INTRODUCCIÓN

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El orgullo de la familia Ross.

El orgullo de la familia Ross

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16 de febrero, 1978. Aberdeen, Escocia.

El llanto de un bebé resonó en la habitación rodeada de personas asistiendo el parto de una adolescente que había salido de urgencia de Hogwarts con contracciones y gritos desgarradores. Era algo mucho más común en los años setentas que las chicas quedaran embarazadas a edades muy tempranas y que decidieran tenerlos por la presión familiar. Pero no había sido el caso de Alessa, ella había decido y amado cada segundo de su embarazo a pesar de tener tan solo diecisiete años, había fantaseado con la familia ideal desde que conoció a su esposo.

Sin embargo el parto había sido tortura, una que no le deseaba ni a su peor enemigo.

Los jóvenes miraron con duda a la sanadora que sostenía a su hijo y luego observaron a los padres del muchacho, que se acababan de volver abuelos. La cara de preocupación se hizo presente.

—Es un varón —comentó la partera, entregando al pequeño a su madre—. Está todo en orden.

Dejaron salir el aire que había estado quemando sus interiores desde el primer segundo del llanto, acompañado por una sonrisa de alegría. Miraron al castaño que tenía la frente empapada en sudor y los ojos a punto de estallar en una lluvia de sentimientos encontrados. Las lágrimas de la chica se afloraron en sus ojos al ver a su pequeña creación entre sus brazos. Justo antes de que la verdadera sorpresa llegara.

Su cara se deformó en una mueca de dolor que parecía haber dejado momentos atrás y la respiración ansiosa volvió a preocupar a su esposo.

Las contracciones continuaron un segundo después, seguidas de un segundo llanto de un recién nacido, con un minuto de diferencia. Las miradas horrorizadas de los ahora abuelos se encontraron con la inesperada noticia.

No era un bebé, sino dos.

Mellizos.

Hubo un silencio tenebroso en la habitación mientras la partera revisaba al segundo bebé. Nadie se atrevía a decir nada al respecto, pero sus rostros pálidos eran lo único que se necesitaba para expresar la sorpresa que sentían.

—Es una niña.

No hubo un suspiro de alivio, ni una segunda sonrisa.

Cuando los pequeños mellizos Ross abrieron los ojos por primera vez, recostados en el pecho de su llorosa madre, parecían ser idénticos. Todo apuntaba —gracias al cielo—, que ambos bebés serían idénticos a la chica que los había dado a luz: con los ojos azules y grandes y el cabello negro azabache.

Adolph y Alessa Ross decidieron ponerles a sus hijos nombres con historia familiar, pues creían que eran mucho más especiales. Así que nombraron al pequeño Alec, en honor a su abuelo paterno Alec Ross I, quien fue llamado así por la combinación de los nombres de sus propios abuelos: Alfred y Ecaterine Ross. Como segundo nombre, el niño llevaba el segundo nombre de su padre: Michael.

La niña fue llamada Alanys por el segundo nombre de su madre, a petición de su esposo, Adolph y Magdalene por su abuela paterna, ya que si habían nombrado al pequeño como su abuelo, lo más justo era que a la mujer la llamaran igual que ella.

La mala decisión con los nombres fue tan solo el comienzo de todo lo que venía.

Ambos mellizos crecieron en el núcleo de una familia sangre pura con todas las comodidades que se podrían tener. Nunca les faltó nada más que la compañía de sus padres, quienes los primeros años de su vida estuvieron terminando el colegio y luego, ambos quisieron estudiar una carrera mágica por gusto propio, a pesar de que lo tenían todo.

Adolph —muy en contra de lo que le había dicho su padre acerca de estudiar—, decidió ser auror y dedicarse a la cacería de magos tenebrosos. Y su joven esposa, Alessa, se convirtió en pocionista, por lo que comenzó a trabajar para el ministerio de magia casi inmediatamente después de terminar la carrera.

Así como muchas familias de sangre pura pertenecían a Slytherin desde generaciones muy antiguas, todas las generaciones masculinas de los Ross habían pertenecido a Ravenclaw desde que surgió el apellido en el mundo mágico. Por esta razón, sus abuelos esperaban que ambos también lo fueran.

Aunque lo más probable era que ninguno de los dos pequeños estuviera destinado a convertirse en el orgullo de la familia Ross.

Aunque lo más probable era que ninguno de los dos pequeños estuviera destinado a convertirse en el orgullo de la familia Ross

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Strong ; Fred WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora