Una noche

1.5K 89 61
                                    

-¿Himiko? –me animé a hablar mientras entraba en el callejón, pero no obtuve respuesta, las gotas de lluvia nublaban mi visión – No está aq...-De la nada sentí un fuerte golpe en mi cabeza, que me hizo caer de rodillas, era aturdidor.

-¡Por tu culpa él ya no está! –sentí que alguien gritó, no pude diferenciar si era un hombre o una mujer, porque después se dieron a la fuga.

El golpe no había sido lo suficientemente fuerte como para hacerme sangrar, pero dolía un montón y no podía levantarme, liberé mis feromonas, quizás si alguien estaba cerca, podía ir por mí, intenté llamar, pero mi vista se nubló más y caí, de a poco perdí la consciencia, antes de cerrar los ojos divisé unos pies que corrían hacia mí, quién quiera que fuese, estaba agradecida.

Desperté a las horas después, las sábanas blancas además de algunas cuantas máquinas con ruidos extraños, me daba una idea de que estaba en urgencias de un hospital, maldición, odiaba estos lugares, pero la persona que me encontró quizás no supo que hacer y me trajo aquí. Miré el reloj, 9.45 de la mañana, del otro día, sí que había dormido bastante, prácticamente toda la noche, vi mi teléfono y vi que tenía muchas llamadas perdidas de mi padre, suspiré para salir de aquella camilla, pude notar que habían colocado un vendaje en mi cabeza, pero aun dolía como el diablo. No había ninguna persona esperándome o algo, tampoco era su responsabilidad, pero me hubiese gustado agradecerle.

Como pude salí de aquel hospital, algunos médicos recomendaban quedarme más tiempo para calmar la herida, pero, aun así, les dije que no, tenía que comunicarle a mi padre lo que había pasado, pero no me sentía con ánimo de quedarme a trabajar, estaba realmente molesta. Una vez que llegué al edificio, subí de inmediato a la oficina, por una vez, estaba solo, no tenía reuniones que atender.

-Ochako te he estado llamando, ¿Por qué...?-al darse cuenta de mi situación, endureció su mirada -¿Qué pasó?

-Quisiera saberlo, pero lo único que recibí fue un golpe que me mandó a urgencias la noche anterior –crucé mis brazos para restarle importancia- no voy a trabajar hoy, así que consigue a alguien que esté a mi altura para lo que hay que hacer.

Sin darle tiempo para que me dijera algo salí, no quería que los demás me vieran así, pero algo me hizo parar en mis pasos, un aroma conocido, detestable...había otro más, conocido también, me gustaba mucho, pero esta vez expresaba miedo. Di la vuelta para ir en busca de ese aroma, no podía equivocarme en quién era, fui al puesto en donde se suponía aquella persona debía estar, y nada, no la habían visto. Que molesto era todo, había recién empezado mi día, mal además, y tendría que discutir con más gente. Seguí el olor un poco más, se volvía más intenso, era una parte de los de mantenimiento, donde guardan sus cosas, el aroma de las feromonas de miedo de aquella persona me preocupaba aún más y me enojaba, la puerta de aquella habitación estaba trancada.

-No sé qué planean realmente –di unos pasos atrás y di unos vistazos para ver si alguien venía, aunque poco me importaba, tomé impulso y pateé la puerta que se abrió al instante, mi cabeza sintió unas punzadas terribles, pero las ignoré- pero recuerdo haberles dicho que...-cuando entré, mi conciencia se nubló y perdí la poca paciencia que me quedaba. El aroma a miedo, el dulce caramelo mezclado con el temor, venía de ella, Toga estaba arrodillada en una esquina de la habitación, sus lágrimas recorrían sus mejillas, su camiseta en el suelo, ella cubría su pecho, estaba aun con el brasier pero se podía notar que habían forcejeado, frente a ella estos dos despreciables alphas de la capacitación estaban con una sonrisa arrogante, al ver que ella se iba a levantar, uno de ellos utilizó su voz de mando para ordenarle que se quedara ahí, ella no pudo no obedecer, y eso fue lo que terminó con mi juicio.

Me adelanté a uno de ellos para golpearlo en el estómago y dejarlo inconsciente de inmediato, el otro al ver la situación, no tuvo mejor opción que abalanzarse sobre mí para intentar escapar, pero apenas se separó un poco lo tomé de su camiseta para estamparlo en la pared.

Lo que el destino quisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora