Capítulo 6: La Entrega

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Estoy muy segura de haber mencionado a este peculiar personaje con anterioridad. O, al menos creo haberlo hecho.

Michelangelo, el nombre que muchos podrían reconocer por Michelangelo Buonarroti, aquel hombre del renacimiento, que pintó la bóveda de la Capilla Sixtina, además de ser arquitecto, pintor y escultor. Hombre de gran talento. Pero créanme cuando les digo, que los prodigios no vienen con el nombre. Puesto que lejos de ser parecido a su hacía tiempo difunto tocayo, el Michelangelo con el que teníamos que lidiar era un tipo desagradable, irascible, impaciente, con sus momentos en los que resultaba aterrador.

No es el tipo de personas con las que querría estar el resto de mi vida pensé mientras daba un leve empujón a la puerta del auto y mi mano volvía a sujetar aquella joya, en mi bolsillo. Lo fría que estaba al contacto me hizo retirar la mano.

— Muero de hambre —Escuché decir a Hope mientras pasaba por mi lado, para cruzar las puertas giratorias de cristal que daban paso a las oficinas.

— ¿Entregaste las llaves? —Cuestioné alcanzandolo. La calefacción del lugar chocó contra mi rostro de manera reconfortante, extendiéndose por el resto de mi cuerpo. No hasta que estuve a una temperatura sana y estable, me di cuenta de lo gélido que estaba el clima afuera.

— Dijo que nos iba a llevar al hotel, así que... —Encogió los hombros mientras avanzaba hasta el mostrador donde una secretaria pelirroja tecleaba ferozmente en su computadora.— ¿Buenas tardes? —La mujer le miró por sobre sus lentes, como si detuviera el impulso de espetarle "¿Que tienen de buenas?".

—¿Busca a alguien, señor? —Dijo en cambio. El hecho de que su voz fuese tan monótona como la de Siri, la asistente de IPhone,  me hizo gracia.

Una diversión tan corta, puesto que apenas fui a responderle, las puertas de un ascensor se abrieron con un zumbido mecánico y dejaron ver a un hombre rubio de ojos oscuros.

Vaya por Dios. Y yo que ya tenía buen humor.

— Vienen a verme a mi, Prudence. Vuelve a tu trabajo —Dijo Berkan, dándonos una mirada urgencia algo exagerada para que nos apresuraramos al ascensor.

Le di una sonrisa a la chica, ya sabiendo su nombre, y me dirigí al ascensor, teniendo que aumentar el ritmo de mi andar al sentir la mano del rubio querer posarse en mi espalda para empujarme. Voltee la cabeza y le di una mirada fulminante, pero regrese mi mirada al frente mientras entraba al cubículo de metal, seguida de los dos hombres.

— Para mi también es un placer verte —Dijo Berkan nuevamente, cosa que me hizo levantar la mirada. Pero no me hablaba a mí, sino al chico de ojos rasgados que le miraba con fastidio.

—Ahórrate el show, ¿Quieres, Demir? — Así es como se saca de quicio a alguien con solo existir en menos de 0. 5 segundos, señores.

Hope era paciente, pero Berkan tenía un doctorado en ciencias de molestar. Y las dejaba bien en claro en cada oportunidad que le pasaba por delante. Además de que entre sí, no tenían un historial demasiado cordial, por decirlo de algún modo. Berkan era mayor que nosotros, había sido un adolescente cercano a nuestra edad cuando nosotros éramos niños. Y era quien había ido en la busca de Hope, por orden de Rosalind. Tardó sorprendentemente poco tiempo en volver con un niño de siete años, pálido y tembloroso. No había tenido el valor para preguntarle que era lo que había ocurrido esa vez, aun cuando ya habían pasado 11 años de eso. Cuando alguien se acercaba al tema, Hope, sincero, decía que no quería hablar y cambiaba el tema de conversación. Siempre. 

Y la verdad, ahora que lo pensaba, apenas sabía sobre las historias de los demás. Y había conseguido esa información de manera ilícita. No sabía si eso fuese muy justo.

Fénix || ¿Estas Preparado Para Arder?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora