CAPITULO 14

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 La enfermera le pidió que saliera al pasillo, y al cabo de un par de minutos entraba en la unidad de cuidados intensivos el equipo médico que atendía a Hermione.

—Ha despertado —le dijo Draco exultante a la señora Granger.
— ¡Oh, Dios mío, gracias, Dios mío! —exclamaba la mujer una y otra vez, abrazando a Draco entre la risa y el llanto.
—¿Cómo es que Harry no está aquí? —inquirió Draco, percatándose en ese momento de su ausencia. Cuando había llegado estaba tan ansioso por ir junto a Hermione que se había olvidado por completo de su «prometido».
—Se fue a casa de sus padres un par de horas antes de que llegarais —le explicó Jean Granger—. Estaba cansado y fue a dormir un poco.
—¿A descansar? ¿Cómo puede haberse ido a descansar con ella aquí, en el hospital? —casi gritó Draco, fuera de sí.
Antes de que la señora Granger pudiera contestarle, salió el doctor para informarles del estado de Hermione y los tres se reunieron en torno a él para escucharlo.
Hermione iba a reponerse, les dijo, pero era posible que le quedara un trauma emocional como resultado de lo ocurrido, y que quizá necesitaría unas semanas de tratamiento terapéutico con un psicólogo.
Cuando el médico se hubo marchado, Draco insistió a la señora Granger en quedarse con ella, y la mujer se sintió verdaderamente agradecida por la compañía de Draco en los días que siguieron, ya que Harry no tuvo más remedio que reincorporarse al trabajo.
Las veces que el joven iba a ver a Hermione, siempre evitaba en la medida de lo posible a Draco, quien lo miraba con auténtico desprecio. Lo cierto era que Harry se sentía si cabía aún más culpable de lo ocurrido al ver al ranchero. Hermione lo amaba, y él no estaba haciendo sino interponerse en el camino de su felicidad. Además, las razones mercenarias por las que había querido casarse con ella habían empezando a atormentarlo al ver el cambio que se había estado fraguando en ella en las últimas semanas. Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que habían sido buenos amigos, y echaba de menos la personalidad chispeante y alegre de la joven. Quería volver a verla sonreír, quería que fuera feliz, pero él no podía lograrlo. En cambio, Draco sí. Iba a dejarle el campo libre al hombre a quien Hermione amaba de verdad. Cuando ella se hubiera repuesto, rompería el compromiso con la mayor suavidad posible, y cruzaría los dedos para que las cosas se arreglaran. Hermione estaba segura de que Draco no podía haber dicho lo que creía haber oído.

—¿Qué? —balbució atónita.
—He dicho que no vas a casarte con Harry —le dijo él en un tono que no admitía discusión. Bajó la vista a la bandeja que le habían llevado a la joven con el almuerzo —. No estás comiendo nada. ¿Es que quieres que vuelvan a ponerte todos esos tubos para alimentarte por vía intravenosa?
La habían subido a planta, y tenía su propia habitación, llena de flores, de amigos y conocidos.
—No tengo hambre —contestó ella, observándolo aún con los ojos muy abiertos.
—Pues tienes que comer —insistió él—, ya has perdido bastante peso.
— Ya soy una mujer, Draco, deja de tratarme como si fuera una niña —le espetó ella irritada.
Draco bajó la vista al pecho de Hermione, bajo el camisón del hospital, y le dirigió una pequeña sonrisa.
—Sí, en ciertos sentidos te has convertido en toda una mujer —le dijo en un tono sugerente.
Hermione se sonrojó, irguiéndose para apartarse de él, Draco se inclinó hacia ella y rozó sus labios con suyos..
—Draco, por favor, no...
Él observó que parecía nerviosa, e incluso algo asustada.
—Lo que sientes es normal, Hermione. El deseo a veces intimida un poco. A mí mismo me aterra el modo en que te deseo.
Hermione se estremeció, y cerró los ojos cuando él volvió a besarla con lánguida sensualidad. Sin poder evitarlo las manos de Hermione subieron hasta los hombros de Draco, y empezó a masajearlos mientras él devoraba sus labios.
—Oh, Draco, no deberíamos hacer esto... — gimió—, estoy comprometida...
Pero él hizo el beso más profundo, haciendo que todo pensamiento sobre Harry y la honorabilidad se desvanecieran de su mente. Emitió un suspiro ahogado de placer, y con manos temblorosas lo tomó por la nuca y lo atrajo más hacia sí mientras él le introducía la lengua ardorosamente una y otra vez.
El modo en que se estremecía entre sus brazos y los dulces sonidos que escapaban de su garganta fueron lo único que lograron devolver a Draco la cordura. Estaba todavía muy débil, aquello podía suponer una tensión emocional demasiado fuerte para ella. Alzó la cabeza lentamente y buscó sus ojos.
—Perdóname, Hermione —le susurró—, pero lo necesitaba tanto... Vamos, deja de temblar, pequeña, o pensarán que estoy torturándote.
—¿Y acaso no es eso lo que estás haciendo? —le espetó ella con la voz quebrada.
Los ojos de Draco se ensombrecieron y su mandíbula se puso rígida.
—Supongo que es la impresión que te da, ¿no es verdad? —le preguntó con voz ronca—. Quiero mucho más que tus besos, Hermione —murmuró. Bajó la vista a sus senos, y la tirantez de los pezones delató hasta qué punto la excitaba.
La joven, azorada, había bajado también la vista y se encontró con la prueba innegable del deseo de él.
— Sí, Hermione, te deseo —le dijo Draco, cuyos ojos habían seguido la dirección que habían tomado los de ella—. Y no puedo ocultarlo como ves.
Ella se mordió el labio inferior, demasiado aturdida como para poder hablar.
—Tranquila, se pasará —le dijo él sonriendo con humor, mientras empezaba a cortarle la carne en salsa que le habían llevado.
Hermione notó que el tono de su voz era muy calmado, y que no parecía avergonzarle en absoluto que ella lo hubiera visto en ese estado.
—¿No te importa que te vea así?
—No particularmente —fue la respuesta. Se rió al ver la expresión estupefacta en el rostro de la joven—. De hecho, me alegra que haya ocurrido.
—¿Que te alegra? —repitió ella confusa.

Para Ella -DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora