Capítulo 8: Quejas y una pesadilla

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Una vez estuvimos acomodados, les solté la bomba.

Tal vez debí hacerlo de una manera más suave, puesto que las exclamaciones que estallaron en consecuencia aparecieron casi al instante.

—¡Acabamos de terminar su último encargo! —Rezongo Gretel, su cabello ahora suelto en suaves bucles que caían por su espalda y se agitaban mientras ella gesticulaba dramáticamente— ¡No es justo!

—Con nosotros nunca es justo —Puntualizó Hans, comiendo arroz.

—¿Habrá una ley que diga que nos está explotando? —Preguntó Silas (El chico que iba a comprar comida Tai, pero se confundió y terminó comprando comida china), tirado en toda su altura en el suelo.

—¿De que serviría si pudiéramos demandarlo? Es abogado —Bufo Lenora, molesta. Ella también tenía ojos grises, pero los suyos eran más oscuros que los de sus hermanos— Y de cualquier manera, demanda o sin ella, tendríamos que hacer lo que nos pide.

— Sería gritar por gusto—Concordó Hans, colocando salas agridulce a su comida.— Es inevitable.

—El paso del tiempo es inevitable, la muerte es inevitable,  Michelangelo tan solo es un imbecil —Me cruce de brazos, apoyada en el espaldar. La tensión que parecían tener todos indicaban su enojo. Estábamos todos exhaustos y queríamos reposar ¿Era mucho pedir? Suspire y me eché para atrás los cabellos de la cara— De cualquier manera, iremos todos, así que no será una misión. Nunca nos manda a todos juntos.

—Eso es cierto —Dijo Hansel, mientras Hope le ayudaba a sostener bien los palillos— Tal vez solo sea algo que nos quiere comunicar —Agarro un poco de fideos con aire pensativo— ¿Que creen que sea?

—¿Nuestra tardanza? —Tiro a ciegas el asiático, mordisqueando su labio, siendo que así tal vez llegaran ideas a su cabeza — Nos hemos tardado más, pero se veía especialmente molesto la noche en que llamó a Faith.

—¿Creen que Berkan sepa algo? — Gretel soltó su cabello y pasó sus dedos por él, para quitarle los nudos— Podemos preguntarle a él.

La puerta se abrió de golpe, con un ruido digno del Emperador de las Bombas, precediendo a una voz— Berkan no sabe nada. Es inútil preguntarle —Y a esa voz ronca le siguió Thorn, con su cabello gris alborotado y mojado— Acabo de llegar de allá y me ha dicho lo mismo que a ustedes...

—¿Estabas escuchando tras la puerta?

—...Y cuando vi a Berkan parecía un idiota, al igual que todos los días, solo que esta vez faltaba el aire de prepotencia y superioridad que siempre tiene cuando sabe algo que nosotros ignoramos —Continuo Thorn, cerrando la puerta tras de sí y tomando asiento junto a Silas, que seguía en el piso—  Así que no, lo que sea que Michelangelo nos quiera decir, él no lo sabe.  —Concluyó su exposición mientras le arrebataba la comida al rubio de su lado, y comenzaba a mover el Chop Suey tranquilamente.

—¿Entonces que puede ser? —Lenora se dejo caer de espaldas, sacudiendo sus cabellos castaños cobrizos— ¿Que demonios puede ser que nos requiera a todos?

—¿Quien te dio permiso de agarrar mi comida? —Reclamó Silas al mismo tiempo. Pobrecito, pensé.

— Amigo mío —Thorn le miro con una seriedad casi fúnebre — Esto esta terriblemente mal preparado —Señalo la comida que había pasado a mejor dueño— Te dará indigestión y nadie va a soportar eso. Así que, te estoy librando de un futuro sufrimiento —Agarró un poco y se lo llevó a la boca— Mejor ponte a hacer ayuno para que te perdonen el pecado de querer atreverte que comer semejante atrocidad —No sabia cual cara era un poema mayor. Si la de Silas aun indignado por su comida, la de Thorn que estaba cuidadosamente seria y profesional, como si acabara de presentar alguna tesis, o la de todos los demás escuchándolos.

Fénix || ¿Estas Preparado Para Arder?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora