Capítulo 18 - Eudaimonia inalcanzable

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Capítulo 18 - Eudaimonia inalcanzable

¡Graves, no caigas en su juego! - gritó la dama con todas sus fuerzas para intentar detener el conflicto mientras que con sus brazos expandidos realizaba gestos para que ambos bandos se detuviesen -

Las palabras emitidas por la dama se sumergían entre la frialdad de Graves, evitando así que este reaccionase a estímulos auditivos. Graves no respondía. No porque no quisiese, si no que simplemente sus reflejos y su concentración estaban ya saturados imaginándose la ruta ideal para la muerte de la mayoría de los presentes. Tras ver como la sangre caía y recorría el hombro de Gangplank adaptándose a su figura, el forajido levantó su escopeta para en cuestión de segundos reventarle la cara y el cuerpo al primero que se había atrevido a disparar. Incluso entre las ráfagas, el criminal lo había reconocido para cobrar su venganza.

Entre rápidos movimientos y con el motivo bien declarado, Graves apuntó sin aviso y con una precisión increíble. Tras calar del habano y jalar el gatillo con la fuerza necesaria, disparó desde los cañones antes ya estudiados. Dos balas lo suficientemente capacitadas destruirían el cráneo y las partes del cuerpo a cualquiera.

Tanto Twisted como su amiga comprendieron que desde el disparo de Graves el combate no iba a cesar. Así fue, como desde una pequeña pausa a unos segundos, la cabeza de uno de los policías se desprendió de su propio cuello siguiendo las leyes de Graves. Tras reventarse ya la cara del soldado no era ni reconocible, un hecho que provocó asombro y un terror mortífero a todos los que se encontraban alrededor de la víctima.

Los soldados entre el pánico comenzaban a recargar las balas que antes desesperados habían disparado y perdido, pero ya era muy tarde. Incluso comprendiendo la gravedad del asunto y que no podían permitirle a Graves seguir con la masacre, un detalle les dio a entender de inmediato que no sería posible ejercer tal acto de control. Los ojos tornados a un rojo vivo del forajido no iban a ignorar tal maniobra. Mucho antes que ellos estuviesen del todo preparados, Graves ya había recargado los cañones y con una seguridad enorme aprovechó la carga para eliminar de manera inmediata a dos de aquellos que más adelante se encontraban.

Los cuerpos de los soldados caían como si estuviesen hechos de cristal. Cada miembro que intentaba quedarse ligado a los huesos era separado por el poder del impacto de las balas. No había forma de curar la deformidad que producían los cañones de Graves. Hoyos enormes quedaban marcados entre las paredes junto a la pólvora escurrida por toda la taberna.

Mientras que los soldados con ligeras esperanzas seguían intentando prepararse y mientras el criminal volvía a recargar con experticia, Miss Fortune y Twisted Fate por su parte y sobre todo por intuición intentaron buscar cobertura. En su desesperado intento de salvarse, el mago se había acercado a Gangplank con la intención de ayudarlo, pero interrumpido vio por primera vez su vida pasar por sus ojos. Graves no había dudado en dispararle. La trayectoria del disparo tornó para su sorpresa un vuelco cerca de su zapato. Un mensaje más que claro para advertirle que no se moviera. Entre reojo Twisted había notado que la bala disparaba se encontraba a dos centímetros de distancia de sus pies. Incluso había notado el calor producido por el impacto y la velocidad resultante. Los restos de la munición se hallaban clavados de manera profunda sobre el suelo de madera que la taberna poseía. A nadie le fue difícil entender que, ante cualquier movimiento, Graves podía matar a cualquiera de los presentes.

Lentamente las gruesas manos de Graves comenzaban a calentarse, pues la escopeta tras cada disparo comenzaba a arder si no había una pausa suficiente entre cada disparo. Las venas de sus manos mostraban la fuerza con la que dominaba el arma y soportaba el calor. Sus dientes apretaban contra el puro para evitar perder el control sobre él. Entre el sudor e incluso si esta solía golpear su pecho, la precisión suya y la de su escopeta eran inigualables. El forajido utilizaba el músculo derecho de su pecho para amortiguar y detener el golpe retraído tras disparar, técnica que más de una vez había utilizado para evitar retrocesos novicios.

Demasiado triste para morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora