CAPITULO 4

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—Por supuesto que no lo está... porque ni siquiera la he besado —replicó Draco mirándolo fijamente—. Hannah tampoco me tenía miedo hasta que intenté llevármela a la cama!
Cygnus le sostuvo la mirada.
—Bueno, ahí tienes la respuesta: quién nada arriesga, nada gana —lo aleccionó. Draco resopló irritado.
—Aunque Hermione tuviera unos años más, jamás me atrevería a... ¿es que no lo entiendes? —exclamó arrojando los brazos al aire, y girándose hacia la ventana —. Aquella experiencia me dejó marcado. Perdí el control y le hice daño a Hannah. Mi estatura y mi fuerza no son cosa de broma.
—Es cierto que eres muy alto, y fuerte como un toro —asintió Cygnus—, pero te has creado un complejo absurdo. Solo porque una histérica te acusara de haberle roto las costillas...
—Bueno es verdad que le hice daño —murmuro Draco, sintiéndose fatal.
—Se hizo daño ella sola —replicó Cygnus—, forcejeando contigo y cayéndose de la cama —le recordó Cygnus—. Apenas medía uno sesenta, era toda huesos, y para colmo resultó ser una virgen aterrorizada. Hermione en cambio es una chica alta, bien formada... es más tu tipo.
—Me da igual que sea mi tipo, ¡es una cría!
—Lo que tú digas —se rindió Cygnus, encogiéndose de hombros—. Probablemente acabará casándose con el honorable médico y tendrán diez hijos.
—Si es lo que quiere, por mí bien —dijo tozudamente Draco. 

Y, sin embargo, al decirlo, le hervía la sangre solo de imaginarla en la cama con aquel petimetre. Se caló el sombrero hasta los ojos y salió del estudio.

En los días siguientes, Draco advirtió una diferencia notable en su vida. Cuando iba a la ciudad, Hermione ya no aparecía detrás de él en las tiendas, ni se asomaba sonriente desde la ventana de la inmobiliaria para saludarlo. Asistió a varios actos sociales, e incluso se llevó a Astoria con él, pero Hermione no acudió a ninguno.
Debería haberse sentido rebosante de felicidad, pero, de algún modo, le dolía que Hermione ya no tuviera el menor interés por él, y por mucho que empezara a enumerarse mentalmente las causas por las que no quería tener una relación con ella, no servía de nada.

Dos semanas después de la fiesta, Hermione estaba en una boutique de la ciudad, cuando entró Astoria en el local llenando el ambiente con su caro perfume.
—¡Vaya hola, Hermione! —la saludó con una sonrisa.. — ¡Bueno, así que Draco finalmente te ha ganado la partida¡ No te vimos en la fiesta de los Abbott el otro día ni tampoco en la barbacoa de los Notts... Me di cuenta que nada más llegar, Draco se pasó varios minutos mirando de reojo todo el tiempo, por si aparecías. ¡Pobre hombre!, le has causado manía persecutoria —concluyó riéndose.
Hermione contrajo el rostro enojada por semejante retrato de sí misma.
—Bueno, ya he dejado eso atrás. He decidido dar una oportunidad a mi relación con Harry.
—Hmm... El doctor de las manos largas, ¿eh? — murmuró Astoria sarcástica, mientras examinaba uno de los vestidos más caros de la tienda—. Espero que te des cuenta de que no te será fácil conseguir que te sea fiel, porque imagino que habrás oído que llevó a Cindy Grayson a la fiesta que los Ford dieron este fin de semana, ¿no? Y que ella no regresó a su casa hasta el amanecer.
Hermione miró a la mujer con puro odio.
—¿Sientes placer atormentándome, Astoria? —le espetó—. Ya tienes a Draco. ¿Qué más quieres?
La modelo enarcó sus finas cejas.
—No tengo a Draco... todavía —le contestó—. Simplemente me pidió que le ayudara a mantenerte alejada de él. Me dijo que haría lo que fuera para librarse de ti— añadió, observando a Hermione con altivez—. Aún tienes mucho que aprender, querida —dijo chasqueando la lengua—. Tendrías que haberte dado cuenta de que Draco es de esa clase de hombres a los que no les gusta que los persigan. Te perjudicaste a ti misma con esa estrategia tan poco sofisticada.
Cómo odiaba a aquella mujer...
—Pues ya lo he dejado tranquilo —dijo la pobre Hermione, con un nudo en la garganta y las mejillas ardientes.
Astoria se encogió de hombros.
—Me temo que él no está tan convencido. Aunque a mí eso me viene de perlas —dijo con una sonrisa perversa—, porque mientras siga sintiéndose amenazado por ti, continuará recurriendo a mí. Es realmente increíble en la cama, ¿sabes? —añadió con toda la intención, observando encantada la expresión de angustia en el rostro de la joven.
Hermione volvió a colgar la falda que iba a probarse y salió de la tienda apresuradamente.
Astoria la observo alejarse con una sonrisa diabólica.

 Había sido tan fácil como quitarle un caramelo a un niño. Inexplicablemente, la joven se había dado por vencida en el primer asalto, pero Draco parecía preocupado desde que empezara a ignorarlo, así que la única posibilidad que tenía de conseguir que la olvidara era hacer que ella lo odiara. Bueno, parecía que al haberle mentido, sugiriendo que se estaba acostando con él había funcionado. Sonrió satisfecha, y descolgó el vestido, tarareando una canción mientras se dirigía al probador.
Por la tarde, Hermione no consiguió concentrarse en el trabajo, y en cuanto fue la hora de salir, se fue directa a la galería Dumbledore, decidida a cambiar su vida de una vez.

Para Ella -DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora