Capítulo 1: Bienvenida

46 7 20
                                        

Empecemos.

Odio correr. La sensación de que voy a venirme abajo al mínimo fallo me desagrada en su totalidad.

Si, se supone que por todo lo que hago, debo estar ya más que acostumbrada ¿No es así?

PUES NO, GENTE.

¿Quién se acostumbra a tener ampollas?

Emmm...¿Bailarinas?

No te pedí tu opinión, consciencia.

En fin, como cada día desde que estamos aquí, estoy entrenando. Y para mi gran desgracia, aquello incluye correr, porque según el idiota de Hope, mi resistencia y coordinación son del asco. No está en lo cierto, de todos modos, pero de todas maneras estoy aquí.

Jodida madre.

-¡Corre con ligereza! ¡Podría escucharte como a 10 kilómetros! -Hablando del rey de Roma. Él era Hope Wang, un chico con ojos rasgados y expresivos, proveniente de la tierra oriental, que se ha criado junto a nosotros en Teira durante el tiempo suficiente para que el acento se le contagiara.

Este estaba sentado en un taburete que había arrastrado hasta aquí,  feliz de la vida viéndome correr como si me persiguiera el diablo mientras de comía una manzana. Se supone que estaba ahí para ayudarme, no para burlarse, por más que pudiera parecerlo.

Le enseñé el dedo medio mientras le daba una mirada de desdén, y me encargué de levantar los pies casi al instante en que tocaban el piso, inclinandome un poco más al hacerlo, para agarrar velocidad. El camino era rocoso y desigual, cosa por la cual, nadie en su sano juicio debería correr por ahí. Más por el hecho de que este bosque daba con las fronteras del país, siendo la provincia Hayes la que poseía la división entre Teira y grandes planicies deshabitadas. Estaba prohibido cruzar las fronteras sin un permiso especial y una razón coherente, como ser Embajador camino al extranjero, o mercader que trae su mercancía del exterior. Y aún así, habían trabas para cruzar. Digamos que todo entre las 6 Tierras era una relación tensa, como una paz fría. Aunque se recibía bien a los extranjeros, era difícil conseguir un permiso adecuado para estar en un lugar sin ser nativo.

En otras noticias, mis pulmones dentro de mi pecho gritaban: PARA, NECESITAMOS AIRE. Los pobres debían de estar cual motor averiado tratando desesperadamente de funcionar. Casi podía sentirlos en carne viva, ardiendo dolorosamente al mínimo roce.

O tal vez sea imaginación mía.

Nunca lo sabremos, señores.

Alzó mis dos pies al mismo tiempo que saltó un tronco caído y rápidamente vuelvo a tomar camino sin perder velocidad de carrera. Siento pequeñas ramitas levantadas por la brisa chocar en mi rostro mientras corro, y esto, sorprendentemente, logra despertarme más que el agua helada con la que me lavé la cara esta madrugada (No me juzguen, para mi las 10 a.m. es la madrugada).

Al terminar el circuito (Que era darle dos vueltas a todo lo largo de la linea del bosque de ida y venida. Muy, muy larga) me dejé caer de rodillas mientras respiraba pesadamente. Estaba tan sudada que hasta el alma me resultaba pesada. Mis cabellos estaban cual cría de puercoespín, me lo hizo saber mi sombra cortante contra los rayos del sol que tostaban mi piel como un sándwich. Tenía un aspecto bastante deplorable...O lo tendría si me hubiera molestado en arreglarme un poco antes de salir a entrenar, ya saben, parecer gente. Pero, total, Hope ya me había visto hasta cuando me desvestia (Y se había ido riendo, el muy desgraciado). Además, iba a correr, no a presentarme ante algún gobernante o algo parecido.

Así que, váyanse todos al carajo si me decían algo. Yo no iba a engalanarme en mis mejores telas para luego ensuciarlas con tierra.

-Eso fue increíble -Halago Hope, llegando (¡¿Cuando se había ido el muy desgraciado?! Tal parecía que había tardado más de lo pensado) Por su cabello mojado, acababa de ir a bañarse. - ¿Por qué me ves así?

-Me temo que estoy en la obligación de matarte -Dije mientras me levantaba con pesadez y apoyaba mis manos en mis caderas para estirar un poco mi espalda. Sonaron diferentes huesos.

—No me matarás. —¿Por que siempre dicen eso?

—¿Quien dice que no? —Le desafíe —Tu cuello parece muy útil para practicar como romper nueces.

-Ay, mírala, tan convencida-Me arrojó una botella y yo la agarre al vuelo. No tarde nada en abrirla y beber su contenido. Hasta me olvidé acerca de lo que estaba hablando.

¡AL FIN, AGUA!

Se sentía como un respiro a mi torturado ser. Casi jadee de alivio en lo que separe mis labios y suspire, tronando mi cuello y haciendo una mueca de dolor. Estaba exhausta, y aún tenía cosas por hacer.

Y apenas iba más del mediodía, damas y caballeros. Y me quedaban varias cosas por hacer. El día era largo en ese lugar. Sobretodo con esa pareja de hermanos que nos había acogido a Hope y a mi. Parecían encantados de vernos hacer oficios elegidos por ellos.

—¡Faith! —Seguramente era hora de preparar el almuerzo.

Tome mis cosas, la botella de agua, la sudadera que me había puesto para correr, y me aseguré de que la cuchilla siguiera bien escondida en mi bota, cubriéndola también con el bajo del pantalón, y por fin atendí al llamado de Amelie Daggery.

—¡Ahí voy!
-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-~-

Fénix || ¿Estas Preparado Para Arder?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora