PISTA 8 BOTH UF US (4:21)

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Daniela Calle

De verdad, durante los últimos años, he intentado con todas mis fuerzas que alguna chica fuera mi amiga: alguien con quien poder hacerme las uñas, con quien hablar y discutir de forma obsesiva cada detalle de una cita que salió mal, a quien poder enseñarle un tío bueno y decirle « ¿Sabes?, me pregunto cómo será su polla…» sin que me juzgue.

Sin embargo, cada vez que lo he intentado, ha ocurrido una de estas tres cosas:

La que se suponía que iba a ser mi amiga quería que Poche viniera a todas partes con nosotras para acercarse a ella, no a mí.

Solo me utilizaba para algo relacionado con el colegio. Por ejemplo, todavía recuerdo lo mal que me sentí cuando la que se suponía que era mi amiga Carla solo quería estar conmigo porque compartía con ella el bocadillo de la merienda. «Sin bocadillo, no somos amigas», decía.

Paula. La chica que ahora mismo estaba mirándose en el espejo de cuerpo entero. Paula iba vestida con un elegante vestido blanco hasta la mitad del muslo que dejaba muy poco a la imaginación y se estaba pasando las planchas por el pelo por enésima vez para asegurarse de que estaba perfecto para la fiesta en casa de Poche.

Nos habíamos conocido en clase el año pasado, y había pensado que era buena señal que tuviéramos en común la misma aburrida especialidad. Solo que un mes después ella se había dado de baja.

— Solo estaba yendo a esa clase para acercarme a ese jugador de fútbol americano —me había confesado—. ¿Sabías que se va a hacer profesional en otoño?

Aun así, me aferré a esa amistad con uñas y dientes, enviándole mensajes de texto con pequeños detalles de mi vida y pidiéndole que me contara los suyos. Quedábamos todos los fines de semana para hacernos la manicura, y nunca me juzgó cuando le soltaba «Me pregunto lo grande que será su polla…», porque ella también se lo preguntaba. Pero hasta ahí llegaban sus cualidades como «amiga».

A pesar de que era amable y de que de vez en cuando me daba buenos consejos, frecuentemente acababa dejándome colgada en el último momento, asi siempre porque había conocido a un chico nuevo al que tenía que catar. Si quedábamos para otra cosa que no fuera hacernos las uñas en casa, solía ser para ir a fiestas. No para estudiar. No manteníamos conversaciones nocturnas por mensaje sobre chicos. (Y aunque podía contarle a Poche cualquier cosa, quería disponer de un punto de vista diferente).

— ¿Por qué sigo intentándolo? —murmuré por lo bajo.

— ¿Qué has dicho, Daniela? —Paula retiró las planchas de su pelo.

— Nada. Sin embargo, quizá deberíamos marcharnos. En esa zona es difícil aparcar.

— Ah… —Me miró por encima del hombro—. ¿Vas a ir así?

Bajé la mirada a la camiseta rosa sin mangas y a los pantalones cortos de color caqui.

— Sí, ¿por qué?

— Dani, es una fiesta.

— Una fiesta en casa de Poche. No es necesario vestirse de gala como si fuéramos a un pub.

— No puedo estar más en desacuerdo contigo —aseguró ella, acercándose a mi armario—. Ni que no tuvieras otras opciones que parecer una hippie.

— ¿Eres consciente de que se ve que llevas un tanga rosa por lo corto que es el vestido?

— ¡Claro, de eso se trata! —Se rio mientras sacaba un vestido corto de color rojo del armario—. Este es perfecto.

— La última vez que me lo puse, estaba en primero. Dudo mucho que todavía me sirva.

— Esperemos que sí que entres en él. —Me lo lanzó—. Y cuanto más apretado, mejor.

Sinceramente Calle y Poche - Adaptación caché. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora