Jennie se incorporó e introdujo la mano en la caja hasta rozar con los nudillos varias capas de papel y cartón.
— ¿Está en la otra? —preguntó.
—No, mete la mano hasta el fondo, ya verás.
Y así fue. Tocó con los dedos algo duro y alargado, lo empuñó y lo extrajo.— ¡Es un vibrador!-exclamo
—No, es un consolador, nena. Mide veinte centímetros de largo y cinco de ancho, exactamente lo mismo que mi pene.-le contesto Justice
Jennie se quedó estudiando el aparato mientras le aumentaba el ritmo de los latidos. Aquello era enorme: de goma, negro, recio, curvado y con la punta como la cabeza de un champiñón. «Exactamente igual que mi pene», le había dicho. Lo recorrió con el dedo, excitada por el tacto casi real de aquellas venas y protuberancias. Con un instrumento así podía hacer como si se tratara de un pene de verdad, fingir que tenía a Justice en sus manos. Aquel pensamiento se tradujo en un chispazo en la entrepierna.
—Quiero que te lo metas en tu vagina, e imagines que soy yo.
Jennie estrujó la punta: cedía, aunque no mucho.—Esto es enorme —se quejó con la voz queda.
Justice se mantuvo en silencio durante unos segundos. Cuando empezó a hablar, adoptó un tono amable.—Jennie, ¿eres virgen? —quiso cerciorarse.
Ella se ofendió al instante.—Claro que no. Tengo treinta y dos años, ¿es que crees que me pasa algo o qué? Era cierto que tenía sobrepeso, pero ¿pensaba que era un bicho raro?
—No, cielo, no es eso, es que quería asegurarme. Escúchame, túmbate y déjame hablar un minuto, ¿vale?
—Bueno... —accedió rezongando, aún molesta por la pregunta.
Jennie se acomodó entre los almohadones y buscó la postura más confortable.—Quiero que cojas el consolador y que te frotes con él por fuera del tu vagina. Sólo rózate con él moviéndolo arriba y abajo mientras te voy indicando qué hacer.
A Jennie ya se le había pasado el enfado. Fue siguiendo sus instrucciones, envolvió el consolador con la mano derecha y empezó a masajearse con la punta redondeada. Las palabras que la voz había pronunciado retumbaron de nuevo en su cabeza: está «dura como un garrote», tiene la punta «completamente morada»... Al imaginar aquel miembro tocando su propia piel mientras le separaba los muslos con las manos, el sexo empezó a palpitarle.
—Me he recostado en una silla, me estoy empuñando la verga y me encantaría que fuera mi verga y no ése de goma el que jugueteara con tus dulces labios —la voz de Justice acariciaba a Lena como si se tratara de un pañuelo de seda —. Frotaría mi pene contra tu centro una y otra vez hasta que me rogaras que te follara, pero yo no lo haría.
— ¡Ah!, ¿no?-pregunto cómo pudo Jennie
—No, no hasta que te corrieras, una vez, para mí. Así estarías empapada y anhelante cuando te penetrara por esa hendidura, pequeña y tensa —su voz era ahora casi un bramido —. Empujaría, entraría y saldría un poco cada vez hasta que empezaras a correrte de nuevo y, entonces, me clavaría enteramente dentro de ti para que pudiéramos corrernos a la vez.
Jennie le imaginó encima de ella. Tendría los hombros anchos, o delgados; las manos, agradables y experimentadas; el rostro, lleno de amor... Luego se relajó arropada por los cojines del sofá y con la mano izquierda se separó los labios del sexo. Una vez abierta, se pasó el consolador a lo largo de la hendidura con un movimiento lento y rítmico.
—Háblame, Jennie —le pidió Justice en un gruñido—, ¿qué estás haciendo ahora?-pregunto
—Estoy empapando el consolador —respondió.
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Voyeurver
FanfictionLa tímida asistente social Jennie Kim sólo tenía un vicio: al oscurecer, espiaba a sus vecinos durante sus momentos más desinhibidos. Noche tras noche, detrás de cada ventana, en cada dormitorio anónimo, Jennie encontraba material para sus fantasías...