El campamento ardía con furia, las flechas enemigas destruyendo todo a su paso, ni las más experimentadas ordenes del comandante Lane y el almirante Henshaw podían hacer que sus reclutas guardarán la calma y actuarán en consecuencia para mitigar los daños causados por el fuego.
Kara observó con horror mórbido como sus compañeros caían poco a poco sin la más mínima lucha. Heridos de gravedad y muertos decoraban los suelos del refugio griego. El olor a carne quemada impregnaba el aire y se podía escuchar claramente el sonido de los caballos encabritados destruyendo las cuadras improvisadas que habían construido a su llegada. La ojiazul sintió como un profundo vacío se apoderaba de su pecho al pensar en Krypto, el cual debía estar sumamente asustado, buscando una salida, casi estuvo a punto de correr en su ayuda hasta que su atención se desvió y presenció con pavor como su carpa era incendiada por una flecha bien dirigida.
La rubia no había podido vislumbrar si Alex había escapado con éxito del lugar, tal y como algunos de sus compañeros. Su posición en el suelo tampoco le otorgaba mucha visibilidad y con el corazón en la manga abandonó su escondite rápidamente, aún en contra de su mejor juicio y de los gritos desesperados del comandante Lane quien le ordenaba ferozmente permanecer en su lugar.
Corrió con todas sus fuerzas, esquivando flechas y evitando las llamas que habían consumido gran parte de sus guarniciones y arsenal. Kara quería llegar lo antes posible a Alex, para verificar que efectivamente estaba viva y bien, y que no había sufrido ningún tipo de daño a causa de la sed de venganza de la comandante persa. Si algo le sucedía a la pelirroja por su culpa nunca se lo perdonaría, así que siguió corriendo, corrió como nunca lo había hecho pero su rápida carrera se vio interrumpida por los abruptos gritos de una mujer, los cuales provenían de una pequeña tienda ubicada a la izquierda del camino y la cual empezaba a destruirse lentamente por el fuego. Sin poder evitarlo, Kara se dirigió hacia el lugar, rezando a los Dioses porque nada malo le pasará a su mejor amiga mientras ayudaba a esta persona.
—Hola— Dijo la rubia, adentrándose en la carpa y buscando a la posible víctima. La pesada capa de humo que rodeaba la habitación le dificultaba ver el lugar y hacía donde debía dirigirse. El olor era nauseabundo y le impedía respirar, así que guío su codo hacía su nariz tratando de amortiguar los nocivos efectos del aire contaminado. —¡¿Hay alguien aquí?!— Gritó Kara, esperando cualquier posible respuesta pero sólo encontrándose con el molesto crepitar del fuego. El sudor le goteaba por la barbilla, podía sentir como el protector de cuero se pegaba incómodamente a su espalda. Había algo muy raro, pero la heredera Zor-El no podía identificar con exactitud qué, solo podía definirlo como una rara sensación de aprensión creciendo en sus entrañas.
—Sí— Respondió una voz ronca y siniestra desde las sombras, su cuerpo oculto por el denso humo. La figura misteriosa se materializó a unos cuantos metros de donde estaba parada Kara. Una enigmática máscara cubriendo la mitad de su rostro, sus finos labios mostrando una sonrisa sardónica. Con su mano derecha sujetaba firmemente por los cabellos a una joven aterrorizada, en su mano izquierda una afilada espada de acero puesta firmemente contra la garganta de la esclava que la rubia había estado dispuesta a rescatar hacia unos segundos. —Debo admitir que esto fue demasiado fácil, incluso para ti Zor-El— Dijo con desprecio, apretando su agarre en el pelo de la joven cautiva, recibiendo un pequeño gemido de dolor a cambio.
—¿Quién eres tú?— Respondió Kara con voz dura, sus ojos fijos en su inesperada enemiga. Era una mujer, según podía vislumbrar la rubia por su delatadora silueta y una enemiga persa, por lo que dejaba entrever el uniforme. —Déjala ir, ella no tiene por qué ser lastimada. La utilizaste para llegar a mi y aquí me tienes— Término con tono sombrío, observando detalladamente la cara cubierta de lágrimas de la joven y el peligroso cuchillo cerca de su cuello, presionado estratégicamente contra su yugular.
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Reina De Mi Imperio
Storie d'amoreSólo quería ganar la guerra, salvar mi ciudad, proteger a mi gente. Nunca imaginé que caería presa de sus deseos, de su mirada, de su sed de venganza. Me enamoré profundamente, pero no podía rendirme ante ella, cometer traición, darle la espalda a m...