CAPITULO 8

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Durante las semanas que siguieron, Draco se sentía cada vez más confundido. Por mucho que se dijera a sí mismo que podía resistir el deseo que sentía por Hermione, le ponía furioso que ella continuara evitándolo, ignorándolo, y siguió saliendo con Astoria, paseándola por todo Jacobsville, y llegó incluso a llevarla un día a la galería Taylor con la excusa de comprar un cuadro para el cumpleaños de su madre. Se mostró tan atento con la modelo, que Hermione sentía deseos de gritar. Si lo que pretendía era vengarse de ella, se dijo la joven, desde luego lo estaba consiguiendo. Sin embargo, en lugar de amilanarse, le respondió aumentando sus salidas con Harry.
En una de ellas, un concierto de música clásica en Jacobsville, se encontraron, para disgusto de Hermione, con que Astoria y Draco estaban sentados unos asientos a su izquierda. Para Hermione fue un auténtico infierno ver cómo le acariciaba la mano y la besaba. A Astoria no le faltaba más que ronronear de placer.

Durante el intermedio, Harry bajó a tomar un trago al bar, y Astoria fue al lavabo. Casi parecía cosa del destino, se dijo Hermione, queriendo que la tragara la tierra, al ver que Draco se había dado cuenta de que estaba sola y que se acercaba a ella.

—¿Lo estás pasando bien?, ¿O el joven médico es un pobre sustituto de mi persona? —le preguntó Draco con una sonrisa burlona. Hermione lo miró iracunda—. Me agrada mucho la compañía de Harry.

—¿De veras? —murmuró él—, pues parece que presta más atención a la música que a ti. Aunque a ti tal vez no te importe, claro...
—Prefiero eso a que esté todo el rato encima de mí como un pulpo —le respondió Hermione.
Draco se rió.
—A Astoria le gusta que la toque —le dijo mirándola a los ojos—; abre la boca cuando la beso, y siento como se derrite con mis caricias...
—Te odio —le dijo Hermione apretando los dientes—. Nunca he odiado tanto a nadie como te odio a ti.
Un bofetón le habría dolido menos a Draco. Su rostro se puso rígido.
—Prefiero eso a que vuelvas a perseguirme, rogándome que te haga el amor —le espetó con el mismo veneno.
Las lágrimas estaban empezando a acudir a los ojos azules de la joven, pero antes de que pudieran brotar, le dio la espalda, y fue en busca de Harry.
Draco la vio alejarse entre la gente, sintiéndose mezquino. ¿Por qué hacía aquello? ¿Por qué la trataba así? ¿Cómo podía estar permitiendo que las cosas llegaran a esos extremos?
Lo único que sabía era que llevaba semanas librando una batalla en la que no tenía ninguna posibilidad de vencer, y que aquella noche había perdido. Ser cruel con ella era la única protección que le quedaba, la única manera de negarse a reconocer la verdad pero ya no podía más.
Suspiró cansado. No servía de nada que intentase seguir engañándose. Había caído prisionero del encanto de Hermione y no tenía caso resistirse, se dijo con una sonrisa resignada.
Al día siguiente iría a la galería, la invitaría a almorzar, y admitiría su derrota. Solo esperaba que ella pudiera perdonarlo.
Cuando terminó el concierto, Harry acompañó Hermione a su casa andando, ya que se encontraba solo a un paseo del centro cívico.
—Ya no queda nada para que termine las prácticas en el hospital —iba diciéndole Harry mientras caminaban—, y el año que viene me estableceré por mi cuenta. Sí, señor, pienso tener mi consulta privada e Houston. Si nos casamos en... digamos diciembre, podríamos mudarnos a finales de enero.
Hermione se detuvo, y lo miró fijamente.
—Quieres decir que tendrás una consulta si mi madre nos da una cantidad sustancial como regalo de bodas —lo corrigió.
Sin embargo, en su voz no había reproche. Conocía de sobra las ambiciones de Harry, y lo cierto era que estaba tan desesperada por alejarse de Draco, que ya todo le daba igual, pero el joven no se había esperado aquello.
—Hermione, yo...
—Sé que no te mueres exactamente de amor por mí, Harry —lo cortó ella quedamente—. Y sé que no eres un hombre de una sola mujer. No me importa. Estoy dispuesta a casarme contigo.
Al ver la mirada apagada en sus ojos azules, Harry se sintió culpable por primera vez. Era verdad que no la amaba, pero sentía afecto por ella.
—Haces que suene como si fuera una transacción comercial.
—¿Y acaso no es eso lo que será? —replicó ella—.Tú tienes tus ambiciones, y mi madre te avalará. Trabajarás duramente y te convertirás en un médico de renombre. Yo me dedicaré a pintar, me encargaré de dar instrucciones a nuestra ama de llaves sobre la casa, y seré la perfecta anfitriona en nuestras fiestas —añadió renunciado a sus sueños de una vida junto a Draco y un hogar en el campo, rodeada de las risas de sus hijos.

