PISTA 36 TODAY WAS A FAIRYTALE (4:02)

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Daniela Calle

Mis dedos estaban entrelazados con los de Poché desde que la recogí en el
aeropuerto la mañana del miércoles. Pensaba que no era posible sentir aquellas mariposas revoloteando en el estómago ni que el corazón me latiera tan rápido ahora que habíamos superado la etapa de «solo amigas», pero en el momento en el que nuestros ojos se encontraron en la terminal, sentí como si estuviera
enamorándome de ella otra vez.

Tardamos dos días en salir del piso para explorar algo diferente a nuestros cuerpos. Aunque había llovido durante el recorrido que hicimos por las empinadas callejuelas de Montmartre y nos habíamos empapado el día anterior, hoy lucía el sol y podíamos ir a las partes más conocidas de París.

—Hoy no estás siendo una buena anfitriona, Calle—me susurró al oído—. Has estado muy callada por alguna razón que no conozco.

—Lo siento. —Me detuve y señalé un enorme edificio de ladrillo que había a cierta distancia—. ¿Ves eso? ¿El edificio con el reloj de bronce dentro de un marco dorado?

—Sí. ¿Qué le pasa?

—Lo cierto es que no sé lo que es, pero me parece muy bonito, ¿no crees?

—Qué profunda… —Sonrió—. Por favor, cuéntame más.

—No te preocupes, lo haré. —Saqué el móvil del bolsillo—. Voy a buscarlo en
Google.

Se rio antes de poner los ojos en blanco.

—Me parece bien, pero quiero ver la torre Eiffel.

—¿Ahora? Si vas a estar aquí toda la semana… —protesté—. Podemos ir en otro momento, a esta hora suele haber mucha gente. ¿Por qué no visitamos las catacumbas?

—En la torre hay un restaurante en el primer piso, y tenemos una reserva
dentro de dos horas, pero también me gustaría ver París desde arriba. —Arqueé las cejas. No me había mencionado que hubiera hecho una reserva para la cena hasta este momento. De hecho, ni siquiera me había dicho que quisiera ver la
torre Eiffel. Como si supiera que iba a abrasarla a preguntas, me puso un dedo en los labios.—Te lo explicaré cuando estemos allí. —Miró el reloj—. Tenemos que ponernos ya en marcha.

—Supongo que sí…

Cruzamos entre la multitud que había en la plaza, acercándonos a la gigantesca estructura metálica que aparecía en casi todas las postales que había enviado a casa. Después de comprar las entradas, Poché me guio hasta el ascensor. Subimos lentamente, pero se detuvo en el segundo piso.

—Tenemos que coger otro para subir a lo más alto —explicó, indicándome el camino.

—Así que has estado investigando antes del viaje, ¿no? —Sonreí mientras se abrían las puertas del siguiente ascensor—. ¿De verdad tenemos que hacer este recorrido?

—Solo he buscado información sobre la parte más importante. —Apretó el
botón para ir a la parte superior.

—María José, odias las alturas.

—Cierto, pero quería disfrutar una vista aérea de la ciudad al menos una vez, por si no tengo la oportunidad de volver.

Me acerqué más a ella cuando empezó a entrar más gente en la cabina, y justo antes de que se cerraran las puertas entraron dos personas que se parecían insólitamente a Johan y Paula. Sin embargo, me negué a creer que eran ellos; Paula tenía previsto ir a Luisiana esta semana y Johan no hacía trayectos de más de cuatro horas en avión. Miré a Poché.

—¿Has visto eso?

—¿El qué?

—A los dobles de nuestros amigos —dije cuando el ascensor empezó a
moverse—. Te los enseñaré cuando lleguemos arriba.

Sinceramente Calle y Poche - Adaptación caché. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora