Laia pensaba que los pocos días antes del baile iban a pasar rápidamente y sin problemas, pero jamás pudo estar tan equivocada.
El sábado había ido con Regina a comprar el disfraz y la máscara sin ningún incidente. Había escogido un vestido de bruja, negro y lila, que se ceñía al cuerpo con varios cordones en la parte delantera. Tenía mangas anchas, cortadas en los extremos expresamente de forma desigual, al igual que la falda que le llegaba hasta un poco por encima de las rodillas. Y como complemento llevaba un sombrero puntiagudo, además de la máscara obligatoria.
No era muy original, de hecho estaba segura de que muchas se disfrazarían de lo mismo, pero a Laia le daba lo mismo. Nunca le habían llamado la atención las fiestas de disfraces y le inquietaba pensar que dentro de poco se vería sumergida en un mar de adolescentes enmascarados.
Ricardo iba a ir disfrazado del fantasma de la ópera y Laia, que al principio había pensado que era una broma y no había parado de reír cuando este lo había dicho durante la cena, no podía imaginar cómo había llegado a esa conclusión.
–Pensé en disfrazarme de fantasma y simplemente se me ocurrió. Además, él ya va enmascarado, así que es perfecto –explicó él, muy convencido, ajeno a lo divertido que le parecía a Laia imaginarle pensando seriamente en ello.
Sí. Todo parecía ir sobre ruedas y, sin embargo, cuando el domingo llegó, todo se complicó.
Laia se había pasado toda la mañana intentando tomar una decisión. Ricardo o Daniel. Daniel o Ricardo. Pensaba en todos los momentos que había vivido con cada uno. Con Ricardo había pasado mucho más tiempo y tenía muchos más recuerdos, pero los pocos momentos que había vivido con Daniel habían sido tan apasionados que conseguían equilibrar la balanza, impidiendo poner en orden sus sentimientos.
¿Cómo su propio corazón podía estar traicionándola de aquella manera? Todo sería más fácil si solo se pudiera querer a una sola persona y se supiera con facilidad quién era. Quizá ese era el problema, que no se trataba de adivinar de cuál estaba enamorada, como si lo que sentía por el otro fuera una falsa ilusión, sino que sentía algo por ambos, pero no sabía a quién quería más.
No sabía cuántas veces había resoplado esa mañana, sentada en su escritorio haciendo ver que estaba estudiando, pero debieron ser muchísimas.
Contra más pensaba, más dudaba y más infantil, egoísta y cruel se sentía. Hasta hubo un momento en que pensó que echarlo a cara o cruz sería una buena solución.
Ya harta de tanto pensar, Laia salió de su cuarto y fue directa al de Daniel.
Regina y Carlos habían ido a dar una vuelta. Felipe estaba en casa de un amigo desde la pasada noche. Ricardo y Edu habían ido a echar unas canastas a una pista de básquet cercana y Alberto estaba estudiando con unos compañeros de la universidad. Así que no había peligro de que los escucharan hablar.
Cuando Laia entró en su cuarto se encontró con que Daniel estaba tumbado en su cama, leyendo un libro tranquilamente. Pero en cuanto este la vio, se enderezó y se puso tenso, como si pudiera prever que algo malo se avecinaba.
Llevaba puestos unos tejanos desgastados y una camiseta azul que combinaba con sus ojos.
–¿Podemos hablar? –dijo Laia, desviando la mirada y sin atreverse a soltar el pomo de la puerta.
–Claro... –dijo él, inseguro, y dejó el libro abierto sobre la cama –Iba a dar una vuelta, así que si quieres puedes acompañarme.
Laia dudó de si era verdad lo de que iba a dar un paseo él solo. Quizá se hacía una idea acerca de lo que quería hablar ella y no se sentía cómodo haciéndolo en casa. No obstante, como era un gran paso que estuviera dispuesto a hacerlo, Laia no pensó mucho en ello.
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Mis nuevos hermanos [COMPLETA]
Teen Fiction*Triángulo amoroso entre Laia y sus nuevos hermanastros*. Cuando el padre de Laia se vuelve a casar, su vida cambia drásticamente. Instituto nuevo, casa nueva y hermanos nuevos. ¡Cinco! Ni más ni menos. El problema empieza cuando uno de ellos la bes...