κεφάλαιο XVII

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—Dame esta noche— Evadió Lena con vehemencia, implorando a su esposa. La emoción cruda envolviendo sus palabras. —Solo una— Continuo, silenciando suavemente las quejas de su amante con sus labios. —Es lo único que necesito—

Por más que debía, Kara sabía que nunca podría decirle que no, nunca podría negarle nada a Lena.

—Lena— Susurró Kara, mientras acariciaba tiernamente la mejilla de la pelinegra con su mano derecha. —Tómame— Pidió con voz temblorosa, sin saber cómo poner en palabras todas las emociones y sensaciones que estaban recorriendo su cuerpo. La tristeza, la rabia, la desesperanza y la pasión, todo convergía para hacerla suplicar. Todo fundido en el deseo de querer complacer a esa mujer que le había robado todo; su tiempo, su vida y su corazón.

Lena sujetó la mano que se había posado con tanta delicadeza sobre su rostro, sin esperar el gentil toque, recibiéndolo con extrañeza y un profundo calor en su interior. La comandante no conocía la ternura. Ignoraba la dulce mirada en los ojos azules de Kara, la adoración que podía percibir. Todo eso era un misterio, no sabía cómo corresponder a esos gestos, pero sí sabía una cosa. Después de todo, conocía la pasión y la lujuria. La joven Luthor conocía el calor y el ansía de la carne y eso, eso sería suficiente por ahora.

La rubia observó con los ojos entrecerrados como su esposa sujetaba su mano, apartándola de su rostro. La pelinegra guío la mano de Kara unos segundos después en un lento descenso por su cuerpo, pasando la mano por su clavícula para posteriormente guiarla hacía uno de sus pechos. Lena sujetó la mano de la rubia con firmeza, haciendo que apretará su seno suavemente, un gemido abandonando sus labios ante la sensación.

Kara miraba anonadada el espectáculo que se le presentaba, sin apartar ni por un segundo la vista de la hermosa mujer que se encontraba sentada en su regazo, bebiendo de sus atrevidas acciones. La rubia sujetó con más firmeza el pecho de la comandante, siguiendo sus indicaciones. Lena arqueó su espalda en respuesta, alentando a la ojiazul a continuar con sus atenciones.

La heredera Zor-El descendió su mano por si sola, acariciando suavemente el vientre plano de Lena, sintiendo la piel cálida y suave. Era exquisita y no podía dejar de tocarla. Luego comenzó a subir lentamente sus manos por los brazos de la princesa hasta sus hombros, moviendo suavemente los tirantes del vestido hacía a los costados, la prenda cayendo del cuerpo de la comandante, acumulándose con gracia alrededor de sus caderas. Kara no apartó su mirada del rostro de su esposa, buscando cualquier señal de disgusto o malestar, pero no encontró ninguna. Lena la miraba con ojos entrecerrados, su labio inferior atrapado entre sus dientes, en clara señal de provocación. La ojiazul se sintió arder.

Cuando Kara hubo despojado a Lena de la prenda ofensiva no pudo evitar admirar su pecho expuesto. Sus senos eran hermosos, blancos como la leche, adornados con hermosos pezones rosados. La rubia cubrió los pechos con sus manos, probando su peso. Se sorprendió al comprobar que cabían perfectamente en sus palmas. Sin poder evitarlo, se incorporo, queriendo probar el delicioso manjar que se le presentaba. La excitación y el deseo apoderándose de su cuerpo, una profunda erección tensando su toga y tocando la parte interna del muslo de Lena. Probablemente su esposa ya se había dado cuenta de su emoción pero la pelinegra no reflejaba indicios de desagrado. La ojiverde aún mostraba su postura regía, inquebrantable, la cual incitaba a Kara a tomar el control, a consumar su relación. La rubia no quería decepcionar.

Kara acercó su rostro al seno descubierto de Lena, queriendo complacerla, su cuerpo guiado por un impulso primitivo que parecía decirle exactamente qué hacer. Rodeó suavemente el pezón rosado con su boca; succionando, chupando y mordisqueando, mientras su mano derecha jugueteaba con su contraparte, no queriendo dejarlo desatendido. Lena se retorcía, gemía, echaba su cabeza hacía atrás, solo fue cuando la comandante empezó a mover tentadoramente sus caderas que Kara soltó el pecho para proferir un quejido. La fricción era deliciosa. Lena estaba moliendo su centro contra su miembro y se sentía maravilloso, no podía pensar cómo esto podía llegar a sentirse mejor, eso sin tener en cuenta que aún tenían cubierta la mitad inferior de sus cuerpos.

Reina De Mi ImperioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora