Capítulo 12

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Cuando el sábado amaneció, Laia no encontró fuerzas para salir de la cama hasta pasado un buen rato tras que sonara su despertador. Se mantuvo largos minutos escondiendo el rostro en la almohada, intentando convencerse de que Daniel y ella ni se habían besado ni se habían separado de esa manera. Pero por más que quisiera, no había sido un sueño y ahora tendría que enfrentarse a verle cada día mientras recordaba lo sucedido en el ascensor.

Sin embargo, cuando bajó no encontró a otra persona más que a Ricardo, quien desayunaba con aspecto cansado y aire pensativo, como si se estuviera diciendo que hubiese sido mejor quedarse un poco más en la cama.

Pero esa actitud desapareció en cuanto la chica entró por la cocina, pues fue substituida por una tensión ansiosa que le hizo abrir mucho los ojos, sin poder dejar de mirarla.

–Buenos días –dijo Ricardo con naturalidad y Laia le correspondió el saludo con una sonrisa forzada –¿Tienes algo planeado para hacer hoy?

Laia le miró de reojo sorprendida, pues era la primera vez desde su discusión que este se dignaba a hablarle más de lo estrictamente necesario.

–La verdad es que no... –murmuró Laia, preparándose su café con leche – ¿por qué lo preguntas?

Laia no quería reconocerlo, pero se arrepentía en gran medida haber alejado de si a Ricardo. Era cierto que Marina y las demás habían vuelto a las simples burlas y miradas, y que ya no se sentía amenazada y vulnerable, pero también se encontraba sola y aburrida, incluso a pesar de que ella y Tara hubieran empezado a estrechar su relación.

–Es que verás, hace unas semanas compré unas entradas para el parque de atracciones de la ciudad, pero la amiga a la que quería invitar está enfadada conmigo, así que ya no me apetece ir. Quizá tú las quieras. Podrías ir con alguno de tus amigos.

Ricardo se levantó y sacó del bolsillo de su pijama dos papeles rectangulares de colores, que eran las entradas, y se las tendió a Laia, a pesar de que esta aún no hubiera aceptado.

–Seguro que tu amiga es una estúpida por enfadarse contigo. No te merece –dijo ella, entendiendo que esa amiga era ella, sin atreverse a coger las entradas.

Ricardo las dejó en la encimera, pero no se movió del sitio. En cambio, cruzó los brazos sobre su pecho.

–¿Tú crees? Yo no lo veo así. No fui un buen amigo, porque me antepuse egoístamente sin pensar que quizá la estaba haciendo daño y ahora solo pago las consecuencias. La verdad es que me gustaría hacer algo para solucionarlo, pero no tengo ni idea de qué hacer. ¿Crees que estoy a tiempo para arreglar las cosas?

Laia levantó la mirada y se encontró con los ojos azules de Ricardo observándola detenidamente. A la chica se le aceleró el corazón por la alegría de oír que él ya no estaba enfadado.

–Nunca es tarde. Quizá... –Laia cogió las entradas y las separó, tendiéndole una al chico –quizá si invitas a tu amiga al parque de atracciones, esta acepté y podáis hablarlo y volver a ser amigos.

Ricardo dibujó en su rostro una sonrisa y cogió la entrada, asintiendo levemente.

–Quizá sí –y repentinamente se puso serio –Laia, ¿te gustaría ir al parque de atracciones conmigo?

A Laia se le escapó una risita al comparar aquella propuesta con una proposición de compromiso, pues lo había dicho con demasiada seriedad.

–Claro que sí.

Acordaron ir al día siguiente y Laia se animó por tener otra cosa en la que pensar aparte de Daniel, a quien consiguió evitar la mayor parte del día, excepto durante las comidas.

Mis nuevos hermanos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora