Laia corrió hacia la puerta para abrir a su padre en cuanto este llamó al timbre. Una vez más, como muchas otras veces, se había dejado las llaves en casa y, nada más tenerlo delante, ella pasó directamente a la misma regañina de todos los días.
–A veces no puedo evitar preguntarme cómo te las apañabas antes de que yo naciera –comentó Laia más tarde, como si hubiera estado dándole vueltas al asunto, mientras servía la cena sobre la pequeña mesa despegable.
Su padre rio sin ofenderse.
–Bueno, tu abuela y tu madre fueron de gran ayuda, pero ni siquiera ellas consiguieron espabilarme, así que no te esfuerces demasiado en intentarlo –le aconsejó, frotándose el cuello agarrotado –aunque quizá...
Laia se lo quedó mirando en cuanto este calló repentinamente.
–¿Aunque quizá... qué? –preguntó ella con el ceño fruncido.
Su padre, que tenía el pelo castaño oscuro como ella, aunque con algunas zonas ya canosas, desvió la mirada de ojos azules, claramente nervioso. Ese gesto solía hacerlo cuando escondía algún secreto que, por alguna razón, no quería que su hija descubriera. Por eso, a Laia enseguida se le aceleró el corazón.
–¿Qué ha pasado? –preguntó ansiosa, pensando inmediatamente en que quizá le había ocurrido algo a algún familiar suyo o conocido, aunque no tuviera nada que ver con el tema anterior.
Laia era propensa a alterarse con facilidad.
–Tranquila, no te sulfures –dijo rápidamente Carlos, alzando las manos hacia su hija, que parecía haber dejado de respirar –no es nada malo, de hecho... es una buena noticia. Bueno, o eso creo.
Laia soltó el aire acumulado, tras lo cual, y ya un poco más relajada, observó de reojo a su padre con recelo.
Carlos era extrañamente optimista tras todo lo sufrido en su vida y a veces consideraba una buena noticia hasta el suceso más nimio.
–Pues explícate –le dio paso Laia, dispuesta a sonsacarle la verdad.
–He conocido a alguien. A una mujer –concretó él y, al ver que su hija no decía nada, continuó –en realidad llevamos algún tiempo saliendo y, bueno, últimamente una idea no para de rondarme por la cabeza –Carlos se mantuvo callado durante algunos segundos, pero su hija no hizo aún ningún ademán para intervenir – Laia, la vida es muy corta. Eso es algo que aprendí tras la muerte de tu madre. Por eso no quiero demorarme por culpa de mis dudas y dejar que el tiempo pase –cogió aire – Estoy planteándome pedirle que se case conmigo, que empecemos una vida juntos, que unamos nuestras familias para ser felices. – Suspiró. –Pero soy consciente de que una decisión así también te afectaría y que no puedo obligarte a emprender una vida que no quieras empezar. Así que, si tú me lo pides, olvidaré esa idea de inmediato.
Laia tenía la mirada perdida y analizaba las palabras de su padre con sentimientos contradictorios. Habría esperado cualquier noticia menos aquella.
–¿Salías con una mujer y no me lo habías contado? –decidió preguntar, pues era lo primero que le había venido a la cabeza al oír la confesión de su padre.
–No quería apresurarme en contarte algo que quizá no tuviera futuro.
–Pues, para no saber si os iba a ir bien juntos, ahora me estás diciendo que quieres casarte con ella –le reprochó Laia, muy molesta.
–Lo sé, cariño. Sé que es precipitado, pero es lo que siento. Quizá esté arriesgando mucho y me esté dejando llevar por mis emociones demasiado rápido. No llevamos saliendo mucho tiempo, pero algo me impulsa a dar ese paso. Laia –Carlos cogió la mano de su hija –quiero avanzar. No, mejor dicho, quiero que avancemos. No he podido darte una vida mejor que esta y ahora que tengo la oportunidad, no quiero desaprovecharla.
ESTÁS LEYENDO
Mis nuevos hermanos [COMPLETA]
Teen Fiction*Triángulo amoroso entre Laia y sus nuevos hermanastros*. Cuando el padre de Laia se vuelve a casar, su vida cambia drásticamente. Instituto nuevo, casa nueva y hermanos nuevos. ¡Cinco! Ni más ni menos. El problema empieza cuando uno de ellos la bes...