FIVE YEARS » JEON JUNGKOOK «

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[Hyesun]

-¿Estás segura de que llevas todo?

Mi madre y yo llevábamos dos horas así: ella metiendo cosas innecesarias en mi maleta y yo sacándolas.

-Sí, mamá. Lo llevo todo. Y deja de meter cosas en mi maleta, me voy un campamento, no a la guerra.

-Ay... Solo estoy preocupada por ti...

-Mamá, Tul estará allí para cuidarme. No me pasará nada, estaré bien. 

-No lo sé hija... 

-Mamá. No tienes nada de lo que preocuparte.

-¿Cómo no voy a preocuparme? Soy tu madre y te quiero.

-Ya lo sé, pero estoy segura de que nada me pasará. Ya te dije antes que Tul estará conmigo, y Max también irá.

-Bien, me rindo... Tan solo, ten cuidado, ¿si? No quiero que te ataque ningún oso.

-No me atacará ningún oso, mamá... - dije mostrando una sonrisa. 

-Vete a la cama ya, solo tu empiezas a hacer la maleta a las doce de la noche...

-Bien, mamá. Hasta mañana.

-Te quiero.

-Yo también.

Antes de meterme en la cama, metí mis libros de física, la libreta con mi proyecto y la calculadora en la mochila para que mi madre no se diera cuenta. 

Mamá no quería que trabajara esa semana, según ella sería un tiempo de descanso y relajación. Y lo que menos necesito ahora es relajarme.

(...)

Aquella noche no pude conciliar el sueño.

No dejaba de pensar en que había pasado entre Jungkook y esa chica. Lo único que sabía era que había sido algo salvaje dado las condiciones en las que los dos salieron de los baños.

Supongo que todos sabemos lo que ocurrió allí dado al enorme chupetón que tenía Jungkook en el cuello. 

No tenía ni idea acerca de por qué estaba pensando en ello, pero la escena se reproducía continuamente en mi cabeza. 

No quería pensar en lo que podrían haber hecho esas dos personas en esas cuatro paredes. Y solo de pensar que Jungkook, la misma persona que se había herido por culpa mía en más de una ocasión, había hecho eso con otra persona para luego tener el descaro de decirme: porque eres la única chica que no estoy dispuesto a perder.

Todo ello hacía que mi corazón doliese, no desde el odio, sino de otro sentimiento que en este preciso momento no soy capaz de describir, ni siquiera nombrar. 

Mañana sería un nuevo día, y esperaba que todas esas emociones confusas se disiparan durante la noche.

(...)

Me desperté a la mañana siguiente con la sensación de estar cargando con todo el peso del mundo sobre mis hombros. 

No tenía ganas de levantarme de mi cama, no quería ir a esa excursión. Pero ya había pagado, no iba a tirar ese dinero. Al menos iría y me lo intentaría pasar bien.

Sí, lo intentaría...

Cogí la maleta y la bajé torpemente por las escaleras. Me sentía extraña al tener que ir al colegio sin el uniforme puesto, era como estar rompiendo las reglas pero sin tener que romperlas. Desayuné lo más rápido que pude ya que empezaba a oír a Tul pitar desde su coche.

-Mamá, papá, me voy. Tul ya llegó.

-Adiós hija, nos vemos en una semana.

-Pásalo bien, mi amor.

Salí de casa arrastrando la maleta que en más de una ocasión botó debido a los escalones que había desde el porche a la acera. Dejé mis cosas en el maletero, y al subirme al coche me sorprendió ver a Tul con gafas de sol puestas a pesar de que hoy estaba nublado.

-¿Nos vamos? - dijo sin más.

-Tul, ¿por qué llevas esas gafas puestas?

-No es nada. - su tono frío me hacía pensar que algo malo estaba pasando.

-Quítate esas gafas. - le ordené.

No me hizo caso y dirigió su mano a la palanca de marchas para arrancar. Quité su mano. Ya me estaba poniendo nerviosa.

-Tul. Hasta que no te quites esas malditas gafas este coche no se mueve un solo metro.

En un movimiento rápido se quitó las gafas, revelando así un ojo morado y el pómulo inflamado y de un color rojo horrible.

-Oh Dios mío... Tul. ¿Quién...? Ha sido Alex, ¿verdad? ¿Ha sido él?

-Sí, ha sido él.

-¿No piensas denunciarlo? Eso es acoso.

-Ya está todo arreglado. Esa noche llamé a la policía. Ya no podía soportarlo más.

-Has hecho bien. - vi las lágrimas a punto de caer de sus ojos, y también vi sus ganas de contenerlas. - Tul, está bien llorar cuando tienes ganas de hacerlo.

Entonces rompió a llorar, con amabas manos en el volante y la cabeza apoyada en ellas. 

-No hace falta que vayamos si no quieres.

-No, iremos. Nos lo pasaremos bien.