Capítulo 10 - Promesa infernal

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En la mirada de Graves al abrir la puerta – conexión con el final del capítulo nueve

Graves acababa de entrar a la habitación donde se encontraban todos los funcionarios. Todos estos estaban reunidos celebrando el ascenso del padre de Graves así que no ponían mucha atención a lo que realmente estaba ocurriendo, excepto cuando Graves abrió la puerta.

La primera figura que Graves observó fue la de su padre junto a la silueta que finalmente había sido el mismo trabajador ilegal que había asesinado a sus tres amigos. Nada estaba fuera de lo común hasta que los ojos de Graves se detuvieron al ver que el cuerpo de su madre se hallaba degollado. Graves debido al Shock no fue capaz de apartar la mirada, sólo notaba como desde el cuello la sangre de su madre caía como si de una cascada se tratase. Graves tras ver el cadáver sin cabeza, por inercia buscó esta sin intención con sus ojos exaltados. Pasaron unos segundos hasta que notó que la cabeza de su madre yacía sobre un escritorio de madera junto a cabezas de amigos y mujeres que conocía como si de adornos se tratasen.

Tanto la cabeza de su madre como su cuerpo presentaban heridas graves infligidas no solamente por el padre de Graves, sino también por parte de los funcionarios. La lengua del cadáver estaba casi tiesa, pues esta como había intentado gritar para rescatar al resto, quedó atascada en esta posición debido a los músculos.

No fue solo esto lo que a Graves le irrumpió su cerebro, en el mismo cuarto se podían observar cadáveres apilados tras haber sido asesinados brutalmente mientras que los médicos jugaban con ellos. Entre ellos también se encontraban cadáveres del mismo piso E que ya habían sido asesinados antes de que la madre de Graves escapara, los cuales le recordaban a Graves que finalmente no pudo salvar a todos. Graves conocía a cada uno de la planta E, aún así, tener en consideración a cada uno al momento de escapar era imposible, haciendo así que este se olvidara inevitablemente de algunos.

Los cadáveres eran apilados para luego ser desechados, sin embargo, los que aún se encontraban en relativamente buen estado seguían siendo utilizados generalmente como práctica o para experimentos. No eran muchos los que se encontraban en tal estado así que tampoco les complicaba mucho el espacio pues los ponían juntos a los de la planta A por su situación similar. Cuando el cuerpo moría, la enfermedad dentro del mismo no podía seguir coexistiendo así que no era problemático conservar los cuerpos. Como sólo les interesaba estudiar el organismo, las cabezas de los cadáveres les eran inútiles así que estas las cortaban para no pensar en los cadáveres como víctimas y de paso tener algo con que a alimentar a los perros de seguridad que ayudaban a custodiar la planta A. Si bien, una cabeza no posee mucha carne, para los que controlaban la parte económica era mucho mejor que comprarles comida. Esto hacía a los perros con propósito mucho más agresivos pues hambre y maltratos debían pasar.

Incluso si esto ya era suficiente, sobre las mesas, las camas y los sillones se podía percibir como esta institución ilegal hacía lavados de dineros con sus productos. Maletines llenos de billetes junto a bienes, vacunas y utensilios de salud se encontraban esparcidos por la habitación. Graves no podía entender del todo qué se organizaba en el cuartel pues en la sala incluso se hallaban objetos de tortura y control, pues de vez en cuando los hombres hacían inmoralmente uso de las mujeres con tal de intentar crear nuevas especies y hacer así mucho más fácil la búsqueda de madres para el apartado militar. Si estas no cooperaban o soltaban información eran asesinadas y apiladas junto a los cadáveres con la excusa de que estaban muy enfermas incluso cuando ellos mismos las dejaban embarazadas.

Graves pese a no entender del todo qué acontecía al ser un infante, el horror dentro suyo aún no acababa. Dentro de esos pequeños segundos intentando ignorar los cadáveres, Graves pudo observar en la esquina del cuarto lo bien armados y abastecidos que los funcionarios estaban, estos tenían tantas armas distintas haciendo que su idea de escapar se desvaneciera completamente. Fue entonces cuando su mente infantil comprendió que todo había sido una ilusión auto impuesta por haber escuchado a su madre gritar.

Demasiado triste para morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora