Ella cerró sus ojos con fuerza. Anhelo estar en otro lugar, en otro tiempo. Se imaginó compartiendo este momento con otra persona. Cabello rubio inundando su mente, impulsando su deseo. El cuerpo que la sujetaba contra la cama más delgado, pero no menos poderoso. Ásperas manos reemplazadas por unas suaves, femeninas. El aliento pesado que sentía contra su cuello sustituido por una suave respiración, por jadeos menos opresivos. Las estocadas más lentas, pausadas, buscando tocar ese punto clave en su interior, prolongando su placer. Pensó en piel blanca, fuertes brazos y en hermosos ojos azules. Los ojos que atormentaban sus sueños.
—Mírame— Ordenó James con fiereza, sujetando la cara de su esposa en consecuencia. Sus ojos encontrándose en medio de la pasión. Así la quería, que le suplicará, que lo mirará con adoración. ¿Cuántas noches se había imaginado esta vista? Lucy debajo de su cuerpo, retorciéndose de placer.
Lucy movió bruscamente su cabeza, provocando que James soltará su agarre en su rostro. Sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas mientras se obligaba a mirarlo. No lo quería, ¿por qué él le hacía esto?
James frunció el ceño con molestia al ver como el rostro de Lucy se contraía de dolor, sus mejillas manchadas de lágrimas, los sollozos inundando su cuerpo. ¿Por qué debía hacer las cosas más difíciles para ambos?, ¿por qué se negaba a su destino?, ¿por qué se negaba a amarlo? La ira se adueño de su cuerpo y penetró con más dureza el coño de su esposa. Sí Lucy estaba tan en contra de su matrimonio, él no tendría reparo alguno en tomar lo que quería de ella por la fuerza.
El espartano sacó su miembro del calor acogedor de su esposa y agarró con fuerza sus caderas. —De rodillas— Ordenó el teniente con voz dura. —No quiero ver tu rostro en este momento, me irrita—
Lucy inhaló y exhaló con fuerza. Sabía que no podía contradecirlo, solo empeoraría las cosas para ella. Así que obedientemente siguió los deseos de su esposo. Lentamente se puso de rodillas, su trasero al aire, sus manos sujetando su peso, agarrando las suaves mantas debajo de ella. Se sentía impotente. La heredera Lane ignoró el dolor en sus costados, donde James había apretado con demasiada dureza y se obligó a despejar su mente para lo que vendría. Ahora que lo había enojado, el teniente no tendría piedad de ella.
Por suerte, no duro demasiado. En cuanto James se encontró satisfecho, vaciando su semilla en su interior, por fin se bajo de su cuerpo. Lucy no pudo evitar la repulsión que sintió. De forma rápida cubrió su figura desnuda con una manta que había a su costado y observó con ojos enrojecidos la figura de su esposo.
—Vístete— Ordenó James mientras se ajustaba la toga a la cintura. —Tu padre nos esta esperando para desayunar—
Lucy no respondió y se tragó el insulto, conformándose con darle una mirada de muerte.
—Es hora de que aceptes que ella nunca regresará— Dijo James de repente con voz fría. Observando a su esposa duramente. —Kara se casó con esa mujer y siguió adelante— Continuo con tono hiriente. —Debes seguir su ejemplo y olvidarte de ella, así como ella se olvidó de ti. No llevarás a sus hijos, pero sí a los míos. Debes entenderlo de una vez por todas— Terminó con frialdad mientras cruzaba la puerta de la habitación, dejando sola a la heredera Lane.
—No mientras pueda evitarlo— Susurró Lucy mientras sujetaba su estomago, su cuerpo temblando ante la perspectiva de lo que debía hacer. No era más fácil, no se hacía más fácil con el tiempo. Era tan terrible como la primera vez que había sido obligada a hacerlo, pero debía. Ella nunca podría someterse. Nunca podría darle a James lo que quería, porque de hacerlo, estaría encadenando su alma de forma definitiva a él y eso, eso era algo que no quería, ni podía permitirse.
Una de sus esclavas de confianza entró en la habitación luego de unos quince minutos, tal y como había sucedido desde su primera noche de bodas.
—Mi señora— Saludó la esclava mientras hacía una reverencia. Sin importarle el estado de desnudez de la mujer. Ella sabía lo que debía hacer, así que sin más preámbulo le ofreció a su ama el pequeño frasco que había estado escondiendo en el bolsillo de su túnica.
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Reina De Mi Imperio
RomantizmSólo quería ganar la guerra, salvar mi ciudad, proteger a mi gente. Nunca imaginé que caería presa de sus deseos, de su mirada, de su sed de venganza. Me enamoré profundamente, pero no podía rendirme ante ella, cometer traición, darle la espalda a m...