Las palabras habían salido con fluidez de su boca a pesar de estar nerviosa y cohibida por la extensa audiencia que había escuchado su declaración. Kara mostraba una faz serena y controlada, totalmente contraria a la tormenta que lentamente estaba gestándose en su interior. Lena no había dado indicios de haber escuchado su pregunta. La comandante se mostraba mortalmente callada, algo que no auguraba nada bueno para la rubia, prefería que esta estuviera gritándole improperios o burlándose de su absurda petición, por lo menos de esa manera se rompería el incómodo silencio.
—No la escuche comandante, esto es claramente una treta— Habló Reign con voz firme, dirigiéndose a la pelinegra. Para la soldado era más que evidente que Kara Zor-El solo era una vil y sucia embustera.
Todos los guerreros persas estuvieron de acuerdo con las declaraciones de su superior, algunos incluso encontraron la osadía suficiente como para decir en voz alta su propio descontento por las acciones de la espartana, pensaban que la propuesta no era más que una sórdida y desesperada jugada del ejército enemigo para evitar su pronta aniquilación.
—¡Silencio!— Gritó Lena, haciendo callar el mar de voces que se habían tomado su navío imperial, cada una más molesta que la anterior, todos tratando de que su líder escuchará sus razones para matar a la rubia y tirarla por la borda. —Este asunto se discutirá en mis habitaciones privadas y la única que determina qué sucederá soy yo, no olviden su lugar y vuelvan a sus deberes— Replicó Lena con voz fría, dirigiéndose a toda la guarnición. Posteriormente se dio la vuelta y camino hacia sus aposentos, sin esperar una confirmación de Kara.
Al ver que su contraparte se alejaba lentamente de la cubierta. Kara no tuvo más remedio que levantarse de su lugar y enfundar su espada, mentiría si no reconociera el control que Lena Luthor tenía sobre sus tropas. Los hombres se habían dispersado rápidamente como hormigas ante las ordenes de su comandante naval, ninguno dispuesto a poner en duda el juicio de la pelinegra.
La rubia siguió el mismo recorrido que había hecho con anterioridad, la única diferencia era que esta vez Reign estaba escoltándola personalmente, asegurándose de que no cometiera una tontería. Kara no podía comprender por qué la enmascarada la odiaba con tanto fervor, pero no era algo que la ojiazul estuviera dispuesta a preguntarle.
La habitación seguía tan opulenta y oscura como la heredera Zor-El recordaba, sólo una cosa había cambiado, sus razones y su criterio, pues la antigua Kara nunca habría estado dispuesta a ceder a las demandas del imperio persa, pero ahora todo era distinto, las reglas del juego habían cambiado y la rubia sabía que ella era el único comodín que le quedaba a toda Grecia, sobre sus hombros descansaba el destino de su nación y de su gente.
—Déjanos a solas— Ordenó Lena con voz fría. —También los guardias de las puertas, diles que su servicio no será requerido hasta nuevo aviso— Término con tono contundente, acercándose a una ornamentada mesita de noche en la cual descansaba una jarra de vidrio llena de vino. La pelinegra no escatimó a la hora de verter una generosa cantidad de líquido ambrosial en su copa.
Reign estuvo a punto de objetar las ordenes de la princesa pero su tono plano y su mirada hosca le hicieron replantearse mejor sus palabras, su comandante estaba perdiendo poco a poco la paciencia y entonces sólo quedaría un infierno por desatar. La enmascarada no estaba dispuesta a probar los límites de su líder, eso se lo dejaría a Kara Zor-El.
—Sí señora— Respondió dócilmente la soldado. Camino hacia la puerta pero no sin detenerse unos segundos ante la espartana, midiéndola con una sonrisa divertida. Probablemente su comandante la masacraría por su impertinencia, pensó Reign oscuramente. Así que aún más satisfecha con su conclusión siguió tranquilamente su recorrido hacia la salida, dispuesta a efectuar las exactas indicaciones de Lena.
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Reina De Mi Imperio
Lãng mạnSólo quería ganar la guerra, salvar mi ciudad, proteger a mi gente. Nunca imaginé que caería presa de sus deseos, de su mirada, de su sed de venganza. Me enamoré profundamente, pero no podía rendirme ante ella, cometer traición, darle la espalda a m...