Kara observó con atención como la pelinegra caminaba elegantemente por la habitación. Los aposentos privados dejaban al descubierto pequeños detalles sobre la personalidad de su dueña. Una decoración ornamentada donde predominaban los tonos oscuros con matices dorados. Espadas, lanzas y escudos colgaban de las paredes, probablemente premios de guerra, arrebatados a sus dueños como símbolo de victoria de la comandante persa. Una hermosa mesa de caoba colocada en la esquina más alejada, papiros pulcramente enrollados y mapas cartográficos ocupaban la superficie del escritorio.
La mirada de la rubia siguió su recorrido por el cuarto, buscando posibles amenazas o indicios que demostrarán que esto era, tal y como había planteado tan crudamente el comandante Lane, una trampa, o eso hizo, hasta que su mirada errante se posó sin querer en una enorme cama con dosel. Estaba cubierta con suaves sábanas de seda y cojines mullidos que prometían una larga noche de descanso... o de pasión, dependiendo de la situación. Kara se golpeó mentalmente al ver hacía donde se dirigían sus pensamientos, tenía que concentrarse, no podía tener su mente tan dispersa frente al enemigo. Esto no era una visita social, se recordó duramente, esto se trataba de una lucha de poder.
Lena Luthor se veía totalmente ignorante de la batalla interna que estaba librando dentro si y Kara se sintió agradecida, no quería que sus emociones fueran tan evidentes, así que decidiendo evitar más dolores de cabeza, se abstuvo de dejar que su mirada siguiera vagando y se concentró en los movimientos de la pelinegra, la cual se encontraba sirviendo un poco de vino en dos ataviadas copas de plata.
—No bebo— Aclaró Kara. El alcohol nunca había sido su fuerte y esta noche no estaba pensando emborracharse. Tenía que estar alerta, además, el líquido podría estar envenenado.
—Creo que por hoy podrías hacer una excepción— Respondió Lena con voz firme. La pelinegra no se vio afectada por la negativa de la joven, por el contrario, sonrió divertida al ver el recelo en los ojos de la rubia. Se acercó lo suficiente hasta que estuvo a un palmo de distancia de la espartana, extendiendo la copa en señal de invitación, no dejando lugar para ser rechazada.
Kara no tuvo más remedio que recibirla, no queriendo sumergirse en aguas demasiado profundas. El carácter de esta mujer era impredecible, lo mejor sería jugar a lo seguro, aunque no hizo ningún movimiento de llevarse la copa a los labios, solo sosteniéndola fuertemente en su mano.
—No tienes que lucir tan tensa, pongámonos cómodas— Invitó la comandante, dirigiéndose a los sillones que ocupaban el centro de la habitación, queriendo aligerar el ambiente. Aunque le causaba cierto placer ver la clara incomodidad de la joven Zor-El, también quería alargar su conversación, no estaba planeando dejar ir tan fácilmente a la rubia.
Después de sopesarlo un poco, Kara decidió acercarse, no queriendo dejar entrever su aprensión. La ojiazul era bastante obstinada y no estaba dispuesta a ser la primera en sucumbir o dar su brazo a torcer en esta extraña batalla de voluntades. Se sentó estratégicamente en la silla más alejada, queriendo mantener una prudente distancia entre ella y la comandante.
La pelinegra observó con interés las acciones de su contraparte, totalmente consciente de los inútiles intentos que hacia la rubia por alejarse. La joven Luthor sabía que el comportamiento de la griega no derivaba del miedo, eso sería demasiado simple. La espartana era precavida pero no temerosa, le respondía duramente y no apartaba la mirada cuando sus ojos se encontraban, pocos hombres y mujeres mantenían esos atributos en su presencia. Eso solo logró cautivarla. Deseo quebrantar ese espíritu, retenerlo, poder comandarlo. Entre más la miraba, más ansia sentía. Era caótico, absurdo, pero nunca se había considerado racional, toda su vida se había regido por objetivos, derramamiento de sangre y venganza. El sexo era un medio para conseguir sus fines, tal vez podía sentir un poco de pasión, pero el amor, era una noción estúpida, una mentira para engañar a las jovenzuelas vírgenes. No había lógica, no había cariño, solo un profundo anhelo, quería a Kara Zor-El, quería tenerla, la quería en su ejército, quería yacer con la rubia y por todos los Dioses que ella, Lena Luthor, lo conseguiría.
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Reina De Mi Imperio
Roman d'amourSólo quería ganar la guerra, salvar mi ciudad, proteger a mi gente. Nunca imaginé que caería presa de sus deseos, de su mirada, de su sed de venganza. Me enamoré profundamente, pero no podía rendirme ante ella, cometer traición, darle la espalda a m...