Capítulo 19 - Cuadrifurcación impúdica

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Capítulo 19 - Cuadrifurcación impúdica

Graves antes de abandonar la taberna y dejar los cadáveres a su suerte observó de reojo como el grupo se hacía en camino de vuelta al barco. Las espaldas de sus conocidos reflejaban un aura de determinación, pero al mismo tiempo de preocupación al notar el estado actual de Gangplank. Ninguno de ellos conocía los planes de Graves, pero la firmeza con la que el forajido observaba su siguiente dirección dejaba más que claro que no había tiempo que perder ni mucho menos para pensar.

Fue más de uno el que pensó en intentar detener toda la situación, incluso si las condiciones no parecían ser las correctas, pero no existía la opción de pensar ni mucho menos de tomar una pequeña pausa antes de actuar. A Graves no le gustaba ser impulsivo, pero muchas veces insistía en serlo de manera involuntaria. Cuando finalmente los latidos de su corazón comenzaban a calmarse, Graves pudo tomar un pequeño respiro. Casi no meditaba lo que había hecho o más bien, no tenía sentido hacerlo. Aquellos que tenían que pagar, pagaron, y esa fue su respuesta ante cualquier pregunta ética. El odio que sentía comenzaba a difuminarse, pues tras caminar sobre los cadáveres en dirección a la puerta notó algo que casi le saca una sonrisa debido a lo estúpido que se sentía; ya no quedaba munición suficiente para su escopeta. <<Vaya manera de comenzar una guerra>> fue lo que pensó para luego recapacitar sus siguientes pasos.

La taberna ya no tenía ninguno uso alguno. Tras buscar entre los cadáveres y entre las pertenencias del tabernero, no encontró nada que encajase como debiese. La mayoría eran balas de metralletas o pistolas. Por un momento Graves maldijo su escopeta al no utilizar la munición común, pero retiró sus propios pensamientos con gran fuerza al considerar el oculto amor que realmente le tenía. Todo indicaba el mismo camino: robar una tienda de armas y municiones. El mero pensamiento de hacerlo ya le había despertado miles de recuerdos de Aguas Turbias. Por un momento prefirió ignorar la situación debido a la pereza que le producía al forajido hacerlo, además, no conocía Noxus lo suficiente como para realmente actuar como un experto.

Las manchas de sangre seguían decorando la taberna como si fuesen la pintura original de la madera. El olor a pólvora volvía a resaltar tras un pequeño viento que había tomado la oportunidad de colorase por la entrada principal. Pequeñas chispas de recuerdos se avivaban una vez más cuando los cadáveres por coincidencia encendían recuerdos del gran incendio de Aguas Turbias. << ¿Cómo estará ahora?>> se preguntó el criminal con una nostalgia inexplicable. Si bien los primeros recuerdos que florecían eran de odio y dolor, existían otros que curiosamente los remplazaban; tales como la luz que iluminaba los árboles del bosque y ciertos objetos sobre un armario. << Desde el barco todo ha sido muy intenso >> pensó Graves para luego agregar con una sonrisa: << Maldito Gangplank, ¿no podías haber agregado más seguridad al barco? >>.

El forajido no tomaba conciencia, pero su cuerpo y su mente le obligaban a reírse para así finalmente bajar la tensión tanto física como psicológica que estaba sufriendo.

<<Una lástima>> pensó el criminal al conmemorar el sombrero que tanto le gustaba. Como si fuese a revivirlo, Graves se dio el tiempo de recolectar la tela destruida de este para finalmente ponerla sobre una de las mesas agujeradas para que no se estropease más aún. El sombrero se convirtió en un pequeño recuerdo, uno que perpetuaba que ambos estuvieron ahí, sobre todo, porque según Graves el solía romperlo todo, sin importar lo importante que sea.

Tras un suspiro y tras volver a preocuparse por su arma el forajido abandonó la taberna con un gran paso mientras que su capa roja ondeaba con el viento. El cinturón ajustaba sus pantalones y sus botas cada vez se les hacían más pesadas al notar que la esperanza de encontrar una tienda se desvanecía lentamente al percibir lo enorme que era Noxus. Sus grandes guantes manchados de sangre resaltaban a cada paso junto a la luz de las farolas esparcidas por la calle.

Demasiado triste para morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora