Casi había anochecido cuando Draco regresó al hospital y para sorpresa de Hermione, se presentó con un enorme osos de peluche blanco bajo el brazo. Tan vergonzoso como siempre cuando se trataba de esas cosas, se lo tiró como si no quisiera dar importancia al detalle.
—Ten, pensé que te alegraría.
—¡Oh, Draco es adorable! —exclamó Hermione acariciándolo. Había esperado que él siguiera con ganas de pelea, pero parecía que quería hacer las paces—. Gracias.
Él se encogió de hombros, y se sentó en la silla junto a la cama, mirándola con los ojos entornados.
—Bueno, ¿y qué quería Harry? —inquirió sin andarse por las ramas.
—Pues ver cómo estaba, por supuesto.
—Ya, pero, ¿has roto el compromiso o no? — insistió él.
—No —contestó ella bruscamente.
Y en el fondo era la verdad: había sido él quien lo había roto y no ella. Sin embargo, su orgullo le impedía decírselo a Draco. Él acercó la silla a la cama y se inclinó hacia ella, fijando la mirada en los labios de la joven.
—¿Cómo has dicho?
La proximidad de Draco y el olor a colonia y aftershave la hizo sentirse mareada. Ansiaba volver a sentir sus labios sobre los de ella, pero se había hecho la firme promesa de no dejarse llevar otra vez.
—Ya te dije que mi compromiso no es asunto tuyo —le espetó obstinadamente. Apretó el oso contra ella como una barrera, pero él lo apartó, arrojándolo a los pies de la cama.
—Suponte que hago que lo sea... —murmuró, sosteniéndole la mirada—. Supón que te diga que soy endiabladamente celoso, y que no quiero que otro hombre te toque.
El corazón de Hermione se había desbocado, pero no iba a dejarse engatusar por su voz sensual y sus ojos negros.
—Lo que ocurre es que sientes lástima por mí —le respondió ella—. No tienes que abrirme los brazos y jurarme amor eterno solo porque me haya asaltado un vagabundo, Draco.
Él enrojeció irritado.
—No se trata de lástima.
—¿Entonces de qué? —inquirió ella con amargura—. ¿Acaso has sentido alguna vez algo por mí?
Draco se puso de pie de repente. En ese momento, más que nunca, se dio cuenta de hasta que punto había estado reprimiendo sus verdaderos sentimientos, porque la pregunta de Hermione le dolió como si le hubiera clavado un puñal. ¿Cómo iba a convencerla de que se había dado cuenta de que estaba equivocado cuando ella parecía haber decidido que no iba a volver a creer nada de lo que le dijese?—¿No respondes? —masculló ella—. Tal vez sea porque tengo razón, ¿no es así?
Draco una vez más volvió a sorprenderse con la actitud de Hermione. Nunca antes se había mostrado tan directa.
—¿Qué es lo que te ha pasado? —le preguntó.
—No me ha pasado ni más ni menos que finalmente he abierto los ojos —le respondió ella—. He crecido, ya no te idolatro como si fueras mi héroe.
—¿Es eso todo lo que era para ti?, ¿Cómo esos guaperas de cine que encandilan a las adolescentes?
—Solo tengo diecinueve años —le recordó ella—. Soy demasiado joven para enamorarme, y más aún para el matrimonio. ¿No era eso lo que tú pensabas?
Las facciones de Draco se pusieron tensas.
— No te he rechazado hasta ahora solo por tu edad.
—¿Y entonces por qué más?
—Por lo que me ocurrió con Louisa —le contestó quedamente.
Hermione recordó lo que le había contado del desafortunado incidente con aquella chica, y su expresión se suavizó un poco. No era difícil imaginar las cicatrices que debía haberle dejado aquella experiencia.
— Si de verdad te hubiera amado, no te habría tenido miedo —le dijo bajando la vista a las sábanas.
—¿Eso crees?
La voz de Draco había sonado burlona, cínica, pero la joven alzó los ojos hacia él, vio las marcas del cansancio de aquellos últimos días en su rostro y se sintió conmovida.
—Sí, lo creo, y hubo un tiempo, no muy lejano, en que te lo habría demostrado yo misma de buen grado,
Draco, sin embargo, soltó una risotada amarga.
—Eso es lo que dices, pero no tienes ni idea. Si no, no reaccionarías como reaccionas ante mis besos y mis caricias.
—No había sabido lo que era el deseo hasta aquel día, en la galería —le confesó Hermione.
Draco esbozó una pequeña sonrisa.
—Yo me he pasado una infinidad de noches en vela desde entonces —dijo de pronto él con voz ronca, sorprendiéndola—, recordando la deliciosa sensación de tus manos en mi pecho.
A ella le había sucedido lo mismo, y habría podido ser un recuerdo perfecto, si no fuera porque en ese preciso instante los insultos de cierta modelo acudieron a su mente.
—¿Mis manos, o las de Astoria? —le espetó con aspereza.
Draco se acercó a la cama y se inclinó sobre ella apoyando una mano sobre los almohadones, junto a la cabeza de la joven.
—No me acuesto con Astoria, si es eso lo que estás sugiriendo —le dijo entre dientes.
—¿Y no lo has hecho nunca? —inquirió ella con cinismo.
Los ojos de Draco bajaron hasta los labios de Hermione.
—No pienso hablar de mis pasadas conquistas contigo —le dijo—. Lo que ocurrió hace años no tiene nada que ver con lo que pueda suceder en el presente, o vaya a suceder en el futuro.
—Solo que Astoria no pertenece al pasado —le recalcó ella, esforzándose por ocultar el nerviosismo que le producía tenerlo a solo unos centímetros—, o al menos eso es lo que me has dado a entender a mí, y a todo Jacobsville, de paso.
—Sé que he estado huyendo de ti mucho tiempo —admitió Draco—, pero de un tiempo a esta parte, cada vez que te miro, me siento tan excitado que ni siquiera puedo pensar. De hecho, el que me haya estado reprimiendo, el que me haya mantenido alejado de ti, es lo único que te ha salvado de mi deseo hasta ahora.
Hermione enarcó una ceja.
—Pues ahora mismo no te estás manteniendo precisamente alejado de mí.
—Estás convaleciente —le respondió él incorporándose y sentándose con cuidado a su lado sobre el colchón—. No forzaría a una mujer en tu estado.
—Oh, comprendo —contestó ella, irónica.
—¡No, no comprendes nada en absoluto! —le espetó el apasionadamente. Al ver que la había sobresaltado, le acarició los labios con la mano libre—. Ojalá supieras más de los hombres —añadió con un suspiro—. Y con eso no quiero decir que me moleste que seas virgen, pero haría las cosas más fáciles.
—¿Crees que me asustaré como aquella chica? —le preguntó Hermione frunciendo las cejas—. Draco, no voy a negar que las mujeres siempre tenemos miedo a la primera vez, pero me parece que lo estás llevando a límites desproporcionados solo por aquella experiencia que tuviste
—¿Eso piensas? —le espetó él—. No sabes lo que fue para mí aquella noche, las cosas que me dijo...
La angustia de él entristeció a Hermione. Tomó una de sus grandes manos entre las suyas y la colocó sobre uno sus senos, conteniendo el aliento al sentir su cálido contacto. Draco, a quien había pillado con la guardia baja, dio un respingo, pero Hermione no le soltó la mano.
—¿Qué... qué estás haciendo? —inquirió Draco con voy ronca.
—Mostrarte lo asustada que estoy —le susurró Hermione con una sonrisa, apretando la palma del ranchero contra su pecho para hacerle sentir los fuertes latidos de su corazón—. ¿Acaso me tiemblan las manos, Draco, o notas que me disguste tu contacto?
Él entreabrió los labios, en un esfuerzo por recuperar el aliento. Bajó la vista a su mano, y comenzó a moverla, muy suavemente, acariciando el pecho de Hermione a través de la tela del camisón. El pezón se endureció al instante, y ella contuvo el aliento.
Draco sintió que todo su cuerpo se tensaba, y que su respiración empezaba a volverse trabajosa. Rozó los labios de Hermione con los suyos, y la joven le respondió al momento mientras él cerraba la palma de su mano en torno a la perfecta circunferencia de su seno Draco la tomó por la nuca con la mano libre para acercarla más hacia sí, e hizo el beso más profundo.
Sin embargo, al cabo de unos segundos, interrumpió el encendido beso y se puso de pie, visiblemente tembloroso por el deseo que con tanto ahínco se esforzaba en reprimir.Hermione se quedó mirándolo extasiada, y su ojos descendieron sin pudor a esa parte de su anatomía que delataba su interés por ella.
—¿Ves lo aterrorizada que me tienes? —susurró, mirándolo sensualmente, se estiró el frontal del camisón con las manos para que pudiera ver las erectas puntas de sus senos.
Draco tuvo que tragar saliva antes de poder hablar. Las facciones se le habían puesto rígidas mientras la miraba.