Harry dejó escapar un suspiro y la tomó entre sus brazos.
—Yo... Tú te mereces algo mejor, Hermione —le dijo de pronto, sorprendiéndola.
La joven apoyó la mejilla en su pecho y sonrió.
—Cuando quieres eres un verdadero encanto, Harry.
—Soy consciente de mis defectos, Hermione —murmuró él—. Sé que no soy perfecto, pero me siento muy a gusto a tu lado. Contigo siento que puedo ser yo mismo, que no tengo que fingir. Cuidaré de ti, te lo prometo, e intentaré ser discreto a partir de ahora.
—No me importa, Harry, de verdad —le dijo ella. Y era la verdad. No lo amaba, y sus infidelidades no podían siquiera magullar su ya maltrecho corazón—. Se lo diremos a mi madre cuando lleguemos a casa.
Harry asintió, la tomó de la mano con una sonrisa, y continuaron caminando. Hermione le había devuelto la sonrisa, pero por dentro se sentía cada vez más desolada ante semejante perspectiva de futuro.
— ¿Qué os vais a casar? —balbució la señora Granger cuando le dieron la noticia. Lo cierto era que ninguno de los dos parecía particularmente entusiasmado.
—Exacto —confirmó Harry con una sonrisa—. Espero que nos dé usted su bendición, señora Granger. Voy a cuidar muy bien de Hermione.
Jean Granger se habría sentido un poco más feliz si al menos le hubiera dicho que amaba a su hija. Miró a Hermione, y sintió deseos de llorar al ver lo resignada que parecía y su mirada apagada. Sabía que estaba dispuesta a dar aquel paso únicamente para olvidar a Draco, estaba segura, pero su hija tenía edad suficiente para decidir qué quería hacer con su vida.
—Por supuesto que tenéis mi bendición —les dijo forzando una sonrisa—. Espero que seáis muy felices. Bueno, ¿y cuándo pensáis casaros?
— En navidades —contestó Hermione quedamente. Harry asintió.
—Me tomaré un par de días libres y nos iremos de luna de miel.
—Harry quiere establecerse por su cuenta en Houston —añadió Hermione. Al menos allí no vería a Draco a diario.
—Oh, me parece algo muy loable —dijo su madre con cierta tirantez—. Está muy bien que los jóvenes tengáis ambiciones y deseos de prosperar. Por supuesto puedes contar con mi ayuda para lo que necesites, Harry —le dijo, observando el alivio que se dibujó en el rostro del estudiante de medicina.
Se sentía como si le estuviese entregando una dote por su hija, pero tampoco quería verla vivir con estrecheces. Además, era obvio que Draco no estaba interesado en ella. Últimamente se lo veía siempre acompañado de Astoria, e incluso había oído que pasaban todas las tardes por delante de la galería, como si quisiera que Hermione los viera. Nunca había pensado que Draco Malfoy pudiera ser un hombre cruel, pero parecía que Hermione había hecho aflorar esa vena en él. La señora Granger frunció los labios. Tal vez aquel matrimonio fuera lo mejor. Así, al menos, cuando Draco se enterase de que Hermione iba a casarse, tal vez dejaría de atormentarla.
—Mañana mismo iremos a comprar el anillo de compromiso —le dijo Harry a Hermione—. ¿Qué clase de anillo te gustaría?
La joven sonrió débilmente.
—Algo sencillo, una esmeralda —contestó.
—¿Una esmeralda? —repitió él, enarcando las cejas..
—No hace falta que te gastes mucho dinero —le dijo ella—. Después, cuando ya estés bien colocado, puedes comprarme algo ostentoso si quieres.
Harry contrajo el rostro. Lo hacía sentirse ruin.
—Hermione, te compraría un arcón lleno de diamantes si pudiera —dijo de corazón—, tú vales eso, y mucho más.
Jean Granger lo miró gratamente sorprendida y sonrió. Aquello sonaba un poco más prometedor. Tal vez después de todo, Harry no resultaría un mal marido para su hija. ¡Si tan solo Hermione pudiera llegar a amarlo a él...!
—Podemos ir a comprarlo cuando yo salga de trabajar —sugirió Hermione—. Acércate a recogerme e iremos desde allí.
Después del trabajo... La hora a la que Draco solía pasar por allí con Astoria del brazo... La señora Granger tuvo que darse la vuelta para que Harry no viera la sonrisa maliciosa que se había dibujado en sus labios. Bien por Hermione. No iría mal que le demostrara a Draco que ya no estaba muriendo de amor por él.

Para Ella -DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora