Capítulo 4: Regresando

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Ya por fin habíamos dejado la casa de los Daggery atrás. La placa estaba fielmente guardada en uno de mis bolsillos. Me resultaba casi extraño tenerla tan rápido, pero era así siempre que terminaba un encargo, como si  no importara cuanto tiempo pasara, o cuantas veces lo hiciera. Acababa siempre por sorprenderme a mi misma de lo que era capaz de hacer. Aunque también me hacía preguntarme si había algún límite en mi, o en esta peligrosa naturalidad para hacer cosas moralmente incorrectas. O hasta donde era capaz de llegar para cumplir  con lo que quería. O si podría hacerlo siempre. 

Casi detuve mi andar con este pensamiento, pero me obligue a seguir caminando, un pie frente al otro, un pie frente al otro, en zancadas algo bastante largas, como si con una sola quisiera saltar 20 pasos. Reí un poco ante mi propia acción, pero la gracia me duro poco. Simples acciones así como esta me ponían a pensar, y esta no fue la excepción. ¿Y si, así mismo como saltaba los pasos, me estaba saltando algo más? Un detalle o alguna palabra, esa duda ya era una constante casi paranoica, pero era capaz de darle vueltas noches seguidas, hasta el cansancio. Si dejaba algo, o un detalle se escapaba, o digamos simplemente algo erróneo en los planes. El castigo que recibiría sería ejemplar, y ya se me había dejado claro. 

Había tenido cerca de los 8 años la primera vez que agache la cabeza ante las ordenes de alguien más. 

Nunca había tenido que hacer cosas a la mala, mis padres casi no me exigían nada más allá de mis capacidades, y en lo que pudieran, me ayudaban. Y cuando llegaba un regaño, si me lo merecía, venía acompañado de una suave lección que planeaban ellos que se me quedara grabada en la memoria. Se ponían delante de mi de manera en que yo, tan pequeña, no era capaz de evitar notar la diferencia de estaturas. Solía pensar que una persona era tal cual podía verse desde afuera, que su cuerpo daría señales de lo que podía esconderse dentro. Todavía lo pensaba cuando me sentaban en sus piernas para enseñarme como leer, contar, sumar. Solía creer que era muy inteligente por la rapidez en la que podía aprender. Pero eso lo puse en duda, al igual que muchas otras cosas. Lo hice una vez, y ya después no pude dejar de hacerlo. 

-¿Cual es tu nuevo nombre? -Me había preguntado una mujer, que después supe que se llamaba Rosalind. Me miraba fijamente, con los ojos muy abiertos y la cara girada un poco a un lado. Eso, más la tensión de sus gestos, le hacían parecer un cuervo muy grande- ¿Y bueno, niña?  Decídete de una vez.

Suspiré un poco-Mi nombre es Faith -Fue todo lo que dije, y ella abandonó el lugar. Me dejó ahí y yo pude pensar. Acababa de salir de un orfanato de un aspecto tan agónico que sentí que mientras más tiempo pasará ahí, me mataría también. 

Escapé de ese lugar, y lo siguiente era tan borroso. Recordé unos brazos recogerme y decir ¨Vendrás conmigo¨. Yo pensé, aterrada, en ese ser sin cara ni nombre. Y, tal vez puedo decir que alucinaba a causa de la fiebre que tenía, por estar tan mal  atendida y alimentada en aquel orfanato, pero lo que hice y seguí haciendo aún cuando me metía en su auto, fue reclamarle y gritarle, golpeándolo con mis brazos, puños, con mis piernas y creo que incluso, lo mordí. Todo con tal que me dejara libre. Hasta que me desmayé. Y al despertar estaba a mi lado. 

-Tienes que tener más cuidado -Me había dicho. Tenía un paño en la frente y tiritaba con violencia, sintiendo dolor en cada parte de mi cuerpo de la que era consciente, y también de las que no. El me había sostenido la espalda hasta sentarme, no podía con el peso de mi propio cuerpo.- Abre la boca  -Me instruyó, y no pude hacer mas que obedecer- Sabe horrible -Me advirtió antes de llevar la medicina a mi boca. Si que sabía horrendo, tanto que lo escupí. Entre mis muecas y quejidos de asco, lo escuché reír, con suavidad. De una manera tan despreocupada y dulce que me recordó a mi papá. La suavidad de sus cuidados casi me desarmó.

Fénix || ¿Estas Preparado Para Arder?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora