Capítulo 10: Un Libro

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Viendo las cosas del lado positivo, era bueno que, en todo el camino hasta las oficinas (Vale decir que fuimos caminando) nos mantuvimos hablando o comentando cualquier cosa, para no dejar espacio al silencio. Si callabamos, nuestras barreras se irían y el miedo podría entrar. Y nunca era buena idea. Nunca.

Nosotros íbamos a paso rápido, aunque tratábamos de no hacerlo tan agitado. Con esta temperatura, cualquier cuerpo que sudara se ganaría una enfermedad cuando este se congelara. Nosotros íbamos el suéteres con capucha, pero ni siquiera eso era suficiente protección.

El ajetreo y el sonido de los autos se concentró cuando llegamos a la calle del bloque de oficinas, aunque ni siquiera tuvimos que acercarnos tanto, puesto que parado en la esquina, con Berkan como su perro faldero, nos esperaba Michelangelo. Parecía pensativo, aunque pudiera estarme equivocando. Tenía las manos escondidas en los bolsillos de sus pantalones, el resto de su postura podría tomarse por relajada, quitando ese detalle.

- Vaya, llegaron a tiempo -Ese fue su cálido recibimiento, junto a una odiosa y falsa expresión de sorpresa. Estaba casi de buen humor. Hizo un ademán hacía todos nosotros- Vamos, vamos, entren al auto. Rosalind va a volverse loca - Una parte de mi estaba muy segura de que la mujer no tenía nada que ver con su apuro, pero la otra estaba congelandose y anhelando un poco de la calefacción que el auto iba a ofrecer, por lo que sin rechistar fui de las primeras que pego la carrera hasta el auto, como si me hubieran prometido ir al McDonalds si me apresuraba.

Me siguieron los chicos, tanto más calmados. Berkan, luego de dedicarnos un amable "Se ven pésimo" como saludo, se sentó al asiento de piloto, únicamente porque Michelangelo ya estaba instalado en el de su lado, con una laptop en su regazo, ignorandonos. Gretel iba en las piernas de su mellizo, y Silas iba entre Thorn y Lenora. Agradecí haberme metido primero y haber conseguido un pequeño espacio junto a la puerta, aunque había el suficiente espacio para estar todos, quise que no fuese así. La distancia entre los cuerpos no brindaba ayuda alguna.

Usando el brazo de Gretel para taparme, saque lo más discretamente posible el celular. Aunque no sirvió de nada, porque de alguna manera, una mano cual pulpo me arrebató el aparato de las manos- Se me había pasado esto -Dijo Michelangelo, guardandolo en un bolsillo de su saco. Era el único que estaba completamente cómodo, pues hasta Berkan parecía nervioso mientras conducía por unas calles un tanto serpenteantes. Cuando volvió sus manos al teclado de la laptop (La cual estaba girada para que no se pudiera ver la pantalla), no pude evitar fijarme en que sus manos tenían marcas rojas. Instantáneamente me asusté. Y Gretel, que seguía a mi lado, pareció notarlo, por que me dio una sonrisa.

-Espera a llegar para formarte una idea -Me susurró, aunque se veía también preocupada por lo que esos golpes pudieran significar.

-Silencio allí atrás -Ordenó el hombre, su voz como el chasquido de un látigo, no pudimos evitar encojernos.

Eso daba miedo. La situación, el silencio.

El suspenso solo era atractivo en las películas. No en la vida real. Era peligroso.

Sobretodo cuando tu estabas en medio.



































Todo el camino transcurrió en silencio, cada quien intentando sumergirse en su mundo. El camino de hasta Casa era todavía más largo que el de la entrada de Caelesty hasta la parte ejecutiva de la ciudad. Bien podías tomar dos siestas y todavía quedaría carretera por recorrer.

Casa era básicamente el lugar a donde todos siempre terminábamos por volver. Después de cada misión o encargo, el retorno a este lugar era cuestión de tiempo. Todo siempre vuelve a su origen, nosotros incluidos. No éramos una red de mafiosos reducida, tampoco terroristas. Estábamos detrás de eso, detrás de todo, en las sombras y en los silencios, observando.

Fénix || ¿Estas Preparado Para Arder?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora