La mañana del día siguiente fue un absoluto caos. A pesar de haber tantos baños, no eran suficientes para todo el mundo y algunos tenían que esperar, mientras que otros se decantaban por pelearse.
Felipe y Edu aporreaban la puerta del baño en el que había entrado su hermano Alberto, quien, en su defensa, tenía que salir de casa antes que ninguno para llegar a la universidad a tiempo. Carlos y Regina se habían apropiado de dos baños cada uno, lo cual dejaba solo otro para Laia y Ricardo y, evidentemente, esa no era una buena combinación.
–Si quieres puedes entrar conmigo –decía Ricardo desde dentro.
Se había levantado más temprano y Laia se arrepentía de no haber hecho caso a su despertador la primera vez que había sonado.
–Haz el favor de no decir tonterías y darte prisa.
Pero, aun las advertencias, Ricardo tardó más de lo esperado y Laia tuvo que correr para estar lista a tiempo.
Por suerte, no tuvo que malgastar tiempo eligiendo la ropa que se pondría, pues al parecer en el nuevo instituto exigían a todos los alumnos llevar uniforme.
Las chicas llevaban una falda negra con dos finas rayas blancas en el extremo, una camisa blanca con el escudo del colegio en la parte superior derecha, un jersey azul marino, aunque este era solo para invierno, y una chaqueta también negra y con el escudo en el mismo sitio que la camisa. Los chicos, en cambio, llevaban un pantalón largo negro, ya fuera en invierno o verano, una camisa también con el escudo bordado, un jersey verde oscuro y una chaqueta negra parecida, pero con corte más masculino.
Cuando se enteró de lo del uniforme, Laia se quejó durante varios días a su padre, diciéndole que no soportaría llevar casi cada día la misma ropa, que iba en contra de la libertad de expresión y que, encima, odiaba llevar falda. Pero ninguna queja fue suficiente y Laia tuvo que conformarse con la libertad de poder llevar el calzado que quisiera. Ese día, sabiendo que seguramente no gustaría mucho al personal del colegio, que parecían tener ideales bastante tradicionales, se puso unas zapatillas usadas, que eran una de las pocas pertenencias que seguían ligándola a su antigua vida.
–Phil os llevará al colegio –dijo Regina cuando todos estuvieron listos, refiriéndose a su amigo el chófer –y a la vuelta os esperará en la entrada, así que daos prisa –les avisó, a pesar de que ayer ya les había explicado que cada día Phil se encargaría de llevarlos y recogerlos.
–Mamá, yo saldré a dar una vuelta, así que no me esperéis –dijo Ricardo.
–Está bien, pero como vuelvas más tarde de las nueve te castigaré sin ordenador una semana.
Ricardo asintió de mala gana y salió de casa, seguido de los demás, aunque Laia tuvo que detenerse un momento antes de salir, pues Regina y Carlos querían desearle un buen día.
Laia, nunca había subido en una limusina. El primer día de mudanza Phil les había traído en un coche elegante, pero no tanto como ese. Sin embargo, no se sintió incómoda, pues en cierta manera empezaba a no sorprenderse por tanto exceso.
Ricardo quiso sentarse a su lado en la limusina, pero Laia esta vez previendo sus intenciones se sentó entre Felipe y Edu rápidamente, provocando una expresión de disgusto en el otro.
–Tengo curiosidad por saber cómo será tu primer día. No llega un alumno nuevo desde hace tiempo, así que si te sientes observada no te extrañes –Ricardo la recorrió con la mirada de arriba abajo e hizo una mueca –eres muy guapa, pero así como vas no creo que causes una buena impresión.
–¿Así como voy? –Preguntó extrañada ella –llevo el uniforme como todo el mundo.
Ricardo rio.
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Mis nuevos hermanos [COMPLETA]
Teen Fiction*Triángulo amoroso entre Laia y sus nuevos hermanastros*. Cuando el padre de Laia se vuelve a casar, su vida cambia drásticamente. Instituto nuevo, casa nueva y hermanos nuevos. ¡Cinco! Ni más ni menos. El problema empieza cuando uno de ellos la bes...