—Tú no lo entiendes, Hermione, el acto sexual es mucho más que eso. No sabes...
Hermione subió los brazos, dejándolos caer a ambos lados de su cabeza con un suspiro.
—Tienes razón, y supongo que nunca lo sabré ya que tú tienes miedo de llegar hasta el final.
Draco la miró irritado.
—No me provoques. Este no es el momento ni el lugar.
—Pues entonces olvídate de mí —le dijo Hermione— Harry quiere casarse conmigo y está deseando que llegue nuestra noche de bodas —mintió.
Draco alzó el rostro furioso, y Hermione pudo ver que los ojos le relampagueaban, pero le sostuvo la mirada.
—¿Qué? —le espetó la joven desafiante—. Pensaba que querías librarte de mí. ¿Qué te importa que me case con Harry?
—Harry es un inmaduro —masculló Draco apretó la mandíbula—. Jamás serás feliz a su lado, cada vez que te des la vuelta te engañará con otra, y tú no lo amas, me amas a mí.
—¿No eres un poco pretencioso al asumir eso? — preguntó ella irritada.
—Puede ser, pero es la verdad —contestó él—, y no voy a permitir que te cases con Harry cuando es a mí a quien amas.
—¡Pero si tú no quieres ataduras! —replicó ella—, casarte, ni tener hijos.
—¿Cómo sabes que no es eso lo que quiero?
—¡Porque me lo has dicho tú millones de veces, cada vez que te pedía que me invitases a salir! —le dijo ella, exasperada—. Astoria es más de tu estilo: atractiva, sofisticada, divertida, sin exigencias ni preocupaciones... y nunca tendrás que preocuparte por romperle el corazón.
—Estás muy equivocada con respecto a Astoria y a mí. No me interesa en absoluto, lo único que quiere es acostarse conmigo.
— Vaya, qué raro, eso sí que no me lo esperaba — contestó ella con una carcajada irónica.
— Bueno, tú debes saber los motivos que tenga, porque tú también quieres hacerlo —contestó él, sonriendo de un modo burlón. Hermione se sonrojó y lo miró enfadada, pero era algo que no podía negar. Draco dejó escapar un suspiro y esbozó una media sonrisa—. Escucha, Hermione, es cierto que no eres una chica frágil y, que si me esfuerzo, lograré superar aquel incidente que me dejó marcado, porque te deseo, Dios, te deseo tanto...
El corazón de Hermione dio un vuelco. Parecía que hablaba en serio.
—Pero, ¿y Astoria?
—¿Qué pasa con ella? —respondió él, como si estuvieran hablando de una extraña—. Lo mío con ella se acabó hace tiempo, igual que va a terminar lo tuyo con Harry —le dijo en un tono exigente—, porque no vas a casarte con él.
—¿Con qué derecho te crees para organizar mi vida?
—¿Es eso lo que crees que estoy haciendo? Murmuró él—. Hermione, si puedes, mírame a los ojos y dime que no me amas.
Ella alzó la vista y lo intentó, pero las palabras se negaban a abandonar su garganta, y bajó la vista de nuevo, derrotada.
Draco sonrió y se inclinó para besarla en la frente.
—Vendré por la mañana para llevarte a casa. Tu madre tiene una cita de negocios y no podrá hacerlo ella —le dijo, poniéndose el sombrero.
Justo cuando se dirigía hacia la puerta para marcharse, ella lo llamó:
—Draco...
—¿Qué? —contestó él, volviéndose. Los dulces ojos de Hermione estaban mirándolo llenos de ansiedad.
—Por favor, no juegues conmigo —musitó—, no digas cosas que no sientes solo porque te doy lástima
—No te culpo por esa falta de confianza, pequeña —le dijo él—, pero te doy mi palabra de que esto no es ningún juego, y que no me mueven la lástima, ni la culpabilidad. ¿De acuerdo?
Hermione dejó escapar un suspiro, aún no muy convencida.
—De acuerdo.
—Buena chica —murmuró él, esbozando otra sonrisa y guiñándole un ojo—. Hasta mañana.
AHHHH esta es mi parte favorita, no se porque jajaj. Saludos.
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Para Ella -Dramione
FanfictionTras la gran estatura y los anchos hombros de Draco Malfoy, escondía un corazón vulnerable. Acomplejado por un episodio en su pasado, siempre evitó cierto tipo de mujeres, más no puede dejar de pensar en su vecina, diciéndose que es demasiado joven...