Capítulo 9

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Otra semana pasó, durante la cual Laia no sufrió otras situaciones hostiles aparte de las miradas amenazantes de Marina y las burlas que esta hacía de ella cuando estaba con las demás, algo que era más que soportable.

No obstante, eso no fue lo peor, pues el viernes Laia cayó enferma. Había cogido un virus que hacía que sintiera repulsión a la comida, además de provocarle una fiebre alta y mareos.

Carlos y Regina, que hasta ese momento habían estado preparando una excursión familiar para el sábado, creyeron que lo mejor sería posponerla para el fin de semana siguiente para quedarse al cuidado de Laia. Sin embargo, esta se opuso totalmente e insistió en que fueran, aunque tuviera que quedarse sola.

Laia se tranquilizó cuando al fin estos aceptaron su propuesta, sin embargo, justo antes de que se marcharan por la mañana, asegurando que estarían de regreso por la noche, Carlos entró en su habitación para despedirse y avisarla de que Daniel se quedaría en casa a su cuidado por si necesitaba algo.

–No nos iríamos si te quedaras sola, pero ya que Daniel se ha ofrecido a quedarse, hemos pensado que será mejor para ti que no haya jaleo en casa ni nadie que te moleste.

Laia intentó sonreír, mientras dudaba de que Daniel se hubiera realmente "ofrecido" a cuidarla.

–Pasáoslo bien –consiguió decir Laia y enseguida volvió a dormirse, sin recordar en qué momento había salido su padre de la habitación.

Laia no estuvo segura de cuántas horas habían pasado cuando volvió a despertarse. Necesitaba salir un momento de la cama para despejarse, a pesar de que se sintiera demasiado cansada como para mantenerse mucho tiempo de pie. Aun así consiguió ducharse, no sin gran esfuerzo, y se vistió con un pijama limpio, uno de camisa con botones grandes, manga corta y pantalones piratas.

Después, sabiendo que debía comer algo, pues llevaba casi dos días sin probar bocado, bajó lentamente hasta la cocina, apoyándose en todo momento en la pared.

En ningún momento se encontró a Daniel y se preguntó si estaría en su habitación o si quizá había salido de casa sin ni siquiera avisarla. Aunque, quién sabe, quizá la había avisado y no se acordaba tal y como estaba.

Laia bebió lentamente un vaso de agua y cogió algunas galletas, que empezó a mordisquear, apoyada en la encimera.

Se puso el termómetro mientras comía un poco y no se sorprendió cuando vio que aún seguía teniendo fiebre.

Justo entonces, cuando guardaba el termómetro y regresaba hacia la encimera para coger otra galleta, apareció Daniel, quien se sorprendió al ver a Laia levantada.

–¿Tú no deberías estar en la cama? –Dijo –No tienes muy buena cara.

–Tenía que comer algo –dijo solamente ella.

Quizá ese era el momento perfecto para que tuvieran una conversación seria para arreglar las cosas, sin embargo, Laia no se veía con fuerzas para pensar siquiera en ello.

–Por lo que veo no te entusiasmaba la excursión –comentó ella para romper el silencio.

–Sabes lo que pienso de esta familia y lo que dije acerca de intentar romperla –dijo a modo de respuesta.

–Pues yo no veo que hayas hecho nada para llevar acabo tu maléfico plan –bromeó ella, sin ser realmente consciente de lo que decía.

Daniel la miró con el ceño fruncido.

–¿Qué esperas que haga, que amenace o mate a alguien? No estoy tan mal de la cabeza. Además, esto está destinado al fracaso, así que con solo oponerme será suficiente.

Mis nuevos hermanos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora