Capítulo 20.

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Keegi Näota fue la primera persona que cruzó por mi mente— ¿Hacia dónde se fue?

—Creo que fue al estacionamiento.

Miré a Anthony— Vuelvo en un momento.

Él la miró a ella— ¡Ven aquí mocosa, te enseñaré algo!

—Mucho cuidado, Anthony, ella me importa.

—Sí, sí, lo que sea.

Sin decir algo más, solo me puse de pie y me dirigí al estacionamiento. Allí lo vi, estaba apoyado contra mi auto. Se quitó la gorra, dejando libre su cabello rubio. Sus ojos verdes me enfocaron y él sonrió. Esa piel pálida no cambiaba ni un poco. Estúpido mocoso. Había crecido mucho. Estaba feliz de verlo.

—¿Qué haces aquí?

—Mi barco a arribado en este puerto. Pero pronto voy a zarpar de aquí.

—Qué gracioso —él se rio y se encogió de hombro. Lo agarré de la camisa con fuerza y atraje hacia mí para abrazarlo.

—También es bueno verte con vida, hermano.

Me quedé en silencio, abrazándolo unos segundos más y después lo solté— Estás demasiado lejos de casa, ¿pasa algo?

Se apartó un poco más y me sonrió— El barco zarpará pronto. Ya no hay casa, Aren, ya he empezado, solo vine a despedirme antes de perder el rastro.

Aquello significaba que él ya había entrado al negocio y que ahora, al igual que mamá, papá y yo, borraría toda su vida para dedicarse a ser un sin rostro, alguien que solo va por ahí estafando sin quedarse en un punto fijo y sin que conozcan su vida.

—¿Hace cuánto empezaste? —le pregunté.

—Hace un par de meses. No ha sido muy difícil.

—Estás demasiado joven.

Eso parecía ser su punto fuerte— Por eso todo es mucho mejor, siempre sé que los adultos mientes y ellos no esperan que este niño que puede ofrecer muchos servicios, en especial a las mujeres adultas, vaya a estafarlos.

Me reí mientras le removía el cabello. Mi niño pequeño había crecido muy rápido, había madurado por obligación, ya nunca tendría la oportunidad de ser un niño del corriente, aprendiendo y cometiendo errores, ya no podía equivocarse y ahora tendría que estar cambiando constantemente.

—¡Aren! —escuché que ella me llamaba, saliendo del bar.

Mi hermano se inclinó hacia un lado— ¿Quién es la chica?

—No hagas preguntas. —le dije, alejándome de él para caminar hacia ella— ¿Qué pasa, Põhipunktid? —me hizo un mal gesto así que me reí y la abracé— ¿Ya te quieres ir, cariño? —pregunté, soltándola.

No contestó, solo me miró. Subió una de sus manos hasta dejarla en mi barbilla y empezó a acariciarme, después la bajó lentamente hasta mi hombro y sonrió, mirándome fijamente. Su mano bajó hasta mi pecho, ella ahora me miraba los labios, su mano volvió a subir hasta mi hombro. Solo le faltaba besarme para que ese pequeño movimiento con su mano ya me hubiese vuelto loco.

—¿Qué haces?

Humedeció sus labios un poco y volvió a sonreírme— ¿Por qué?

Miré su mano, la que había empezado a bajar por mi torso hasta llegar a la hebilla de mi pantalón— ¿Qué haces? —volví a preguntar

Su dedo índice empezó a deslizarse con lentitud de arriba abajo en mi vientre —¿Por qué tienes que preguntar? ¿No puedo hacerlo?

Me reí— ¿Qué quieres?

Frihed en prisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora