿No estará enferma o algo así?
Jean Granger lo miró sorprendida. O mucho la engañaban sus ojos y sus oídos, o Draco Malfoy estaba preocupado por su hija.
—Pues la verdad es que ha encontrado otro empleo, Draco —le dijo vacilante—. Ahora trabaja para Albus Dumbledore.
—¿En la galería de arte? —farfulló él incrédulo. Se recostó en el asiento dejando escapar un pesado suspiro—. ¿No le parece que está llevando las cosas al límite? —le dijo a la señora Granger—. ¡Por amor de Dios, solo falta que se destierre por mí!
Sabiamente, no dijo nada al respecto, sino bajó la vista a sus papeles, haciendo que los ponía en orden. ¡Si él supiera...! Hermione le había comentando incluso durante el fin de semana que estaba pensando en alquilar una habitación en una pensión para empezar a independizarse.
—La oportunidad del trabajo en la galería se le presentó de repente —murmuró.
—¿No le habrá mencionado por casualidad que haya tenido un encuentro con Astoria últimamente, verdad? —insistió Draco, inclinándose hacia delante y observándola fijamente, sin pestañear.

—No —contestó la señora Granger contrariada— ¿por qué?
—Parece ser que Astoria le ha dicho algunas cosas bastante duras, como si hablara en mi nombre —le explicó él
—Quizá haya sido lo mejor —dijo la señora Granger pensativa—. Es mejor que Hermione no albergue vanas esperanzas respecto a ti, Draco. No te preocupes por ella. Con el tiempo lo superará, y seguramente acabará casándose con Harry.
—Harry es un playboy —repuso Draco frunciendo el ceño.
—Puede que no haya sentado aún la cabeza —concedió—, pero si aprecia a mi hija como creo que la aprecia, puede que llegue a amarla, y entonces tal vez dejará de ir de flor en flor.
—Los tipos así raras veces cambian, señora Granger —insistió Draco entornando los ojos.
La mujer sonrió con tristeza.
—No puedo decir que sea el yerno ideal, pero es la vida de Hermione, no tengo derecho a interferir en ella.
Draco volvió a recostarse en el asiento de cuero y frunció el ceño intranquilo.
—Bueno, y entonces... ¿qué habéis decidido respecto a ese terreno? —le preguntó de nuevo la señora Granger.
—Vamos a comprar —respondió él abstraído. Ofreció una cifra y dejó a un lado su preocupación por Hermione por un momento para discutir aquella transacción.

Sin embargo, el comportamiento de la joven le parecía desmesurado, y cuando abandonó la inmobiliaria, fue derecho a la galería de arte.

Para Ella -DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora