Capítulo 10.

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Entre la comida, los pensamientos y la charla, el tiempo pasa sin notarlo. Madsen me avisa que regresará en un momento, irá a botar las cosas donde venía los fideos, se asegura de llevarse todo, nunca se sabe que podrá hacer un recluso hasta con unos palillos.

Me pongo de pie y tomo los colores que Tobi ha estado utilizando y empiezo a sacarle punta a cada uno ya que como no dejan tener elementos que tengan filo aquí generalmente no puede ser Tobi quien le saque punta a los colores. ¿Realmente estoy haciendo esto? ¿No puedo decidirme? ¿No puedo odiarlos y ya? ¿Tengo que ser amable también? Qué asco es tener que fingir, pero ahora... ahora mismo lo estoy haciendo por voluntad propia, porque quiero. Me pregunto si Samuel se vio en una situación así y por ello decidió quedarse aun cuando ya sabía que había problemas.

Por reflejo veo como alguien se asoma y después se oculta— Te he visto —le digo a quien sea que ande por ahí.

—Espera. —escucho la voz de Sten y después lo veo entrar— Realmente estás sola aquí, creí que no estarías porque no hay guardias, bueno, solo el que me dejó pasar, no Madsen, otro.

—¿Qué haces aquí, Sten? —pregunto, dejando los colores en su lugar y caminando hasta el escritorio donde termino apoyándome en una de las esquinas.

—Bueno... —empieza él, acercándose a mí— el partido ya terminó y aún quedan unos minutos de tu clase, así que técnicamente solo he venido a estar en el programa al que pertenezco.

—¿Y los demás?

—Descansando —responde con tranquilidad y se sienta en la mesa frente a mí.

—Pues deberías ir a descansar.

—Es que he olvidado pedirte un favor.

Enarco una ceja— ¿Otro?

Él se ríe— Ya te dije que vas a poder cobrarme como quieras.

—¿Qué quieres?

—¿Conoces esos libros de matemáticas de pasta dura? Esos que son bien grandes y tienen mucho contenido.

—¿Te refieres a libros como los de Pickover o Baldor?

Él sonríe muy amplio— ¡Esos estarían perfectos!

—¿Para qué quieres esa clase de libros?

—Pues me gusta, quiero tenerlos, leerlos, analizarlos, tratar de resolver muchos ejercicios y eso. No es algo raro, digo, no hay mucho que hacer aquí y con algo quiero entretenerme. —apoya sus manos sobre la mesa, inclina la cabeza y sonríe, parece un crio que quiere cumplan sus caprichos— ¿Crees que puedas conseguírmelos o dejar que el director nos deje tener más libros? Generalmente los libros que llegan aqui son donados y hasta el momento no me han llegado esos buenos libros.

Suspiro— Veré que puedo hacer.

Esa carita de ponqué que pone es como de esos niños que se han salido con la suya. Es solo un libro, ¿no? ¿Qué tanto problema podría haber con eso?

—Gracias, Frihed, eres la mejor.

—Sí, lo que sea. —me cruzo de brazos— Supongo que ya puedes irte.

—No vine a solo pedir un favor, me gusta estar aquí.

—Ajá.

Me observa en silencio y con detalle, buscando descifrarme— ¿Está todo bien, Frihed?

Debería ser él quien me responda eso.

—Todo está de maravilla, Sten.

No parece satisfecho con la respuesta, pero le basta o más bien, ha aprendido a no ser un intruso en la vida privada de otros.

Frihed en prisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora