CAPITULO 34

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Luis nos trajo bocadillos de bacón y queso.

Por lo menos haber andado tanto tenía su recompensa.

Mientras me comía el bocadillo sentí como Dylan se sentaba detrás mía de forma que yo quedara entre sus piernas. Me agarró por la cintura.

Recordé el día en el que Dylan se sentó de la misma manera mientras besaba mi cuello. Fue antes de nuestro primer beso.

–¿Sabes que extrañaré estos momentos contigo? –me susurró al oído.

–¿Sabes que extrañaré tus besos y caricias?

–¿Sabes que extrañaré hacerte el amor bajo las estrellas?

Me estremecí y Dylan sonrió. Empezó a besar mi cuello mientras levantaba mi, perdón, su sudadera que le había robado para acariciar mi vientre.

–Dylan –susurré–, para –el paró.

–Lo siento, sabes que no puedo controlarme.

Un chico rubio con el pelo un poco largo se acercó a nosotros.

–Dylan, ¿te vienes a explorar con Tony y los demás? –le preguntó.

–Vale –besó mi mejilla y se fue.

Antes de desaparecer entre los arboles se giró y me guiñó un ojo. Este chico me mata.

En situaciones normales hubiera ido a buscar a mis amigas, pero en esos momentos lo que necesitaba era estar sola y pensar.

Me alejé del grupo y me adentré en el bosque.

Había caminado muy poco cuando escuché el sonido del agua. Moví un arbusto para ver mejor y encontré un riachuelo, en el centro había una gran roca. Un perfecto lugar para alejarme del mundo.

Pasé por un caminito de piedras para no mojarme los pies y con un impulso me subí a la roca.

Empecé a pensar en muchas cosas: mis amigas, mi familia, el campamento, David, Dylan... Me dolía mucho pensar que me quedaban apenas un par de horas con él.

Alguien me agarró del pelo e interrumpió mis pensamientos. Con un fuerte tirón me obligó a levantarme y fue entonces cuando la vi. Brenda tenía los ojos llenos de ira y agarraba con fuerza mi cabello.

–¡Te dije mil veces que no tocaras a Dylan! –me gritó mientras tiraba con más fuerza de mi pelo.

–¡Te dije mil veces que yo no quiero nada contigo! –gritó Dylan saliendo de entre los árboles. De un empujón apartó a Brenda de mí.

–Dylan, yo...

–¡Cállate! ¿Qué coño te pasa? –se le veía muy cabreado.

–Pero...

–¡Ni peros ni ostias, me tienes hasta los cojones, Brenda!

Yo empecé a llorar, nunca había visto a Dylan de esa manera.

–¿Cómo puedes decir eso después de lo que paso anoche? –dijo Brenda con malicia.

–¿Anoche?¡No me acostaría contigo ni aunque fueras la única chica en el puto planeta!

–¿Ya no lo recuerdas amor? Yo recuerdo perfectamente como gritabas mi nombre entre gemidos.

–¡Brenda, estas fatal de la cabeza! –a Dylan se le tensaron los músculos de los brazos–. Quizás puedas engañar a todos los idiotas de Albacete que van detrás de tu culo como imbéciles. Solo eres un pegote de maquillaje que manipula a todo el mundo. No quiero volverte a ver cerca de mi chica, ¿te enteras?

¿Habia dicho "mi chica"? Me entraron unas ganas tremendas de aplaudir, había puesto a la zorra esa en su sitio.

Brenda no dijo nada, se fue con la cabeza gacha y desapareció entre los arboles.

–___, créeme, jamás me he acostado con ella.

–Te creo, pero solo abrázame –le dije con la voz quebrada.

Me acerqué a su pecho y él me abrazó.

–¿Te ha hecho daño, princesa? –acarició mi cabello.

Asentí y besó mi cabeza.

Con un movimiento rápido Dylan agarró mis muslos y me elevó por los aires. Rodeé su cintura con las piernas.

Bajó de la piedra conmigo en brazos y se metió en el agua.

–¡No, Dylan, no! ¡Se lo que estás intentando! –empecé a pegarle puñetazos.

Me soltó y mis pies se metieron en el agua. Dylan se reía.

–Me has empapado las zapatillas!

–Lo sé, ahí estaba la gracia –dijo metiendo las manos en los bolsillos.

Le di un puñetazo en el hombro.

–¿Cómo narices quieres que volvamos ahora si tenemos los dos las zapatillas mojadas?

–Hay dos opciones. Una, te bajo yo a caballito; y dos, nos quedamos aquí los dos solos para siempre –me agarró por la cintura y me pegó a su cuerpo.

–Voto por la segunda opción.

Nos besamos, el con las manos en mi trasero y yo con las suyas en su pecho.

Le quité la camiseta, no íbamos a hacerlo pero necesitaba volver a verle sin camiseta.

Luis tocó el silbato, señal de que bajaríamos para esperar el autobús.

Miré a Dylan con los ojos aguados. Él se puso de nuevo la camiseta.

–Vamos, cielo, o llegaremos tarde –agarró mi mano y empezamos a andar con los pies encharcados.

Contigo Aprendí Lo Que Es Amar [Dylan O'Brien]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora