Palabras punzantes

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Al día siguiente debía volver al trabajo, con un pesar terrible, me adelanté y salí primero que el hermoso pelinegro que yacía en mi cama, hubiese deseado que el celo durara más solamente para que él me cuidara. Llegué temprano para organizar unas cosas en la oficina, llevaba los portafolios que mi padre había pedido y otras cosas más, varias de las chicas salieron a recibirme, estaban contentas, así como también varios de los empleados de otros sectores, al parecer mi reemplazo no lo estaba haciendo bien. Todavía quedaba tiempo para poder empezar el turno laboral, sabía que mi padre estaba en su odiosa oficina así que fui.

-Señorita Ochako, que gusto verla nuevamente –Yura me saludó muy animada cuando me vio llegar.

-Gracias Yura, digo lo mismo –correspondí con una sonrisa, a veces esta mujer me hacía buena compañía- iré un momento con mi padre, tengo unos documentos que entregar personalmente.

La mujer no comentó nada más y asintió con una sonrisa para dejarme pasar, como esperaba, siendo las 7.30 de la mañana, él estaba en su silla fumando algún cigarrillo caro con algún licor caro, decía que eso le daba el impulso para empezar un gran día.

-Ochako hija, que bueno que llegas.

-Ten tus portafolios –comenté algo seria mientras los dejaba en su escritorio- terminé los documentos acerca de las finanzas de las 3 plantas de la ciudad, además de cómo se estaba llevando el rendimiento del personal.

-No dudaba en que podías hacerlo, espero que sea una lección para que no vuelvas a salir, así como así, recuerda que hay reglas en esta empresa, no por un berrinche aceptaré que dejes tus obligaciones –solo pude hacer una reverencia aceptando todo y a la vez expresando mis disculpas, no tenía nada que reprochar- puedes retirarte, debes poner en orden lo que este tonto no pudo hacer, es muy complicado el celo de tantos omegas de baja clase.

Me molestaba que los tratara de esa manera, malditas jerarquías, a veces deseaba no haber sido de esta casta tan molesta. Llegué a mi oficina en menos de un segundo, me alisté con el cinturón que necesitaba para hoy y me dispuse a salir, un nuevo día comenzaba.

Corrí en muchas ocasiones, no daba crédito a todos los empleados que estaban en malas condiciones, con su celo casi descontrolado, fueron más omegas que alfas, y en parte me preocupaban más los omegas. Fue difícil en un principio, hasta ayer mi celo aún seguía y ahora que me sentía mejor, volver a la exposición de feromonas me estaba incomodando un poco, al dar la hora del receso de almuerzo, pude respirar un poco más, estaba exhausta, caminé pesadamente a mi oficina para dejarme caer en un sofá, no tenía hambre por el momento, solo quería descansar, cerré mis ojos un momento, pero mi corto sueño se vio interrumpido por alguien que picaba mi mejilla con delicadeza.

-No duermas en el trabajo, Ochako-chan –abrí mis ojos para encontrarme con aquellos dorados que había dejado ir el día anterior, me molestó verla, de todas las personas, ella era una que no quería ver.

-No puedes venir a mi oficina como si fuese cualquier lugar –me incorporé quitando su mano con una expresión fría, quería gritarle mil cosas – para la próxima le diré a Yura que vigile más seguido.

-Quería verte, por eso ignoré a esa señora, siempre me mira de una manera horrible, ¿es así con todos?

-Probablemente.

-Estás más rara que de costumbre Ochako –se sentó a mi lado acercándose lo suficiente para tenerla de frente- ¿estás frustrada por lo de ayer? –quiso juguetear con el tema, pero no era algo que fuese solo un juego.

-¿Por lo de ayer? ¿Por lo que casi pasó o por lo que dijiste? –quizás fue porque aún mi celo no se iba del todo, pero andaba mucho más sensible que otras veces, mis lágrimas no tardaron en aparecer, haciendo que la rubia se sorprendiera.

Lo que el destino quisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora