Un día a entrenar

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Suspiraba pesadamente mientras manejaba mi auto hacia tan lujosa casa, no podía creer que haya aceptado, pero tenía que cumplir, antes de salir de casa le envié un mensaje a la rubia, comunicándole que estaría ocupada, por si intentaba llamarme, hubiese deseado que me acompañara, pero no iba a permitir que la vieran como si fuese una especie de mascota, después de saber lo del collar, no quería pensar que podían seguir lastimándola con todo eso.

Entre tanto pensar, no me había dado cuenta que ya había llegado, solo esperaba que abrieran aquella inmensa puerta, era una casa bastante grande, necesitaba más seguridad de por medio, aun así, me sentía extraña con tanto lujo, nosotros también teníamos dinero, mi padre no se cansaba de decirlo o recordarlo de manera indirecta, pero yo había decidido irme por algo más humilde en todo esto, para mí, los alphas no necesariamente tenían que tener dinero y poder, quizás por eso a veces me consideraban una alpha defectuosa que no cumple con los estándares.

-¡Uraraka-san! –la voz de uno de los hermanos llamó mi atención cuando bajaba de mi auto con mi bolso donde traía mi ropa de entrenamiento, lo veía tan feliz al acercarse a mí- ¡Estoy tan feliz de que vinieras!

-No faltaría a nuestra promesa, Hiro-kun –sonreí mientras me encaminaba con él a la casa.

-¡Mis hermanas se están preparando! Están emocionadas al igual que yo.

-Espero que puedan resistir el entrenamiento de hoy, no será suave –solté una pequeña risa, a lo que él sonrió aún más de forma victoriosa.

-¡Te sorprenderás de nuestra resistencia!

Me acompañó al interior de la gran casa, ahí me indicó la habitación que podía ocupar para dejar mis cosas y poder cambiarme para cuando fuéramos a entrenar, lo veía tan emocionado que no me extrañaba quisiera partir de inmediato, me causaba gracia, jamás le había enseñado a los demás sobre las artes marciales, iba a ser un poco difícil. Decidí cambiarme de inmediato, escogí solo un top negro deportivo y unos shorts ajustados perfectos para entrenar, no era buena utilizando ropa larga, sentía que dificultaba mis movimientos, una vez que salí me dirigí al patio, tenía una infinidad de flores y un perfecto decorado al estilo japonés antiguo, me gustaba, era muy lindo.

-Veo que, está apreciando nuestro jardín, señorita Uraraka –la voz del señor Yoshida me sorprendió, me giré con una sonrisa mientras ofrecía una reverencia.

-Es muy bonita su casa, señor Yoshida, disculpe la intromisión.

-Tranquila, mis hijos están agradecidos con usted por venir, cuídelos lo necesario este día –él sonrió de manera cálida, solo pude asentir ante ello mientras veía que se marchaba, a veces pensaba, un hombre tan bueno que colabora con las cosas ambiciosas de mi padre, ¿Qué lo habrá hecho aceptar? Puede que sean buenos amigos, así las cosas, serían más fácil para él.

Seguía observando aquel maravilloso lugar cuando sentí unas pisadas tras mío, ellos ya estaban aquí, en un intento de girarme, reaccioné a tiempo cuando vi a la menor de los Yoshida correr hacia mí, con lo rápido que venía, solo atiné a abrazarla y girarla en el aire para amortiguar algún posible golpe o que cayéramos, ella solo reía.

-¿Está bien, señorita Akemi? –pregunté preocupada, pero ella se fundió más en mis brazos sonrojándome.

-¡Uraraka-san está aquí! Ahora estoy perfectamente bien –su mirada brillaba más que otras veces, Hiro se acercó y la separó en un instante de mí.

-¡Akemi! Deja de actuar como si estuvieses en celo, Uraraka-san vino de buena voluntad, no la asustes, así como así –reí algo nerviosa ante el regaño del mayor.

Me detuve un minuto a observar a los 4 hermanos, Hiro era el más alto a pesar de no ser el mayor, Akemi, Aiko y su otra hermana, que no había tenido el agrado de saber su nombre, eran más bajas, todos poseían un cabello anaranjado y ojos rubí, así como el señor Yoshida, su madre era todo lo contrario, tenía un cabello rubio bastante largo y unos impresionantes ojos verdes, con todas estas apariencias me sentía denigrada con mi ojos castaños junto a mi cabello de la misma tonalidad, no tenía nada de especial, pero aquella chica parecía quererme demasiado.

Lo que el destino quisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora