CAPITULO 31

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Veinte minutos más tarde llegaron los chicos y se sentaron en nuestra mesa.

Dylan llevaba la ropa que yo había elegido y le sentaba bastante bien. La camiseta de tirantes le quedaba ancha y dejaba ver sus músculos y parte de sus abdominales.

Se sentó a mi lado y besó mi mejilla.

–Oye, ¿esa sudadera no es mía? –dijo levantando una ceja.

–Puede

–Puedes quedártela, princesa, así me recordarás siempre.

Me entristeció al escuchar sus palabras. Dylan lo notó y me abrazó.

–Lo siento, no debería...

–Estoy bien, tengo que ir asimilando que en unas horas me despediré de ti –dije interrumpiéndole.

Seguimos desayunando.

Dylan dejó su cuchara en el plato y apoyó la cabeza en la mesa.

–¿Te duele todavía, amor? –dije acariciándole el pelo. Asintió–. Tranquilo que ahora te traen el termómetro.

Brenda llegó con un termómetro en la mano, se acercó a Dylan para pasárselo por la frente.

–Quiero que me lo pase ___ –me miró y sonrió.

Ella dejo el termómetro de un golpe en la mesa y se fue cabreada.

Cogí el termómetro, me senté encima de Dylan de manera que ambos quedáramos cara a cara y le pasé el termómetro por la frente.

La gente nos miraba raro, y no les culpo, habíamos pasado de no querernos ni ver a estar pegados como chicles en el zapato.

–Tienes fiebre, Dylan.

–Creo que me he puesto malo –tosió.

–Y tienes la voz fatal.

–Lo sé –dijo agarrándose la garganta–, estoy hecho una mierda.

–Aún estando enfermo sigues siendo el chico de los ojos verdes por el que he perdido la cabeza –le susurré al oído.

Él se estremeció.

Contigo Aprendí Lo Que Es Amar [Dylan O'Brien]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora