Habían pasado cinco días.
Cinco días desde la primera y última vez que Harry y Louis quedaron solos en casa. Cinco días desde la última vez que Harry y Louis se dirigieron la palabra informalmente.
Cinco días desde que empezaron a ignorarse mutuamente a toda costa. Cinco tortuosos días en los que uno evitaba al otro y sólo estaban en la misma habitación cuando era hora de comer, y se debía a que la señorita Jay los obligaba a ambos a sentarse en la mesa para compartir esos tres momentos del día juntos.
Era domingo por la tarde, el anochecer se acercaba, y todos se encontraban en aquella linda y acogedora casa. Estaban sentados en la sala a petición de la señorita Jay, quien llamó a los dos adolescentes bajo su cuidado para una rápida reunión familiar. Cosa de la que estaba súper extra mega segura de que Louis nunca le llamaría de ese modo por nada del mundo.
Y es que, ella no entendía por qué actuaban de esa manera ahora, si hace tan sólo cinco días se hablaban e incluso se sentaron a comer juntitos en frente de ella.
Le pareció muy extraño qué, de un día a otro, ellos empezaron a evitar cualquier tipo de contacto físico o verbal entre ellos, hasta el más mínimo.
¿Había ella hecho o dicho algo mal? ¿por qué no había funcionado su plan si al principio ellos se veían tan bien y cómodos con el otro cerca? ¿no calculó bien? ¿acaso no podía lograr que dos críos malcriados se hiciesen amigos, tan imposible era?
Necesitaba saber qué había pasado entre ellos, esa fue su intención al llamarlos, pero obviamente no se los dijo. Ellos nada más sabían qué estarían los tres en una sola habitación para discutir un tema de suma importancia, a lo que se opusieron enseguida y Jay, literalmente, tuvo que sacarlos de sus habitaciones físicamente.
Luego los llevó a dónde estaban ahora: en la sala. Los tres estaban en la misma posición que la noche en la que cenaron juntos, pero con la diferencia de que ahora estaban en la sala y no en el comedor... y notablemente más separados a comparación de aquella noche.
En esta oportunidad Harry no tendría la posibilidad de susurrarle cosas al oído a Louis. Así como Louis no tendría la fortuna de rozar su rodilla con la de Harry "accidentalmente".
El jugador de fútbol estaba en un extremo del sofá largo con la mirada en el piso, viendo con mucha atención cómo se movían sus pies de arriba hacia abajo con extrema rapidez, cosa que hacía cada vez que perdía la paciencia, como justo ahora.
Harry estaba en el otro extremo del mueble, jugando con el hilo que colgaba de la lámpara que reposaba junto a la pequeña mesita color café a un lado de él.
Se negaban rotundamente a sentarse cerca del otro, cinco metros de distancia era el límite acordado, y lo estaban cumpliendo, por supuesto que lo hacían.
Jay estaba sentada al frente de los dos adolescentes, los miraba con mucha confusión, haciéndose incontables preguntas acerca del caso de los chicos frente a ella. ¿Qué les pasó a ese par? Fue lo último que pudo preguntarse a sí misma mentalmente antes de escuchar hablar al de rizos color chocolate.
—Que bonita lámpara tiene, señorita Jay, ¿cuánto le costó? —Esbozó tratando de romper el hielo y la tensión.
Jay reaccionó encogiéndose de hombros. —Estaba de sobra en el laboratorio... La traje al terminar un proyecto de la velocidad de la luz.
—Es linda. —Halagó acariciando con delicadeza la tela transparente de la que estaba hecha la tulipa. —Me gusta el chifón... Yo... lo usaría en un traje. —Sonrió inocentemente.
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Exchange Student • L.S
Fiksi Penggemar"No le hablaré, es muy grosero y no pienso perder mi dignidad".