Se veía hermosa. No había duda de ello. Su cabello color ébano caía elegantemente por su espalda, elaboradas trenzas recogiendo los mechones de su frente. Su clavícula se encontraba expuesta. el vestido blanco dejando entrever un generoso escote. Su hombro derecho descubierto, su piel de alabastro brillando a la luz del sol, rayos cálidos entrando por los grandes ventanales del palacio. Kara nunca había visto nada parecido, era como si Lena fuera una figura idílica, una quimera sacada de los pensamientos y deseos más recónditos de los hombres. No, ella era mucho más, tan bella y elegante, con el temple y firmeza de una amazona. Definitivamente era más que hermosa y si se le permitía decirlo, casi parecía una Diosa, bajada del mismísimo Olimpo para agraciar a los mortales con su sola presencia.
Kara sintió un cosquilleo en el pecho ante la deslumbrante mujer. Ni siquiera había pensando que Lena optaría por un vestido tradicional de novia. La heredera Zor-El creía firmemente que la comandante elegiría un traje de gala o una de sus armaduras de batalla. Verla así, tan femenina y delicada, era algo completamente nuevo. Nadie adivinaría que detrás de ese hermoso peinado y distinguida indumentaria estaría una de las mujeres más peligrosas y despiadadas del imperio persa.
La rubia se encontraba nerviosa, era absurdo negarlo. Nunca pensó que su boda se desarrollaría de esta manera. En medio de un país enemigo, rodeada de nobles y políticos que nunca había visto en su vida, así como la constante y desagradable presencia de Lex Luthor. ¿Qué diría su padre si pudiera verla ahora?, ¿estaría decepcionado?. No se casaría con Lucy, ni honraría a su familia como siempre había deseado. Kara exhaló suavemente el aire que había estado conteniendo. Era mejor no pensar en esas cosas, debía concentrarse en el aquí y en el ahora, era lo mínimo que se merecía Lena.
La celebración había sido excelsa, definitivamente el Rey había tirado el palacio por la ventana. No había escatimado en gastos, una clara demostración de como quería hacer de su boda una de las mayores celebraciones de la época, tal y como le había prometido a Lena. Como dictaba la tradición, la fiesta duraría tres días. El primero, con el fin de hacer un magnífico banquete para los prometidos y los invitados, todo a cargo del anfitrión, en este caso Lex. El segundo día, donde se llevaría a cabo formalmente la ceremonia de bodas, y el tercer día donde las sacerdotisas harían rituales y sacrificios a los Dioses pidiendo por la unión y bonanza de la pareja y la continuidad de sus líneas familiares con descendientes fuertes y sanos.
La heredera Zor-El había logrado sobrevivir al banquete, milagrosamente, aunque le había tomado un esfuerzo descomunal no arremeter contra Lex y su sarta de aduladores. Por lo menos Lena había estado a su lado, aunque ella tampoco había hecho nada para ocultar su descontento, negándose a hablar con cualquier invitado, ignorando las conversaciones a su alrededor y sólo dando respuestas monosílabas a todo aquel que se atreviera a hablarle directamente.
No había hablado con Lena sobre su pelea, ni el suceso que había acontecido después de eso. Siendo totalmente sincera Kara se encontraba avergonzada, su comportamiento había sido menos que estelar y saber que había tenido que ser consolada por su prometida como si de una niñita se tratase, era algo que verdaderamente prefería seguir ignorando. La ojiverde no había dicho una sola palabra y en definitiva la rubia no traería el tema a colación, así habían pasado el día, ignorando ese íntimo momento como si nunca hubiera sucedido. Pero ahora, mientras veía como Lena caminaba lentamente por el pasillo, el cual estaba adornado con exóticas y hermosas flores. La cola del vestido ondeando tras ella, la luz del sol rodeando su cuerpo como un halo angelical. Kara olvidó por completo sus pensamientos y sólo tuvo ojos para esa mujer, Lena Luthor, quien aún en contra de todos los protocolos había decidido caminar sola hacía el altar, en vista de que no había nadie digno que pudiera interpretar el papel de padre o eso había pensado la ojiazul. La verdad, le sentaba bastante bien, una guerrera como ella, tan fuerte e independiente, entregándose por si misma a otra persona, sin la compañía de nadie, era algo que sólo alguien como ella podía hacer sin parpadear y Kara la admiraba por ello.
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Reina De Mi Imperio
RomansaSólo quería ganar la guerra, salvar mi ciudad, proteger a mi gente. Nunca imaginé que caería presa de sus deseos, de su mirada, de su sed de venganza. Me enamoré profundamente, pero no podía rendirme ante ella, cometer traición, darle la espalda a m...