Capítulo 3: Lo que vinimos a buscar

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Muy bien, vamos a poner en marcha la estrategia.

¿Fue la única que se me ocurrió?

Eso es correcto.

Me amarre el cabello en una cola de caballo baja y algo suelta. Me puse un camisón que me habían dado ahí, de tela blanca y suave, bastante bonito a decir verdad. Bajé descalza, canturreando, con normalidad. No podía evitar impacientarme un poco.

En momentos como estos me pregunto que si todos mis esfuerzos de verdad valen la pena. Las cosas que se hacían por un hogar.

—La cena está lista -Anunció May, desde la cocina. May era la cocinera/ama de llaves/señora del oficio del lugar. Y probablemente la única persona que iba a extrañar.

Esa mujer cocinaba delicioso. Y en abundancia, puesto que no éramos muchos en esa casa. Creo que de haber tenido a todos los chicos aquí, no sobraría tanto la comida. Era una de las cosas que me alegraban de haber venido solamente con Hope. Más comida para nosotros.

El amor y el interés fueron al valle un día...

Y me pudo más el hambre que la paciencia que tenía.

Bueno perdónenme. Me pongo algo inmadura a veces. 

Me encamine a la cocina, donde los demás ya estaban sentados (Bueno, Hope, como buen chico, estaba poniendo la mesa). El olor a pan, café y chocolate caliente me llenó la nariz y me embriago los sentidos. Mientras que Ambrosius se encargaba de hacernos quemar hasta la última caloría que tuviésemos en el cuerpo, Amelie trataba de consentirnos lo más que podía. Y de verdad era un gesto lindo, pero ya era incapaz de acostumbrarme a una comida todos reunidos a una mesa.

 La escena me trajo a la mente todas las comidas con los chicos, cuando nos escapábamos de las habitaciones pequeñas en las que teníamos que estar, por ordenes de Rosalind ya que no le gustaba que andasemos por ahí o una manera de recordarnos que teníamos que obedecer. Nos metíamos a los cuartos de los otros a pasar la noche ahí. Tardamos un poco al principio, pero luego de un tiempo resulto que lo hacíamos por cariño a los otros, en vez de en mero deseo de no estar solos. 

—Buen provecho a todos -Desee, sentándome con cuidado, y comenzando a comer. Tomen nota, ningún plan funciona a menos que tengas algo en el estómago.

¿Seriedad?

Volverá cuando regrese, con lo que necesito.

Hope me miró con una ceja levemente alzada, pero no dijo nada, simplemente siguió como cada noche. Hope tenía un rostro bastante atractivo, y tierno, y un cuerpo delgado, siempre llevando suéteres y camisas holgadas, que dejan casi todo a la imaginación, que ni de cerca podría imaginarse la cantidad de músculos que hay bajo la ropa. Aunque bueno, todos éramos así. Debíamos aparentar.

-Señora Daggery -Dije viendo a Amelie, mordiéndome levemente el labio- ¿Nos cuenta una historia hoy? ¿Por favor?

-Claro, cariño -Dijo esta, sonriendo. Estaba complacida con mi carácter. Tal vez pensaba que el buen trato rendía frutos.

Al terminar la cena, ayudamos a recoger los platos y ponerlos donde iban, una vez lavados. La urgencia en ese momento se manifestaba como un molesto dolor en las sienes, que me hacía tener que esforzarme para no fruncir el ceño.

Más valía que esto funcionara.

-Yo... Conservo esto -Amelie sacó una placa, de esas que el ejercito da con el nombre, edad, tipo de sangre y cosas así, para reconocer los cuerpos de los soldados. Algunas veces las entregaban a la familia cuando este moría en batalla. Como es el caso de la señora Amelie Daggery, o mejor dicho, la abuela de está.

Fénix || ¿Estas Preparado Para Arder?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora