Capítulo 11: Ese viejo miedo

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"El miedo es ese compañero de viaje con el que no quieres hablar, y no sabes como hacer que se calle" Sara Villalón

Me dejé caer en el colchón, respirando hondo. Me saqué los zapatos y abracé mis piernas. Una nueva misión, inmediatamente después de la anterior.
¿Por qué esto estaba pasando? ¿Por qué todos nosotros debíamos irnos? ¿Por qué? ¿Por qué? Deshice la coleta que llevaba, usando la liga de cabello para apretar mi muñeca y aclarar mi cabeza.

No era eso lo que me tenía así, no completamente.

Le había respondido a Michelangelo, me había atrevido a abrir la boca. Me mordí los labios, sin querer pensar en lo que eso significaría. No solamente por mi, por los otros. Sabía y al mismo tiempo no las cosas que él era capaz de hacer, las que podía hacer si le apetecía, o si estaba disgustado, o siquiera si mostramos un leve atisbo de rebeldía frente a él. Nos conocía mejor que a nosotros mismos, y eso no era un pensamiento agradable. Conocía nuestros miedos, nuestras dolencias, la razón de nuestras pesadillas. Lo sabía, y manejando todos esos puntos débiles, Michelangelo podía ser muy capaz de usarlos como si bien como un arma o como una cadena que atarnos al cuello. Rode en mi lugar, observando mis antebrazos, llenos de marcas de quemaduras por cigarros, o de sogas gruesas que una vez rozaron mi piel. Podía hacer un libro completo con la razón de mis cicatrices, y el nombre de Michelangelo aparecería en gran parte de las páginas. Cerré mis ojos. No era la primera vez que deseaba estar en otra parte. Que forzaba a mi mente buscar un lugar tranquilo lejos de ahí para no tener que afrontar una realidad que podía conmigo. Fuera de esta habitación estaba el lugar que me había visto crecer, paredes que me habían encerrado para llorar, unas puertas que se abrieron para dejarme salir sin saber si iba a volver. Casa era llamado así por una razón. Sin embargo, esto no era un hogar. No para mi, y dudaba que para alguien fuera ese hogar al que se anhelaba regresar. Es más bien uno al que se teme volver.

Yo llegué aquí primero que nadie. Tenía 7 años cuando eso. Vi llegar a los mellizos y Lenora, aferrándose los unos a los otros. Vi llegar a Thorn, un chico que era tenía más vendas y cicatrices que piel. Vi llegar a Silas, cubierto de sangre y con la mirada perdida. Los había visto a todos, y habíamos vivido lo mismo. Más allá de no ser familia, pasar de ser completos desconocidos bajo el cuidado de un extraño a ser como familia, nos unía el mismo viejo miedo.

El de hacer algo que pudiera hacer que no lo volvamos a hacer, de la peor manera.

Busque en mi mente un lugar feliz al que escapar, lo intente hasta que me dolieron las sienes, pero no logré salir de aquel cuarto sin ventanas. Muy bien, tal vez si me volvía loca no tendría que ir...

No, la verdad no tenía ni ánimos de bromear sobre esto. No ahora.

Oí dos toques en mi puerta y salté, con el corazón yendo a mil. —Faith, ven un momento —Era Berkan. Asomo la cabeza por la puerta y me miro, esperándome. Venía con expresión de tranquila neutralidad, relajado. Eso estaba bien. Prefería eso a que fingiera pena por mi.

—Voy en un segundo —Dije agachandome para agarrar mis zapatos. Peter Pan decía que si pensaba en cosas bonitas ayudaba a volar, tal vez eso lo haría menos desagradable.

Peter también se río de la ingenuidad de Wendy y los niños al creerle, pensaba que era divertido verlos caer.

Mejor ignore ese pensamiento, saliendo de una vez por todas del cuarto. El pasillo estaba frío, y a pesar de eso sentí como mi camisa se pegaba a mi espalda, en gotas de sudor frío. Seguí a Berkan por los corredores que conectaban todo este lugar. Vi a los chicos preparando la cena, con Hansel liderando la cocina para que aquello no terminara en desastre. Le di una sonrisa, incapaz de separar los labios, y sus ojos grises recorrieron mi rostro.

Fénix || ¿Estas Preparado Para Arder?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora